Un día cualquiera de 1980 recibí una llamada de la dirección de Asilados Políticos.
– ¡Ajá!, ¿qué dice el compae Rafa?
– ¿Quién habla?
– Gabo.
–No me tomes el pelo –afirmé, pero era él.
Así nació una respetuosa amistad de ocasional arroz con coco, patacón y posta de sierra que, a la larga, posibilitó que Navarro sobreviviera al atentado que le costó su pierna.
Gabo escribía en 1985 El general en su laberinto cuando le visité en su casa de la calle Fuego. Con su tutelaje, Betancur se le había medido en 1984 a negociar con el Eme y el EPL. Triste: mató el tigre y se asustó con el cuero. Y el desenlace trágico inició con el atentado a Antonio Navarro Wolff y otros miembros del M-19.
Comprometido, generoso, me recibió en su estudio de aquel Macintosh, rosas amarillas y la cuartilla del día.
–O se muere por las heridas o lo rematan –afirmé–. Los van a matar. Pero en apoyo a la paz, la seguridad mexicana dice que si Betancur lo solicita que se les reciba la respuesta es ¡sí!.
Serio y seco preguntó:
–¿Con quién hablaste?
– Con Carrillo Olea. Sonrió.
Tomó su teléfono de botones y marcó a Palacio: “Bélico, estoy con Vergara del Eme y me dice que México…” Impetuoso afirmé: “dile si no lo pide le anotaremos el muerto”. Obvio, no lo dijo. Me retiré y habló un poco más.
“¡Listo, manos a la obra!” Me dijo
El día D había llegado, comenzó torcido. En el momento en que los heridos -con visas de turistas- eran trasladados de Cali a Bogotá una llamada disparó las alarmas. Manuel Bartlet, el secretario de Gobernación, se opone.
Corro al teléfono,
–Gabo, se enredó la vaina.
Inagotablemente solidario localizó al presidente Miguel De la Madrid que andaba en Londres y de inmediato se enderezó el operativo, la diplomacia funcionó.
En el hospital Mossel le tratamos a Navarro el politrauma y, gracias al apoyo de Gabo perdió la pierna pero no la vida.
Agradezco lo leído y releído de su obra, descubrir que como el coronel Aureliano Buendía soy amnistiado e indultado, y sobre todo el privilegio de compartir algunas historias vividas con un ser ejemplar que dando de sí se hizo inmortal.