En 1986, Colombia era un país que aún se regía por una constitución de un siglo atrás (la de 1886). Un año antes había vivido la que podría ser la peor semana de su historia, pues en cuestión de siete días sucedieron la toma del palacio de Justicia y la tragedia de Armero (con sus correspondientes muertos y traumas que cargamos hasta hoy).
El presidente de entonces, Virgilio Barco, gobernaba un país cuya sociedad conservadora estaba anclada en un provincianismo religioso y se mostraba cerrada ante los cambios socioculturales que se abrían en una Latinoamérica urgida de novedades, luego de décadas de dictaduras y gobiernos militares. Todo en un contexto musical en el que se escuchaba lo que reinó durante los ochenta en media Colombia: la música de plancha, las baladas, el merengue, la música tropical y algo de vallenato.
Es en ese panorama que hace 35 años pisó suelo colombiano, y por vez primera, la más refinada expresión de esa modernidad musical latinoamericana: Soda Stereo. El trío argentino era la punta de lanza de lo que poco tiempo después sería la avalancha de grupos de Argentina, Chile, España, México y de aquí mismo, que creaban un rock pensado, sentido y cantado en castellano.
Para ese entonces, los Soda (comandados por un joven Gustavo Cerati) proyectaban una imagen alienígena para los estándares vistos hasta entonces: caras pálidas, vestidos oscuros propios de la corriente dark, ojos delineados, pelos elevados a base de gomina (o gelatina y coca cola), que componían sus propios temas desde una realidad que pedía a gritos una nueva actitud ante la vida, el sexo, la moda, el consumo, la fiesta, el amor y la noche.
Para 1986 el grupo presentaba su segundo disco 'Nada Personal', se consolidaba como la revelación musical y estética de una Argentina que celebraba la vuelta a la democracia (luego de una dictadura que dejó 30 mil desaparecidos) y encaraba sus primeras giras continentales. Como parte de esas primeras salidas a terrenos inexplorados más allá de su natal Buenos Aires, Soda Stereo llegó a Colombia, se presentó un 7 de noviembre de 1986 en el Centro de Exposiciones Corferias, como teloneros de otra banda colombiana insigne: Compañía Ilimitada.
Pero no fue un concierto multitudinario, unos cuantos afortunados (que no pasan de los 600) estuvieron allí y pueden ahora contarlo. A falta de eventos de este tipo en una sociedad amenazada por los carrobombas y otros tipos de violencia en las calles de finales de los ochenta, ese público —según cuentan quienes estuvieron allí— era una mezcolanza de identidades y gustos entre metaleros, hippies, darks, yuppies y otros new wave que disfrutaron de la presentación.
Hay que decir además que la banda apenas era conocida en el país y este primer aterrizaje en suelo colombiano se realizó en un pabellón de Corferias que parecía más un parqueadero en construcción, rodeado por columnas de concreto que no dejaban ver bien, con todas las luces prendidas (contrariando la lógica de los conciertos) y con una inquietante presencia policial por si algo se salía de madre.
Un año después —luego de su legendaria presentación en el Festival de Viña del Mar, en Chile— se daba inicio oficial a la llamada Sodamanía, una fiebre por la banda que cubrió al continente entero y que permitió vivir lo que en Europa se vivió en su momento con la Beatlemanía. Todo lo que siguió después es historia. Ahí están los discos y las canciones.
Hace 35 años por estos mismos días, Latinoamérica probaba nuevas mieles de modernidad y cambio. La adicción por esos nuevos sabores venía en stereo y era efervescencia pura, digna de una Soda argentina.