El 10 de junio de 1994, el equipo nacional realizó su último entrenamiento en Cascajal –la cancha de prácticas del club América de Cali–, de donde saldría, al día siguiente, rumbo a la ciudad de Pereira, con el fin de cumplir otro partido de exhibición (que no de preparación), contra Palmeiras.
Aquella tarde en Cali, la selección Colombia vivió uno de sus más vergonzosos capítulos: el manoseo del narcotráfico. Y con cara de secuestro.
A todos los miembros de la Tricolor les hicieron saber que, esa noche, estaban invitados a comer a un sitio “muy especial”. Los citaron a las 7:00 p.m., en el lobby de la Torre de Cali y, cuando se reunieron en el punto acordado, supuestos funcionarios de la Federación los hicieron bajar a los sótanos del hotel para abordar un transporte que no era el oficial de la Selección. En realidad, todo el desplazamiento subterráneo estaba montado para despistar a la policía que velaba por la seguridad de la Selección.
Abajo, en los parqueaderos, se encontraban varias camionetas y varias motos con personal de seguridad no identificado. Los jugadores se acomodaron en diferentes vehículos –entre ellos, una pequeña buseta–, y sin más les pidieron que se pusieran unas capuchas que estaban en cada puesto. Así, cegados, salieron hacia el sur de Cali: “y a toda velocidad”, tal cual recuerda uno de los volantes del equipo.
Entonces llegaron a una lujosa casa en el barrio Ciudad Jardín donde, una vez adentro, les destaparon las cabezas y los invitaron a bajar. Los personajes que los recibieron fueron Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, José “Chepe” Santa Cruz y Helmer “Pacho” Herrera, capos del Cartel de Cali. “También estaban las porristas del club América”, revela uno de los artilleros de la Selección.
“Según dijeron los jugadores de ‘La mechita’, esa era la casa de Juan José Bellini, quien era entonces el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol”, narra una de las estrellas de la generación dorada.
“Para ningún periodista de la época era un secreto que el Cartel de Cali pagaba los premios de la Selección y que el presidente Bellini tenía nexos con ellos –explica el entonces subeditor de deportes de El Tiempo, Víctor Rosas–. De hecho, el directivo pagó cárcel por enriquecimiento ilícito a raíz de esa relación”.
Bellini, “a quien sabíamos que los Rodríguez le decían Bom-bom-bum” –según recuerda Germán Blanco, ex editor de deportes de El Tiempo–, ofició esa noche como anfitrión y puente entre jugadores y los cabecillas de la famosa organización criminal del Valle del Cauca.
En un momento dado, mientras servían langosta, Miguel Rodríguez, alias “El señor”, anunció, a viva voz, un jugoso premio para cada jugador si lograban llegar a los octavos de final en USA 94; otro aún más beneficioso si alcanzaban los cuartos de final; y una importante suma si conseguían llegar a las semifinales. “Nadie se alcanza a imaginar el billete que nos prometieron en caso de coronar la final. Esa cifra era absurda, pero muy, muy, muy absurda”, relata uno de los históricos de aquella Selección.
Luego, Gilberto Rodríguez, “El Ajedrecista”, le dio dinero en efectivo a un grupo de jugadores (de 5.000 a 25.000 dólares) y a muchos de ellos, uno por uno, mientras les entregaba un sobre, les recordó que era muy importante que apoyaran la candidatura de Ernesto Samper a la Presidencia. “‘El mandato del presidente Samper nos va a quedar muy bien. Hablen en las entrevistas de él, que esa publicidad nos va a ayudar mucho’, nos dijo. Y hubo jugadores que hicieron declaraciones en ese sentido”, recordó uno de los defensas del conjunto nacional.
Para el Cartel de Cali, aquellos días eran definitivos. En realidad esa era la oportunidad ideal para colaborar con las maquinarias políticas, ya que se avecinaba la votación de la segunda vuelta para las elecciones presidenciales de Colombia, que sería el 19 de junio de 1994. (La primera vuelta había sido el domingo 29 de mayo).
Los héroes del 5-0 estuvieron por poco más de una hora y media con los mafiosos y, al salir, les volvieron a insistir: “Nos dijeron que Samper iba a cambiar el país y que colaboráramos. Que hiciéramos el número ‘uno’ que ese era número del tarjetón de Samper y que todo eso se podía revolver con el ‘uno’ de Bavaria”, revive otro integrante de aquella Selección.
A eso de las 10:30 de la noche, ya todos estaban de vuelta en el hotel en Cali. Al otro día, el 11, la ‘Sele’ salió para Pereira y, el 12, con la cancha a reventar, jugaron contra Palmeiras en el Hernán Ramírez Villegas. A ese partido asistió Ernesto Samper Pizano y, en los camerinos, saludó a los muchachos.
Luego, en el hotel Meliá, hubo una fiesta. “Esa noche fue grande. Faltó que llevaran a la señorita Colombia a las habitaciones”, revela Luis Carlos Perea.
Dos días después, la Selección Colombia viajó al Mundial de Estados Unidos.
La suerte estaba echada.
Este es uno de los capítulos del libro 5-0 escrito por el periodista Mauricio Silva.
Publicado originalmente: 18 jul de 2013