Mientras el país se hundía en uno de los patrioterismos más comunes, un partido de fútbol, un grupo de jóvenes salía a las calles de Ocaña, Norte de Santander, a defender el derecho a la libre expresión. Y preciso allí, en la Opinión, medio de alta circulación en el departamento donde comenzó la historia del docente Nahún Sánchez Castilla; comunicador social, consagrado columnista y catedrático, quien por hacer denuncia pública de algunas irregularidades del secretario de educación municipal de aquél entonces, fue demandado en tres ocasiones.
El profesor Nahún es uno de esos maestros que uno quiere encontrar: de espíritu y pensamiento libre. Guarda entre sus columnas la historia de la región, cuenta cual cronista lo que somos y guarda la fe sobre lo que podemos ser. “Cuando alguien deja de pensar, o lo obligan a no hacerlo, deja de ser persona”, me respondió cuando le pregunté por el proceso judicial que pesa en su contra.
En los últimos cuatro años 5 periodistas han sido demandados por injuria en Ocaña. De ellos, uno permanece en el proceso, el profesor Nahún Sánchez. Bajo la fe de sus palabras, y con la certeza de un consejero, me dice que no puede negarse a su vocación como periodista y que no tiene nada de qué retractarse.
Armados de pancartas y arengas, un grupo de estudiantes universitarios, artistas y políticos salieron a reiterar lo que es de conocimiento público: que a Nahún Sánchez lo quieren callar por decirles la verdad. Su trayectoria en los medios me da una idea limpia de la ética periodística. Me recuerda el sentido de lo escrito, la esencia de quienes tenemos la oportunidad de acercarnos a un micrófono o tomar un papel.
Estar ahí, vivir el momento de la marcha y observar la persecución judicial me hace reflexionar sobre muchas cosas; cuántos cayeron y callaron bajo el silencio tenebroso de las balas, cuántos fueron exiliados, cuántos aún viven con la incertidumbre de escribir para los gustos por evitar los sustos. Lo cierto es que el día que intentaron callar a Nahún Sánchez Castilla se oyó con más fuerza su voz, la de sus lectores, estudiantes y amigos.