Víctor Carranza, reconocido como el "zar de las esmeraldas", descubrió en las minas de Muzo, Boyacá, dos esmeraldas excepcionales: "Fura" y "Tena". "Fura", con 11.000 quilates (más de cinco libras de peso), es una de las esmeraldas más grandes del mundo, mientras que "Tena", de 2.000 quilates, es considerada la más valiosa debido a su intenso color verde.
Estas gemas fueron extraídas de las profundidades de la cordillera de los Andes, a más de 1.200 metros. Después de su hallazgo, permanecieron durante ocho años en una caja de seguridad en un banco de Bogotá, manteniéndose en secreto, hasta que Carranza decidió revelarlas al público.
¿Cómo encontró una de las esmeraldas más grandes del mundo?
Una mañana de 1969, mientras inspeccionaba un sector profundo de la mina, Carranza vio algo que lo dejó sin aliento: incrustada en la roca, brillaba una inmensa esmeralda de un verde muy fuerte. Era mucho más grande que cualquier otra que hubiese visto antes. Con sumo cuidado, los mineros comenzaron a extraerla, removiendo con paciencia la piedra.
Cuando finalmente lograron liberarla, la sostuvieron entre sus manos sin poder creer lo que habían encontrado. Pesaba más de cinco libras y su color era tan puro que parecía contener la esencia misma de la selva colombiana. Carranza sabía que había hallado algo único, algo que cambiaría para siempre la historia de las esmeraldas. Decidió llamarla "Fura", en honor a la leyenda muisca de Fura y Tena, dos amantes convertidos en montañas.
Por ocho años, la esmeralda permaneció guardada en una caja de seguridad en un banco de Bogotá. Nadie sabía de su existencia salvo un círculo muy reducido de personas. No fue hasta que Carranza decidió mostrarla al mundo que se supo de la piedra más grande jamás extraída.
Tiempo después, en un acto casi simbólico, Carranza llevó a "Fura" de vuelta a la mina donde la encontró. Caminó por el túnel profundo, sosteniéndola en sus manos como si estuviera regresando un tesoro a su hogar. Para él, las esmeraldas no eran solo piedras preciosas, sino testigos de la historia y la cultura de su tierra. Su sueño siempre fue que "Fura" y "Tena" se conservaran intactas en un museo colombiano, como un legado eterno de la riqueza de su país.
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