El anhelo miles de enemigos de Estados Unidos se cumplió el pasado 6 de enero. En el corazón del Capitolio de Estados Unidos fue izada una bandera enemiga.
Lo que anhelaban los peores enemigos de la superpotencia hoy lo están logrando unos pocos miles de manifestantes: poner de rodillas a la democracia más antigua del planeta.
Hasta Osama Bin Laden debe estar retorciéndose de envidia en el infierno al darse cuenta de la facilidad con que otros dementes lograron ingresar al corazón de la democracia estadounidense.
Son poquitos los países en los que ha ocurrido una asonada semejante. Quizás en países inestables del tercer mundo, inmersos en guerras civiles. ¿Pero en Estados Unidos?
Muy mal síntoma para la salud de las instituciones democráticas del mundo entero y gran noticia para quienes esperan que el caos reine en un futuro que está a la vuelta de la esquina.