El día que Colombia se quitó de encima al Mexicano

El día que Colombia se quitó de encima al Mexicano

Asi relató la revista Semana la muerte del entonces capo más buscado de Colombia. Un hombre que le declaró la guerra al Estado y lo acribillaron desde un helicóptero.

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noviembre 10, 2013
El día que Colombia se quitó de encima al Mexicano

Eran las 2:05 de la tarde del pasado viernes cuando sonó el teléfono del despacho presidencial. Virgilio Barco contestó y al otro lado de la línea el general Carlos Casadiego, subdirector de la Policía, le dijo: “Presidente, misión cumplida”. Barco no entendió muy bien. “Hemos dado de baja a Gonzalo Rodríguez Gacha”, aclaró el militar. Incrédulo, el primer mandatario preguntó: “¿Están totalmente seguros?” “Completamente, señor Presidente”. “Muchas felicidades”, fue la despedida.

Con este escueto intercambio de palabras Barco recibió la mejor noticia que ha producido su Gobierno en lo que lleva transcurrido. Una administración que se había jugado todo su prestigio en la lucha contra el narcotráfico estaba a punto de extinguirse con mucho ruido y poco “capo”. Pero todo eso cambió el viernes en la tarde cuando se confirmó la muerte de uno de los dos hombres más buscados del país. Y no sólo de Colombia, ya que casi todos los noticieros del mundo abrieron esa noche sus informaciones con esa noticia. En pocas horas Barco recibió llamadas de los presidentes George Bush, Carlos Andrés Pérez, Carlos Menem, Carlos Salinas de Gortari y hasta el canciller británico, sir Geoffrey Howe. El zar norteamericano de la lucha contra la droga, William Bennett, afirmó en una rueda de prensa en Washington que “todo el mundo civilizado le tiene al presidente Barco una deuda de gratitud “.

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El operativo

La “salvación” del mundo civilizado había comenzado al medio día del miércoles cuando, en una ceremonia de ascensos militares en la Escuela de Cadetes, el general Miguel Maza, director del DAS, y el general Octavio Vargas, comandante de los cuerpos de élite de la Policía, vieron interrumpida una cordial conversación al lado de la piscina por una llamada urgente de Medellín. Se trataba de un informante del DAS en la capital antioqueña, quien tenía un amigo en Cartagena que sabía dónde estaba Rodriguez Gacha y quería obtener la recompensa de 250 millones de pesos ofrecida por el Gobierno.

Minutos después los dos generales se trasladaron en helicóptero a la dirección de la Policía, en donde se tomó la decisión de enviar un hombre de confianza de Maza a Cartagena a entrevistarse con el informante. La cita se cumplió en el restaurante Nautilus, de la Ciudad Heroica, en la noche del miércoles.

Allí el informante reveló que Rodríguez Gacha, su hijo Freddy Gonzalo y algunos de sus guardaespaldas se encontraban en Cartagena. Una vez transmitida la información se decidió trasladar a 30 hombres del cuerpo de élite al comando aéreo de Barranquilla y acuartelarlos aquí. Al mismo tiempo se dio la orden de que dos helicópteros de la Policía se mantuvieran listos para despegar del aeropuerto de Santa Marta. Al otro día el general Miguel Gómez Padilla, comandante de la Policía, conoció la información y empezó a trabajar en la operación con sus colegas Maza y Vargas. Rápidamente se montó un operativo de seguimiento en Cartagena que, sin embargo, no resultó del todo discreto.

Rodríguez Gacha se dio cuenta de que le pisaban los talones y en la noche del jueves abordó una lancha rápida con su hijo y cinco de sus guardaespaldas, con destino a la finca El Tesoro, ubicada entre Coveñas y Tolú. En ese momento las autoridades le perdieron la pista. No obstante gracias al informante, comenzó a hacerse un rastreo aéreo de la zona para ubicar la lancha que tenía características claramente identificables. Esta fue detectada en horas de la madrugada, pero ocupada sólo por su conductor. El helicóptero se le acercó y obtuvo que la lancha se detuviera. El piloto confesó que había dejado a Rodríguez Gacha en la finca El Tesoro y se dirigía a una isla cercana a recoger un grupo de paramilitares para reforzar la seguridad del narcotraficante. Con esa información se procedió al diseño de un operativo envolvente sobre la finca. El cuerpo de élite tenía la misión de llegar por aire en dos helicópteros artillados, mientras que la Infantería de Marina cubría un eventual escape por agua.

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A la media mañana del viernes los dos helicópteros llegaron a El Tesoro. Con altavoces y sirenas le pidieron a Rodríguez Gacha que se entregara, pero no se obtuvo ninguna respuesta. No había movimiento en la casa y lo único que se veía era un camión Chevrolet carpado, de color rojo. En un momento se pensó que la información dada por el lanchero era falsa. En consecuencia, uno de los helicópteros empezó a volar hacia Tolú y el otro hacia Coveñas. Sin embargo el que iba hacia Tolú volvió a pasar por encima de la finca y sus ocupantes se dieron cuenta de que el camión rojo ya no estaba. Así se lo comunicó al segundo helicóptero y se inició la búsqueda del vehículo. A menos de dos kilómetros de Tolú el camión fue interceptado y este se desvió por la ruta que conduce a Sincelejo.

Un poco más adelante el vehículo se detuvo y de él se bajaron Freddy Gonzalo Rodríguez y cuatro guardaespaldas, quienes abrieron fuego contra la aeronave. Esta contestó con sus ametralladoras, dando de baja a dos de ellos. Uno de los helicópteros descendió y dejó en tierra a varios comandos de la fuerza élite, quienes se enfrentaron con los dos guardaespaldas sobrevivientes y el hijo de “El Mexicano”, dándoles de baja.
En el intermedio el camión continuó su huida seguido por el otro helicóptero.

“Accidentalmente en esta carretera se encontraba una patrulla de infantes de marina que estaba custodiando una de las fincas del extraditado Eduardo Martínez Romero. Al verlos, el camión se detuvo y de él bajaron Rodríguez Gacha y un guardaespaldas, quienes se internaron en un platanal. Luego el helicóptero comenzó a disparar, tratando de detectar a los fugitivos. Al cabo de un tiempo Rodríguez Gacha quien estaba armado con un fusil R15 y cinco granadas contestó al fuego, con lo cual fue fácil ubicarlo. El artillero del helicóptero empezó a dispararle a la mata de plátano que le servía de parapeto a “El Mexicano”.

Finalmente logró darle en un pie. El disparo lo hizo caer y en ese momento una bala calibre 7.62 le alcanzó la cabeza, tanto que quedó prácticamente disfigurado. Fueron necesarias las diligencias dactiloscópicas para establecer sin duda su identidad. El epílogo fue la muerte del último de los hombres de Rodríguez Gacha minutos después. Era la 1:45 minutos de la tarde del viernes 15 de diciembre. La búsqueda de uno de los criminales más peligrosos de la historia de Colombia se había terminado.

Que sigue

La gran pregunta ahora es qué va a pasar después de la muerte de Rodríguez Gacha. Él y Escobar probablemente constituyen el único caso en la historia en que dos individuos le declaran la guerra a un Estado. Por esto la ofensiva del Gobierno se ha centrado en un solo propósito: derrotarlos. Todo el esfuerzo del país estaba enfilado hacia ese objetivo.

El combate no era propiamente contra el narcotráfico. Era contra el narcoterrorismo. Y para las autoridades el narcoterrorismo son solamente ellos dos. Los Ochoa, los Rodríguez Orejuela y el resto son considerados de otra liga. Esto explica por qué no se ha ofrecido recompenza por ellos ni se les ha perseguido como a los dos jefes. Dado de baja Rodríguez Gacha, la mitad de esta guerra está ganada. Nadie sabe, en el fondo qué significa esto por que, al fin y al cabo, “El Mexicano” era el número dos. Según todos los testimonios, el más violento; Pero el cerebro es Pablo Escobar. Otra inquietud es, entonces, ¿qué va a pasar con Escobar solo? Este es considerado mucho más fino y calculador que Rodríguez Gacha, pero no menos peligroso. No se sabe hasta ahora si su capacidad de terrorismo se doblará porque quedó solo o, por el contrario, se reducirá a la mitad por haber perdido a su principal aliado.

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Pero, lo que es un hecho es que el brazo armado del cartel de Medellín ha quedado acéfalo, pues “El Mexicano” era el “ministro de guerra”. El era el responsable de la ejecución de los actos terroristas su desaparición del panorama tiene grandes implicaciones para la capacidad operativa del grupo. Escobar tiene fama de considerarse un gran estratega y de ser un hombre pragmático. Por eso tendría que estar consciente de que su guerra está perdida. El doble golpe del hundimiento del referendo sobre extradición y la pérdida de su socio derrumbaron de un tajo ilusiones que podía haber tenido solamente hace una semana. Cuando el Congreso estuvo a punto de aprobar un referendo, las perspectivas de Escobar incluían tumbar la extradición, forzar un diálogo y hasta tratar de negociar un indulto. La posibilidad de todo esto se basaba en el mito de la invulnerabilidad de los narcoterroristas.
La muerte de Rodríguez Gacha ha cambiado esta percepción. Si hace pocas semanas el sentimiento generalizado era el de que se estaba perdiendo la guerra, ahora el sentimiento es el de que se va a ganar, aunque no se sabe a qué costo.

Hoy por hoy son muy pocos los que consideran que el Estado tenga que hacer concesiones que hasta hace ocho días se consideraban discutibles. Ante este nuevo panorama Escobar tiene sólo dos alternativas: continuar la guerra a sabiendas de que ésta no se puede ganar y muy probablemente que tendrá un final como el de Rodríguez Gacha, o bajar la guardia, mantenerse en la clandestinidad y esperar a que baje un poco la marea. Al fin y al cabo, gente como “Tirofijo”, el cura Pérez y Carlos Pizarro han logrado, manteniéndose en el monte, con 100 ó 200 personas, sobrevivir durante años sin ser arrestados. Si Escobar está en este último plan es posible que le sirva la coyuntura actual ya que, cuando cae uno de los grandes como sucedio en el caso de Lehder, la opinión pública en Colombia y en el mundo se tranquiliza temporalmente. Pero, independientemente de lo que haga Escobar muchas cosas cambiarán en Colombia como consecuencia del fin del número dos del cartel.

Para, comenzar, las zonas que él controlaba serán “liberadas”. Regiones como Pacho, el área esmeraldífera, gran parte del Magdalena Medio y parte de los Llanos Orientales alrededor de Puerto López, habían visto desaparecer el ejercicio libre de la política, ya que el que se oponía a Rodríguez Gacha lo pagaba con su vida. Tal vez con la excepción de Pacho, el viernes por la noche en varios de esos sitios hubo mucha fiesta con voladores y mucho aspirante al Concejo que no pensaba en lanzarse está reconsiderando su decisión.
Esto en cuanto a política. Porque en cuanto a economía la cosa no es de menos alcance. “El Mexicano” era el mayor terrateniente de Colombia. Tanto que en los allanamientos de hace tres meses las autoridades no dejaban de sorprenderse de la ventaja que le llevaba en tierra al resto del cartel de Medellín.

Lo que antes se consideraban sus zonas de influencia en realidad acabaron siendo en gran parte tierras propias, casi todas a nombre de testaferros. Con su muerte se va a producir una minirreforma agraria, pues todo el que tenia un pedazo de tierra a su nombre se va a quedar con él. Con “El Mexicano” vivo los contratos de palabra eran sacrosantos. Con él muerto, lo que cuentan son las escrituras. La situación del Gobierno también ha cambiado sustancialmente. Después de lo que, sin duda, fue la peor quincena del cuatrienio con la bomba del avión de Avianca, la bomba del DAS y la crisis política que acompañó el hundimiento de la reforma constitucional, la muerte de Rodriguez Gacha le da un nuevo, aire. Con la rebelión del Parlamento y las renuncias de Turbay y Pastrana muchos congresistas llegaron inclusive a plantear la renuncia del propio Presidente. Hoy Barco vuelve a ser el héroe internacional de hace tres meses y, en Colombia, el pais sintió tener el Gobierno que hace una semana reclamaba.

Los laureles inmediatos de la operación recaen sobre el general Maza, el comandante de la Policia, Miguel Antonio Gómez Padilla, y el jefe del grupo élite, Octavio Várgas Silva, quienes en esta guerra se están jugando su propia vida. Sin embargo es indudable que, detrás de todo esto, mucho influyó lo que los admiradores del Presidente llaman la perseverancia y sus detractores su terquedad. En cuanto a Colombia, apesar del nerviosismo que aun se siente por las posibles retaliaciones, esta Navidad se acerca, si no con felicidad, por lo menos sí con esperanza.

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La ley del monte

Son muy pocos los individuos en la historia que han matado a más de mil personas. José Gonzalo Rodríguez Gacha es uno de ellos. Con los casi 800 muertos de la UP que se le atribuyen y las dos últimas bombas terroristas, se acerca a esta cifra. El resto lo constituyen los magnicidios, el asesinato de jueces, de esmeralderos, de periodistas y las múltiples masacres que ordenó. La familiaridad de los colombianos con él, en cierta forma, opaca la dimensión del puesto que tendrá en la historia de la criminalidad mundial. Basta sólo con pensar que a Al Capone rey de Chicago durante los 13 años de la prohibición, se le atribuyen 200 muertos y, por cuenta de esto, medio siglo después de su muerte su leyenda vive .

“EI Mexicano” nació en Pacho, Cundinamarca, el 18 de mayo de 1947, hijo de una humilde familia campesina. Al terminar el tercero de bachillerato debió abandonar los estudios para salir a ganarse la vida por los caminos más tortuosos y violentos. A comienzos de los años 70 se convirtió en peón de Gilberto Molina, el hombre fuerte de esa zona esmeraldífera de Boyacá (Otanche, Borbur, Quípama). Pocos años después Rodríguez Gacha se independizó para dedicarse a un negocio mucho más rentable: el narcotráfico.

A medida que avanzaba en este actividad se fue haciendo a una fortuna hoy calculada en más de mil millones de dólares. No tardó en encontrarse con Pablo Escobar y con los hermanos Ochoa, con quienes se convirtió en jefe del cartel de Medellín. “El Mexicano” pasó a ser el jefe militar de grupo y, respaldado con su fortuna conformó la organización paramilitar más grande del país con cerca de mil hombres entrenados y fuertemente armados, que en un comienzo fueron destinados a su protección persónal. Pero al poco tiempo todo este ejército acabó sirviendo a una cruzada ideológica anticomunista, especialmente dirigida contra las Farc y contra los militantes de la UP.

La pelea con las Farc, aparte de las razones ideológicas, se alimentó por diversos episodios en los que Rodríguez Gacha encontró obstáculos para sus negocios en el Meta y el Guaviare. Los guerrilleros en ocasiones le cobraban impuestos sobre la droga de sus laboratorios, en otras se los destruían o le robaban la plata a sus emisarios. Ante la dificultad de cobrar venganza en los jefes del grupo insurgente enfiló sus baterías contra el partido político de la UP, cuyo muerto más importante fue el candidato presidencial Jaime Pardo Leal.

A todas estas “El Mexicano” ya estaba enfrentado con el cartel de Cali con el que se declaró una guerra a muerte, con el Gobierno nacional y con la DEA. Entre los aliados que conservaba se contaban sus viejos amigos de las esmeraldas. Las cosas con ellos cambiaron bien pronto, cuando sus ambiciosos planes estratégicos lo llevaron a buscar la forma de apoderarse de la región esmeraldífera de Boyacá para unir así sus terrenos en el Magdalena Medio con los que tenía en Pacho. Se abrió entonces un nuevo frente de lucha, en el que el narcotraficante no sólo pegó primero sino muy fuerte y en varias ocasiones. Para comenzar, en febrero de este año mató a Molina y a 14 personas más durante una fiesta en Sasaima, Cundinamarca. Luego acabó con Verónica Rivera, la “reina de la coca”, destruyó con una bomba las oficinas de Tecminas en Bogotá propiedad de Carranza, asesinó a un sobrino de Carranza y dispuso el allanamiento del edificio Altos del Portal también en Bogotá, para deshacerse de Angel Gaitán Mahecha, vinculado con el negocio de las esmeraldas y persona que servía como informante de la DEA para dar pistas sobre “EI Mexicano”.

La cuestión, entonces, era de guerra abierta y total. Lo cierto del caso es que Rodríguez Gacha casó muchas peleas y a la hora de su caída tenía demasiados enemigos. El Gobierno, el cartel de Cali, las Farc, la UP, la DEA y los esmeralderos eran muchos frentes para un solo hombre. Si Hitler perdió la guerra por pelear solo en dos frentes a “El Mexicano” las cosas se le pusieron cuesta arriba con sus seis, aunque hasta hace poco tiempo parecía estar ganando. Rodríguez Gacha murió en su ley, con un fusil en las manos enfrentándose y haciendo realidad la consigna que tanto pregonó: “Mejor una tumba en Colombia que una celda en los Estados Unidos.

 

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