El determinismo encantado

El determinismo encantado

El progreso tecnológico y el pensamiento racional han tenido un importante impacto en la vida y en la percepción de la gente. Una perspectiva

Por: ismael suárez_córdoba -
septiembre 25, 2020
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El determinismo encantado
Foto: Needpix

Con la llegada del progreso tecnológico y del pensamiento racional, un mundo lleno de pensamientos mágicos, espíritus y leyendas, y tiempos remotos del érase una vez fue desapareciendo y desencantándose. Este progreso dejó a muchas personas huérfanas de sentido y cuyo embrujo ahora parece que vuelve, ya que cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia, no solo porque el común de los mortales no entendamos cómo funciona un artefacto tecnológico, sino porque la inteligencia artificial está logrando realizar cosas sorprendentes. Hasta el punto que investigadores de las universidades de Chicago y Nueva York han acuñado el término "determinismo encantado", retomando la terminología de Max Weber*.

Desarrollo tecnológico —llámese conocimiento o alejamiento de lo auténtico— que, a pesar de sus bondades, no es sino un modo de interpretar el mundo a través de la técnica y que se ha convertido en la próxima obsesión del hombre. Creatividad vital para la experiencia humana que va a cambiar nuestro modo de vivir y de pensar, en la que es inútil intentar entender un mañana aún sin respuestas, así tratemos de asomarnos al futuro con una mezcla de asombro infantil y de preocupación de adulto. En el que para algunos ese mañana es más bien apocalíptico, así el rebelarse les parezca absurdo. Y para otros, es esperanzador, dadas las posibilidades de transformación que ofrece**. Debatiéndose el mundo entre tecnificar la humanidad, o humanizar la tecnología (sin que ésta pierda su eficacia), en un momento histórico en que vivimos que confiere a la educación un protagonismo regido por una ley implacable: “Toda persona, toda organización y toda sociedad, para sobrevivir, tiene que aprender al menos a la misma velocidad con la que cambia el entorno. Y si quiere progresar, tendrá que hacerlo a más velocidad”.

¡Y abracadabra! Vuelve la magia, ahora que, con el rostro cubierto, nos hemos convertido en solo mirada. Donde en la nueva realidad quizás nos habría ido mucho mejor, si hubiéramos pasado más años viviendo las realidades y las fantasías de las ficciones de niños. De los cuentos infantiles, de personajes no contactados, de mitos y leyendas medievales pobladas por monstruos y dragones. Sin la pertinaz obsesión de los adultos por sacar a los más chicos de una fugaz infancia, para que enseguida se sumerjan en las realidades de este mundo haciéndolos más vulnerables. Al no entender que la función elemental y clásica de estos cuentos (llenos de terror), es precisamente forjar y crear desconfianza dándoles las armas para defenderse de las incertidumbres de un mundo sombrío y peligroso, en el que hacerse mayor es una forma de ir perdiendo ese acceso a la verdad intuitiva que tienen los niños. Mundo de la liturgia de las relaciones humanas que reprime sentimientos, de diferencias comercializables en el cual el interés privado es lo principal. Mundo en el que el calentamiento global reclama afrontar la transición ecológica con firmeza, mediante el diseño de ambientes construidos con la vista puesta en el desmantelamiento de las barreras entre los entornos urbanos y el mundo natural***.

Tiempo en que todo niño despierta de su infancia y en el que también adquiere la conciencia de la muerte, al preguntarse dónde va a gastar el tiempo. En un momento de revelación que pide respuestas y que ayuda a continuar con la vida, comprendiendo que el universo en su constante movimiento nos obliga a lidiar con nuestros miedos y a afrontar nuestras carencias. Entendiendo que la muerte es la verdad absoluta de toda la existencia, y que los difuntos se sepultan mediante unos rituales del adiós que nacieron del anhelo de reconciliarse con su memoria. En los que el duelo reclama la atención al detalle de antiguas costumbres, cuyo ritual guía durante los primeros días porque los muertos se quedan enteros dentro de nosotros. Esculpidos en lo que somos gracias a ellos, impregnando el futuro a través de nuestras frases que bucean y respiran las suyas, ya que nadie les sepulta su voz.

Siendo sin duda seres añorantes, que echamos de menos otras épocas en que todos estábamos servidos de cosas más perdurables. Remembranzas de un ayer nebuloso, perdido en el transcurrir cotidiano de la vida. Conservando solo en la memoria esos recuerdos que deliberadamente hemos querido guardar para siempre, convencidos de que el ejercicio de mirar para atrás es inevitable, porque allí está la certeza de lo vivido que siempre deja rastros en un rincón.

Referencias

José Antonio Marina, libro Proyecto Centauro: La nueva frontera educativa. Zadie Smith, artículo en The New Yorker. Sergio del Molino, libro La piel. Max Weber, libro Sociología de la Religión. Julia Watson, Diseño experiencial, paisajístico y urbano, Universidad de Harvard y Columbia.

Notas al texto

(*) Puede definirse al determinismo como la doctrina o la teoría que afirma que todos los fenómenos o acontecimientos están determinados por algún motivo. Esto implica entender la realidad como la consecuencia directa de una causa, en la que nada existe sin una ley que la determina. Maximilian Karl Emil Weber (Erfurt 1864 - Múnich 1920), filósofo, economista, jurista, politólogo y sociólogo alemán, de marcado sentido negativista. Es uno de los padres de la sociología, junto a Karl Marx, Auguste Comte y Emile Durkheim. Sus trabajos más importantes se relacionan con la sociología de la religión, el gobierno y la economía, siendo sus obras más reconocidas "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" y "Economía y Sociedad".

(**) La sociedad de la información es tal porque existen Tecnologías de la Información y de la Comunicación que la hacen posible. De hecho, y a diferencia del período propiamente industrial (al menos en sus dos primeras etapas), las sociedades son hoy profundamente dependientes en todos sus aspectos de los “artefactos tecnológicos”. Cuya futura tendencia apunta a una interacción estrecha (simbiosis), donde las máquinas suelen fallar cuando lidian con problemas del mundo real. Como es el caso de la terapia génica, forma experimental de tratamiento que utiliza la transferencia de genes sanos a la célula o tejido de un paciente, para curar una enfermedad de tipo hereditaria o adquirida. O mediante la inserción de elementos funcionales en el cerebro de un individuo, para el tratamiento o seguimiento controlado de enfermedades letales (NIH - National Human Genome Research Institute).

(***) La tecnología ancestral indígena enseña a diseñar con la naturaleza, en lugar de ir contra ella. Sistemas y soluciones de diseño nativo, olvidadas en la prisa hacia el futuro y existentes en otras partes del mundo. Como por ejemplo: Aldeas de Khasi - India, donde la gente ha construido puentes vivos tejidos de raíces que se fortalecen con el tiempo y permiten viajar cuando llega la temporada de monzones (viento estacional, cálido y lluvioso en verano). Civilización de las Marismas Mesopotámicas (humedales situados al sur de Irak y suroeste de Irán), donde durante 5.000 años el pueblo Maidán ha vivido en islas artificiales construidas a partir de cañas cosechadas. Ciudad africana flotante en Benin, donde los edificios están inclinados sobre tierras inundadas. Islas flotantes de los Uros, conjunto de superficies artificiales habitables construidas de totora (planta acuática) que crece en la superficie del lago Titicaca, habitada por los uros. Pueblo ancestral indígena, que se concentra en la meseta del Collao (altiplano de América del Sur de 3800 msnm de altitud media, que abarca parte del noroeste de Argentina, el occidente de Bolivia, parte del norte de Chile y parte del sur del Perú).

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