Solemos decir que nuestro país goza de inmensos recursos naturales y de un pueblo trabajador como el que más, por lo que la incógnita son las razones por las cuales la economía nacional no se desarrolla, el bienestar de la sociedad decae y naciones que hace 60 años eran más atrasados que el nuestro, como China y Corea del Sur, hoy están en la cúspide de las modernas economías, así las hayan desarrollado por caminos distintos. Uno de los conceptos que nos permite auscultar es por qué sigue tan entrabado el entorno económico es el de costo-país.
El tema tiene referentes como la inversión del gasto público, los sistemas tributarios, la infraestructura, la logística, el transporte, la cadena de suministro, los costos operacionales y logísticos –excesivamente onerosos por los altos costos de los combustibles–, los peajes, los servicios públicos y el almacenamiento. El costo-país nos sirve para comparar la productividad y competitividad de una nación frente a las demás.
Empecemos por decir que Colombia produce poca riqueza, lo que se pone en evidencia al conocer el ingreso per cápita de 6.428 dólares año (cifra de 2019), cuando los países más desarrollados están por encima de 30.000 dólares. Somos, además, uno de los países más desiguales del mundo: producimos poco y las élites económicas y políticas se quedan con la tajada mayor, dejando una estela de pobreza, atraso, desempleo, inseguridad. Los 30 años de modelo neoliberal de libre comercio o globalización han empeorado el desastre, agravado todavía más por la pandemia, e hicieron estallar la explosión social de 2019 y 2021.
Sobre las políticas de gasto público, no es sino analizar las cifras del Presupuesto General de la Nación. Para la muestra, el proyecto para 2022 presentado hace poco al Congreso por un monto total de 350,4 billones de pesos, y cuyo rubro principal es el pago del servicio de la deuda pública por 78 billones de pesos (más del 22 %), mucho mayor que el ítem de inversión pública por 62,2 billones de pesos y menos aún que el de educación, 49,3 billones, y el de salud, 41,2 billones.
El sistema tributario es uno de los más regresivos, ya que más de la mitad de los impuestos son indirectos, como el IVA. Y el impuesto a la renta tiene tal cantidad de exenciones y descuentos que los sectores económicos más pudientes prácticamente no tributan y utilizan los paraísos fiscales para evadir sin problemas.
Lo primero que uno advierte en el sistema de transporte es que Colombia abandonó el ferrocarril, uno de los más antiguos medios, y que ha evolucionado a ritmos vertiginosos y a velocidades inimaginables. La exigua red que subsiste en Colombia es la que transporta carbón de los yacimientos del Cesar y La Guajira hacia los puertos en el mar Caribe. Aunado a esto, nuestro país está plagado de peajes con unas tarifas altísimas y tasas de retorno entre el 10 y el 15 por ciento, parecidas a las de la energía eléctrica que, para la distribución local, está por encima del 11 %, una de las tarifas más altas de América Latina; en la costa atlántica aumentadas en más del 14 % para los usuarios regulados –residenciales y pequeñas y medianas empresas–, más de ocho veces la inflación de 2020, que fue de 1,61 %.
Se sigue entonces deteriorando el costo-país, con impactos negativos en la competitividad y productividad del aparato productivo nacional y en las condiciones de vida de la población. Según las últimas cifras del Dane, grandes sectores sociales ya no se alimenta tres veces al día. La informalidad laboral, el desempleo y la población inactiva –los que dejaron de buscar empleo– llegan a niveles insoportables, lo que demuestra el fracaso de las políticas económicas y sociales de los últimos años. Se hace necesario un verdadero cambio que enrute al país hacia la creación de fuentes de empleo y urge renegociar los tratados de libre comercio que tienen inundado al país de importaciones de bienes agrícolas e industriales. Solo así el costo-país dejará de seguir deteriorándose y mejorarán las condiciones de vida y de trabajo de la población.