Con la jugada política de votar contra la Justicia Especial para la Paz, Germán Vargas Lleras abre la campaña presidencial para el 2018 buscando aliados en sectores de ultraderecha, pues no tiene opciones para explorar entre los partidos y movimientos que apoyan y defienden los acuerdos paz.
Todo indica que saldrá de la “Unidad Nacional” y del Gobierno, según declaración del presidente Santos en el sentido de que los parlamentarios que no voten la implementación de la JEP saldrán de los ministerios y de los altos cargos burocráticos. Más vale tarde que nunca, como dice el refrán popular. Cuatro años haciendo política con los recursos públicos y en contravía de la paz, y aquí no pasaba nada. Ahí si vale preguntar: ¿cómo se llama este país?
No hay que ser muy inteligente para adivinar el sentido de la jugada política de Vargas Lleras. Eso de que está defendiendo sus principios en “beneficio del interés general de la nación”, como afirma sin rubor este camaleón de la política, es un cuento chino. Lo que en realidad está buscando es una alianza con Uribe para las presidenciales, que de llegar a darse lo dejaría bien posicionado para la primera vuelta presidencial. Y si logra el apoyo de Marta Lucia Ramírez pues ni hablar. La tripleta de Vargas Lleras, Marta Lucía y Uribe Vélez, tendría muchas posibilidades de “hacer trizas” el acuerdo de paz. Sin embargo, la movida no es tan fácil como parece, porque del dicho al hecho hay mucho trecho.
La política es el juego de lo posible dentro de una correlación de fuerzas, y en este caso todo puede suceder. Las coaliciones serán determinantes porque ningún candidato sin coaliciones podrá llegará a la presidencia de la República.
De tal manera que la salida de Cambio Radical de las toldas del Gobierno para engrosar el campo de los que están contra la implementación de los acuerdos de paz, le resta gobernabilidad al presidente Santos para tramitar los acuerdos de paz en el congreso. No obstante, la relación de fuerzas todavía le permite sacar adelante, por lo menos, la Justicia Especial para la Paz, la reforma electoral y la amnistía para los exguerrilleros. Lo anterior, con dificultades es cierto y cediendo en algunos artículos del acuerdo para buscar un mayor consenso; sin embargo, es posible, según los entendidos, salvar el acuerdo de paz que es lo fundamental, siempre y cuando las fuerzas democráticas logren la unidad para alcanzar la presidencia de la República.
Por el lado de los movimientos y partidos que apoyan los acuerdos de paz, la situación no está menos compleja. Ante la andanada intolerante del senador Uribe contra Claudia López y Sergio Fajardo, porque que están luchando contra la corrupción cuando al mismo tiempo apoyan a un gobierno corrupto, De la Calle sale en su defensa argumentando que Claudia y Fajardo son personas limpias y honorables, y que no está de acuerdo que se siga polarizando al país con una campaña de insultos y agravios personales, en vez de estar presentando fórmulas de solución a los graves problemas nacionales, salida que muchos analistas califican como un primer paso hacia una posible coalición presidencial.
De cualquier manera la salida de Vargas Lleras clarifica el panorama en cierta medida, faltando todavía algunos elementos para poder tener clara la perspectiva política: la reforma política-electoral; la convención del Partido Liberal y la del Centro Democrático en noviembre; los resultados de las parlamentarias en marzo, y las expectativas de la abstención electoral en esta coyuntura.
Así las cosas hay que esperar a ver con quién se va Gustavo Petro a la primera vuelta, teniendo en cuenta que dispone de una importante base electoral en Bogotá y en la costa atlántica; y Clara López que sale del Polo con su movimiento independiente “Todos somos Colombia”, aspirando a conservar una buena fracción de los dos millones de votos que sacó en las presidenciales del 2014.
Del otro lado hay que estar atentos a la organización y la unidad del nuevo partido de la Farc y de la Unión Patriótica, y demás procesos sociales y políticos, democráticos y de izquierda, en la perspectiva de lanzar listas unitarias al senado y a la cámara de representantes, que abran la posibilidad de elegir una fracción parlamentaria significativa que permita jugar un papel importante en la campaña presidencial y en el Congreso de la República.
Los sectores democráticos y progresistas tienen al frente una campaña electoral caracterizada por la más profunda polarización como no se había visto en Colombia desde la fundación del Frente Nacional, que tiende a agudizarse en la medida que se acerquen las elecciones, con la implementación de los acuerdos en plena campaña electoral.
Lo cierto es que vuelve y juega el tema fundamental de la paz democrática. Hay que tener iniciativa para evitar el aislamiento político; hay que salirle al paso al discurso del miedo y de la mentira con consignas propositivas, llenas de optimismo y esperanza que lleguen al corazón del pueblo. Hay que asumir la campaña con el criterio de la unidad para la paz de Colombia.
