El desprecio de Caracol y RCN por los grandes actores colombianos

El desprecio de Caracol y RCN por los grandes actores colombianos

Estrellas como Flora Martínez y Marlon Moreno tienen que irse del país para ser valoradas. En Colombia los productores no dejan surgir a los actores

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junio 24, 2021
El desprecio de Caracol y RCN por los grandes actores colombianos

Colombia es el único país de Latinoamérica que no tiene farándula. Claro, con lo poco que ganan nuestros actores no tienen ni siquiera para comprar un vestido de diseñador. Acá los productores, desde los dos canales privados, instauraron su reinado del terror. Por eso prefieren escoger mansos, amoldables, hermosos y rubios actores sin demasiada capacidad intelectual. Si un marciano sintonizara Caracol o RCN creería que Colombia fue el albergue de los Nazis que huyeron de Alemania en abril de 1945, justo cuando los rusos se tomaban Berlín. Cero chibchas, somos altos, rubios y de ojos azules. Barrigas y fealdad han sido extirpadas como un cáncer de la cada vez más aria televisión nacional.

Los televidentes de las novelas de Caracol y RCN son, con excepción de los que ven La reina del Flow, señores mayores de cincuenta años incapaces de adaptarse a los nuevos medios para ver televisión. No tienen una plataforma, ni redes sociales, viven en la burbuja y son los que salen a votar por el que diga Uribe cada vez que este se los pida. Es una televisión chata, sin futuro, que le apuesta al reencauche de clásicos como Café o de realitys que se repiten como una peonza. Lo increíble es que, en aras de convertirse en una empresa, van descabezando caciques, sobre todo si estos tienen ideas políticas o si tienen algo que decir en contra de los productores que los contratan.

Un buen actor en Colombia no debe tener ideas ni ego. Debe cumplir, acatar horario como un obrero. Son tan infames estos canales que ni siquiera respetan trayectorias. Señores, la gente no va a ver una novela porque el productor sea Dago sino porque al frente de la cámara está Marlon Moreno. La gente no se enamora de Juana Uribe sino de Flora Martínez. Necesitamos estrellas que enganchen, que nos identifiquen. Antes era tan divertido ver a Pacheco, a Cesar Mora, a Maria Cecilia Botero, al propio Carlos Muñoz, uno se sentía como en una familia. Además, como eran telenovelas corales, no paraban de aparecer rostros nuevos. La actuación en Colombia era una profesión digna.

Pero, al ser tomados por los Santodomingo y los Ardila, se empezó a hablar de productividad. Y ya en las tardes no se veía a Norida Rodriguez en Lola Calamidades sino alguna basura turca, barata y ajena pero dispuesto a llenar el nulo criterio de un televidente promedio colombiano. Y por eso no pasa nada ya con nuestra televisión y vivimos con el cuento de Betty la fea. Se acabó la edad de oro y nadie nos avisó. Los actores están desesperados, quieren salir del país porque es lo único que les puede garantizar un trabajo digno, con prestaciones, estabilidad. Esa generación de mayores de cuarenta años difícilmente regresará. Flora Martínez, por ejemplo, ese portento, se tuvo que reencarnar en Frida Kalho para generar la fiebre que persigue a los que vemos su monólogo no frente a una cámara sino sobre un escenario. Y así va recorriendo el continente. Lo mismo pasa con Juan Pablo Raba, quien se afincó en Hollywood. Manolo Cardona tiene una productora de éxito y Marlon Moreno intenta sin éxito establecerse en Los Angeles. Colombia no es una opción. Caracol y RCN tiene las puertas cerradas para el talento.

Y entonces son rostros que pasan, como una estación de trenes, los rubiecitos lindos llegan entre promesas y algarabía y se van al cabo de unos meses, con un cheque gordo y las ilusiones rotas. No son estrellas, son muñecos desechables dispuestos a satisfacer por un momento el gusto de un público sin criterio ni memoria.

A mí en lo particular la televisión colombiana ya no me importa. Con Netflix, Disney, HBO, DirectTV Go, Amazon Prime y las demás plataformas ¿para qué carajos quiero ver el Desafío? Pero tengo un vínculo sentimental con todos esos actores como Flora que hicieron de mi adolescencia un lugar menos miserable gracias a interpretaciones tan sublimes como Leche, el ambicioso proyecto interactivo de Víctor Mallarino del que nadie se acuerda. Y desde que tenga esta tribuna denunciaré la falta de poesía de los que agarraron la televisión como una empresa en donde lo único que importa es la fucking productividad. A veces es bueno que nos regalen un poco de talento y de belleza, señores productores.

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