Viendo la situación que vive hoy la economía mundial recordamos un programa presentado por el canal History Channel hace ya varios años con el título Los profetas del Armagedón, en el cual varios analistas norteamericanos expusieron sus planteamientos sobre el futuro de Estados Unidos, previendo que según nos demuestra la historia todo imperio tiene su final, ya que nada es eterno en el mundo. John Cronin, Michael Rupert, James Howard, Robert Gleason y Nathan Hagens dijeron que el agua, el petróleo, la tecnología, el terrorismo y el devenir de las finanzas globales son los motivos que en el futuro no muy lejano llevarán al ocaso de la sociedad americana.
Parece que el que más razón tiene en sus argumentos es Hagens, quien señaló el derrumbe de la economía como el fenómeno que causaría dicha caída, según los hechos de 2008 y el de este año, cuando Biden tuvo que inyectar 1,9 billones de dólares para reactivar la economía, supuestamente golpeada por la pandemia, pero que si no estuviera el COVID-19 también necesitaría la ayuda; pues la tendencia de los fenómenos económicos ocurridos en la década que acaba de terminar muestra que ya el modelo del capitalismo financiero global está dando pataleadas de ahogado y que por más que los líderes de la economía mundial, principalmente asociados en el Club Bilderberg, hagan maniobras para frenar la caída, solo podrán aplazarla, pero no evitar el desenlace final.
Nathan Hagens mostró lo que ya todo el mundo sabe: que hay dos aspectos del modelo actual que encierra con ellos en su interior su propia destrucción:
- Por una parte, el hecho de que esta modalidad de capitalismo gira en torno a la moneda, que ha convertido en una mercancía, pero sin la correspondiente contrapartida en el sector real de la economía o sea donde están los bienes y servicios, siendo que, desde sus orígenes, el dinero es solo un medio de pago que sirve para intercambiar con todas las mercancías, pero que no contiene valor porque son las demás, las que conllevan satisfactores de necesidades humanas y que por ello tienen un valor real. El negocio de compra-venta de dinero es solo una especulación monetaria sin respaldo en el mercado de bienes y servicios.
- El otro aspecto, que es más grave aún, se refiere al aprovechamiento del Estado como objeto de negocio. El modelo se basa en prestarle dinero al organismo y luego mandarlo a recaudar impuestos para que pague el servicio de la deuda, esquema este que tiene serias limitaciones; pues la capacidad de endeudamiento fiscal de todos los Estados no puede sobrepasar las posibilidades de la base tributaria, que está sujeta a la generación de valor por parte del aparato productivo y que el mismo modelo se encarga de secar creando un círculo vicioso. Un Estado dedicado solo a pedir plata prestada en los mercados de capitales, con un esquema donde abre un hueco para tapar otro siendo el último más grande que el anterior, no tiene mayor durabilidad en el tiempo; y eso sin pensar en los efectos sociales que esto genera y que arrastran el descontento con explosiones políticas. Hoy se observa que todos los Estados del mundo están sobreendeudados y que la capacidad de recaudo de impuestos para pagar está cada vez más estrecha.
Lo que Hagens nos muestra es que esa modalidad de sistema económico, donde los ricos no invierten en capital de riesgo creando empleo y aumentando la oferta de bienes y servicios, sino que se dedican a comprar productos monetarios sin esfuerzo empresarial, no tiene soportes raizales que brinden sostenibilidad al modelo. Mientras tanto, los fondos de inversión (por donde se canaliza el movimiento de capital), llenan sus arcas y concentran la riqueza del mundo, dejando al resto de la humanidad en la miseria. Por eso está asegurado tarde o temprano el desplome del modelo económico.