Habían niños, muchos niños que viajaron con sus papás a ver a sus ídolos en Chantilly, una población a 50 minutos de París alejado del mundanal ruido. Muchos colombianos que viven en París se desplazaron desde temprano con la ilusión de tomarse una foto con sus ídolos. Llegaron una hora antes de que arribara el bus con los jugadores. Cuando llegaron cundió la desilusión absoluta: el bus venía con vidrios polarizados, los hinchas no vieron nada. Luego, afuera, esperaron durante tres horas por que alguien saliera a saludarlos. Ya ni siquiera esperaban ver el entrenamiento, sólo un saludo de James. Pero nadie salió.
Yo sé que estamos muy felices con Pékerman. Nos regaló la mejor presentación de una selección nacional en un mundial llegando a cuartos de final. Pero muchos ya estamos mamados de lo misterioso que es con las convocatorias. ¿Por qué no regalarle un momento de alegría a un colombiano que vive lejos de su país y que siente que el único contacto que tiene con la tierra adorada es el equipo nacional? ¿Pékerman es tan paranoico que cree de verdad que un niño puede convertirse en un espía de sus rivales? Yo creo que la época de Pékerman está terminando. Queremos otra vez una selección para nosotros y no manejada por el misterioso Pascual Lezcano, el yerno de Pékerman que parece mover todos los hilos del equipo. Este desplante a los hinchas y a los niños colombianos en París no lo olvidaremos en mucho tiempo