Por tener la televisión programada para que se encienda de modo automático, cada mañana despierto a las cinco como consecuencia de la música instrumental y la luz azulada que de repente invaden mi cuarto. En la pantalla parecen volar, aunque permanecen quietas en el aire, una hilera de mariposas amarillas de distinto tamaño. Es la imagen de fondo de los canales de radio que aparecen por la televisión cubana.
La misma voz femenina y seductora de todos los días irrumpe tras una melodía para recordarnos que no es por casualidad que nacemos en uno u otro lugar del mundo, sino para dar testimonio. Es Radio Enciclopedia, que tras una breve introducción, informa la hora y continúa su romántica alborada. Entonces, más despierto y consciente del comienzo de un nuevo día, tomo el control en mi mano derecha y subo un canal, a Radio Reloj, que de modo maquinal, cada media hora reinicia su emisión con los titulares de las noticias que desarrollará a continuación.
Esa rutina diaria me permite saber que en Cuba todos los días están dedicados a algo, a una profesión o causa por la que en uno o varios lugares de la isla se celebrarán actos conmemorativos. Y también conocer, con un énfasis particular, los acontecimientos más destacados a escala internacional, latinoamericana y local.
La guerra en Siria, la obstinación de Trump, el repunte de Sanders, las sanciones a Irán, la audacia de Putin, el maltrato a los inmigrantes en Grecia, el nuevo crimen israelí contra Palestina, el apoyo irrestricto de Cuba a la Venezuela chavista, las masivas manifestaciones de apoyo a Dilma y Cristina, los avances en los diálogos de La Habana, los Panamá Papers y los negociados de Macri, el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, el más reciente caso descubierto de Zika y la campaña contra el mosquito transmisor, la visita de algún mandatario, primer ministro o secretario general de un partido comunista, el compromiso de los trabajadores de algún lugar por incrementar la producción en determinado porcentaje este año, alguna crónica emotiva sobre el más reciente de los juegos de pelota, el infaltable y exacto pronóstico del tiempo, entre otros temas similares, llegan al oído, por apartes, mientras uno tiende la cama, entra al baño, se afeita, se ducha, se seca y se viste.
Para un colombiano, realmente, en Cuba no pasa nunca nada, es un país distinto, en el que la violencia no existe, en el que la calma y la tranquilidad más absoluta se respiran por doquier. Aquí no hay graves accidentes que registrar, ni crímenes de qué hacer gran noticia, tampoco guerra ni narcotráfico y mafias paramilitares. No hay reinados de belleza sino ferias del libro que recorren todo el país. No se dan las peligrosas pugnas políticas que son pan diario en el nuestro. Ni los escándalos por corrupción o la oposición de altos funcionarios a la justa restitución de tierras.
De la cocina asciende un delicioso aroma a café que indica que puedo bajar a buscar uno. Los cubanos lo prefieren fuerte, oscuro, pero en una cantidad que nos sorprende por lo pequeña. A la mayoría de los nuestros les gusta más grande y suave, por lo que suelen añadirle agua hervida. Nos lo ofrece un gastronómico o gastronómica, trabajador o trabajadora de uniforme azul oscuro y blusa blanca, que sonríe de oreja a oreja y se comporta muy amable con nosotros. El brillo sincero y alegre de sus ojos nos anuncia que tendremos un buen día. Seguiremos.
