Por estos días el Centro Democrático anda realizando unas convenciones regionales, en las que supuestamente deja claro lo que busca esta colectividad. No es otra cosa que una pedagogía derechista que se siente perdida, en cierto modo derrotada por la poca credibilidad que hoy tiene ante el votante de a pie. Esto se ha manifestado, según lo que se puede ver en las redes sociales y en algunos medios carentes de imparcialidad, en las declaraciones de sus más importantes referentes.
Uno de ellos, la senadora María Fernanda Cabal –que, dicho sea de paso, ya está haciendo campaña presidencial–, ha manifestado que Juan Manuel Santos es el jefe político de Petro, y que su llegada al poder no se pudo dar de otra forma sin el aval del expresidente.
También ha dicho que la constituyente que propone Petro es una cortina de humo, una salida que busca el primer mandatario para huir de sus escándalos. En fin, para ella el país está patas arriba como consecuencia de un truculento plan para colocar a la izquierda en el poder.
Por su parte, la senadora Paloma Valencia le pide al presidente que responda por la corrupción manifiesta en algunos de sus funcionarios; que hable menos y que cumpla con lo que prometió, puesto que, según su análisis, no se ha visto nada de trabajo gubernamental. En otras palabras, lo tilda de mediocre, incompetente, como de no estar preparado para el desafío de llevar las riendas de un país como el nuestro.
Son estas las opiniones que a diario se les escucha a las huestes uribistas, incapaces de reconocer los malos gobiernos que no les permitieron llegar a la presidencia. Se debe reconocer, si se hace toma de conciencia, que esa corrupción que tanto cuestionan los alfiles de Uribe también se dio mientras estuvo en el poder; que la ingobernabilidad que denuncian es el resultado de los grupos paramilitares que ahora son bandas criminales, y que nunca persiguieron como persiguen a Petro por su pasado subversivo.
Todo se trata, amigo lector, del desespero que se siente cuando ya no se gobierna. La casta política uribista se cansó de robar como nunca, pero de eso no hay crítica alguna; utilizó los instrumentos del Estado para favorecer judicialmente a sus parapolíticos, sin que por eso se haya procesado a ningún juez o magistrado. Sin embargo, ahora, empleando sus medios de comunicación aliados, sí encuentran actos de corrupción en todo lo que el actual gobierno realiza.
No nos dejemos engañar, porque seríamos los idiotas útiles de los que tampoco hicieron nada. A estos no les preocupa el país, simplemente se ponen mal por la no materialización sus propios intereses. Por ejemplo, que la banca privada no contrate con el Estado, y que los que siempre han hecho negocios con este hoy se vean relegados.
Al uribismo no le interesa la paz, ni mucho menos dialogar con la criminalidad: lo único que le duele es que sus cuentas bancarias ya no están tan llenas como antes.