Uno de los tantos placeres de la lectura se encuentra con la incógnita ante las palabras desconocidas, que obliga al lector a acudir a diferentes fuentes para pretender saber qué se quiso decir y la fuente primera no puede ser alguna diferente a la famosa RAE. Ya, si la Real Academia Española dice desconocer la palabreja, pues se busca ayuda en otras partes.
Pero esas sorpresas de encontrarse ante palabras o modismos desconocidos no se da solo con la literatura sino, lógicamente, también en asuntos de la política. Y la razón no es otra al no saberse quién dice más mentiras, si los escribidores o los políticos, creadores ambos de humo y ficción.
Pues bien, es conocido de todos que el proceso de paz que se lleva en La Habana ha adoptado, gracias a las palabras del mago más grande de la política actual en Colombia, un nuevo concepto.
Ya no es justicia transicional o si pedir perdón o dejar de hacer todo lo que las Farc hacen a diario. Ahora el asunto es otro. Nuestro presidente blablablá Santos nos viene ahora con el cuento de que hemos entrado a un proceso de desescalamiento (aquí el Word me señala en rojo la palabreja…, como si no la conociera) de la guerra o conflicto o como deseen llamarlo.
Y corra a buscar diccionario.
La RAE dice que la palabra desescalamiento no está registrada en el diccionario y me pregunta intrigado si no habré querido yo teclear desencajamiento. Paso de largo la duda y como deduzco que desescalamiento vendrá del verbo desescalar (otra vez Word subraya la palabreja), pues le pregunto a la misma RAE qué es desescalar. Otra vez me viene con la misma, que la palabra no está registrada.
Pasando entonces a otros diccionarios y el Google y el Wikipedia y los vecinos, vamos concluyendo que si una cosa es escalar, o sea, escalar por una gran pendiente, desescalar en versión presidencial será bajar la montaña en reversa, con cuidadito, con maña y mucha prudencia.
O sea, que lo que dice el presidente es que hemos entrado (o entraremos el 7 de agosto o el 21 de septiembre) en una nueva etapa, algo así como amenguar, reducir las hostilidades, que nos demos pasito.
Escribo esto el jueves 16, son las siete de la tarde o noche y he echado un vistazo a los titulares del noticiero y supe de un soldado muerto y ataques en carreteras y nuevas voladuras de oleoductos.
¿Será que pensé mal y eso es desescalamiento?
Pero el presidente nos pide a todos que le bajemos el tono a las declaraciones contra la guerrilla como una de las medidas para desescalar eso que llaman el conflicto y me quedo sin palabras sin saber qué decir de los compañeros camaradas y sus buenas intenciones.
Y como en todo circo siempre hay un payaso mayor, el que más nos hace reír, quien casualmente siempre es un gordito, me entero que el personaje que dirá que todo el desescalamiento y esa carajada ha quedado divino no va a ser otro diferente al más triste presidente que ha tenido esta patria, Ernesto Samper Pizano, un tipo que se subió a la presidencia con las platas del cartel de Cali, descaradamente, salió airoso del proceso cantinflesco que se le montó, y ahora es presidente de Unasur porque blablablá Santos tuvo la ocurrencia de ofrecerlo para tan alto cargo.
—Presidente, ¿qué desescalemos al elefante?, —habrá preguntado un Consejero Ministro de la Casa de Nariño, y nadie en tan magna casa habrá siquiera sonreído.
Y hablando de…
Y hablando de desvergüenzas y visto que la clase política colombiana es incapaz de sacar en alto el nombre de Colombia, vale bien la pena aplaudir a los deportistas en Canadá, a los que obtienen merecidas medallas y a todos los otros.