El descubrimiento del Nuevo Mundo
Opinión

El descubrimiento del Nuevo Mundo

Por:
octubre 23, 2013
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Algo se aprende o se entiende cuando uno sale del país.

Hace cinco o seis lustros se hablaba de 'el fin de la historia' entendiendo por esto que el mundo irreversiblemente acabaría por ordenarse alrededor de la democracia y el capitalismo. Esto como consecuencia del fracaso de la propuesta del modelo alternativo de entonces, o sea, de la opción socialista o comunista.

Estados Unidos era el símbolo y la guía del camino al éxito y su preponderancia y liderazgo en lo político y en lo económico estaba fuera de discusión.

La reciente crisis interna con el enfrentamiento entre el poder legislativo y el ejecutivo puede ser vista como de confrontación entre partidos, o entre la del principio del poder de las mayorías y la garantía que defiende las minorías. Pero sin importar que interpretación se haga, lo que mostró no son solo las fisuras que puede tener el sistema político de ese país. Mostró también cuánto puede haber cambiado el mundo en este nuevo siglo.

Lo que sorprende y se desprende de esto es que no solo no hay tal 'fin de la historia' sino que varias alternativas están emergiendo sin que hoy sean suficientemente estudiadas o conocidas.

Una expresión de lo que ha cambiado el mundo no es solo la forma de cómo se organiza la economía del planeta (globalización, sustitución de los Estados por las trasnacionales, megafusiones, etc.), sino como cambia la presencia y la importancia de los estados, las culturas y las poblaciones en los diferentes escenarios.

Mucho se estudia y se estudió el funcionamiento de los llamados países occidentales, sus reglas del juego o modelos políticos, su economía, sus sistemas de administración de justicia etc. Pero que poco se conoce de los que componen el nuevo mundo.

Recuerdo una conferencia de un director del Banco Mundial en Pekín quien al ser preguntado sobre como se explicaba el crecimiento de China (que entonces empezaba a repetir aumentos del PIB del orden del 10%, nunca logrados por un país capitalista) respondió que su entidad no tenía ni siquiera los instrumentos para medir las variables con las que ellos mismos trabajan, pero que era indudable que era un sistema exitoso.

A pesar de ser hoy la segunda economía del mundo, y del vertiginoso aumento del ingreso y de la calidad de vida per cápita, hoy no parece tenerse mejor conocimiento o mayor interés en profundizar sobre las razones de ese fenómeno.

Igual que respecto a lo que fue la segunda economía en esa época, la japonesa, los sabios y dirigentes occidentales se limitaron a describir los resultados, los éxitos manifiestos, pero sin buscar aprender o entender el porqué de tales éxitos.

Hoy los modelos podrían ser ya no solo Japón (relegado a ser la tercera economía) sino los primeros 'tigres' como fueron Singapur, Taiwán o Corea del Sur; o lo nuevos tigres emergentes del sudeste asiático como Malasia o Vietnam; o los imperios de petrodólares como Arabia Saudita, Qatar o los emiratos; o ahora las nuevas potencias como China, India, Rusia o Brasil.

No solo es grande la ignorancia respecto a las características de su modelo económico, sino también sobre las culturas que lo permiten; porque definitivamente no es con la visión, los valores y los sistemas de análisis nuestros que se pueden montar modelos de desarrollo exitosos como esos; y parece poco probable que la hegemonía del modelo americano (de la comida chatarra, y hasta cierto punto del pensamiento chatarra de los realities, los 'ídolos', de los MacDonalds, los Starbucks, etc.) siga imponiéndose a través del consumo mismo de los americanos o de los occidentales.

En la medida que el mundo consumidor pasa a ser mayoritariamente de otras culturas y civilizaciones, no solo el centro gravedad de la economía tiende a dispersarse sino el peso de otras formas de pensar puede imponerse. Por el momento solo podemos estar seguros de que participamos de una época de gigantescos cambios (¿qué tal el desarrollo tecnológico?); lo que no es tan fácil de deducir es adónde nos lleva; pero parece bastante probable que el mundo alrededor de los valores y tradiciones que conocemos sea remplazado o por lo menos relegado en su preponderancia.

Un indicador como el del mundo turístico —que se puede considerar por excelencia una muestra de la clase media mundial— debería llamar a reflexionar sobre esa nueva distribución del planeta. Ya prácticamente no existe el 'gringo' de vestidos fantasiosos; ni el japonés con sus cámaras fotográficas; hoy en las calles de las grandes capitales —y no, solo en ellas— los han remplazado los turistas de Corea, de Vietnam y por supuesto, sobre todo, de China. En menor escala —pero abrumadoramente mayor que la de los americanos— siguen los rusos y los brasileños.

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