En el servicio de recolección de basuras, y ante la negligencia de las autoridades y órganos de control que lo permiten, el operador de aseo de mi zona, Promoambiental, me cobra mucho más de lo que debería. Un robo descarado.
En los últimos meses, la factura del servicio de aseo me ha llegado en promedio por $30.000.
No obstante, como desde hace años hago una juiciosa separación de residuos en la fuente, ahora todo mi material aprovechable lo entrego a otra empresa, la novedosa plataforma amazoniko.com, que vía un reciclador de oficio lo recoge a las puertas de mi hogar e incluso me da puntos en función del peso entregado, que puedo utilizar para adquirir productos ambientalmente sostenibles.
En contraste, a PromoAmbiental únicamente le entrego una mínima cantidad de residuos no aprovechables, en su mayoría orgánicos.
Al quejarme directamente ante ellos, exigiéndoles que me cobren menos de lo que me cobran, salieron con el cuento de que como el predio que habito corresponde a multiusuario residencial, la tarifa depende del aforo (cantidad de basura) que genera el edificio en su conjunto, lo cual en sí mismo ya es un atropello, pues es claro que no todos los residentes generamos el mismo tipo ni la misma cantidad de basura.
Es urgente modificar el marco regulatorio para que cada usuario, de manera individualizada, pague por el servicio de recolección que realmente usa y no como un injusto promedio.
Pero como eso puede tomar más tiempo, una solución inmediata sería que el operador de aseo haga una visita técnica a mi predio para constatar mi adecuada separación de residuos en la fuente y me clasifique en su sistema de facturación como cliente premium al que se le aplique un descuento, para así pagar mucho menos que el promedio de los irresponsables que generan más basura y la revuelven toda.
Esto pasa con PromoAmbiental, pero por el obsoleto marco regulatorio en la ciudad, seguramente lo mismo ocurre con el resto de operadores de aseo.
Ya es ahora de que la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP), la Superintendencia de Servicios Públicos y demás autoridades competentes en el distrito (e incluso en el país) empiecen a tomar cartas en el asunto para mejorar uno de los peores esquemas de aseo existen en el mundo semicivilizado: el de Bogotá.
Contra los principios más básicos de la adecuada gestión de residuos (evitar, reducir y reutilizar antes que reciclar o desechar), basta ver los millones de bolsas plásticas grises que se utilizan en la recolección de basura en la vía pública (que además generan microplásticos) para que hasta el más ciego se dé cuenta de que algo no anda bien.