Balance de un texto de Semana mezclado con apreciaciones del lector e iluso ciudadano.
La revista Semana calificó su llegada como un “accidente histórico”.
Antes, advierto, para facilitar la lectura, que entre corchetes van mis comentarios y observaciones. Lo que leí sobre el elegido parece haber sido escrito por redactores que tiran la piedra y esconden la mano; que no se deciden a hablar sin ambages ni ditirambos contra un gobierno elegido por un fatal “accidente histórico”. La revista dice que “no hay mucho que mostrar”, pero vaya muestra la que hizo sumándose a la voz de un expresidente que a tres meses del accidente histórico clamaba porque su elegido enderezara; ahora la revista es consciente, con aquel, de que solo quedan “tres años para enderezar el rumbo”].
Repasemos primero cómo la revista describió al recién llegado. La descripción del elegido parece un texto cercano a la adivinanza:
Hoja de vida, “corta”: Empleado (en el extranjero) en cargos secundarios, luego senador (por tres años).
En su nuevo cargo, desde el 7 de agosto de 2018, producto del accidente histórico, la revista lo ve como: un “novato" y "demasiado joven” [siendo atributos indubitables, ¿acaso no los vieron antes de que se cometiera el accidente histórico?]; entrelíneas lo lee como obligado caminante de cuerda floja; hombre tildado de títere; luchador de causas [inútiles] como la aspersión aérea, las objeciones a la JEP y promotor de la caída de un tiranuelo venezolano; vendedor [fracasado] de banderas que no inspiran a los colombianos; incomprendido de la economía naranja; estudioso y creyente de lugares comunes en la política como la equidad, legalidad y emprendimiento; ascendido al poder por un [antiguo] no en el plebiscito; sin apoyo parlamentario mayoritario; “hombre moderado [¿eso le ayuda o lo jode?] en manos de un partido radical” [¿se puede leer manipulado?]; persona con problemas de imagen presidencial; y como si faltara detalle: la mayoría de la gente “tiene reservas de su liderazgo” [¿solo los colombianos dudan de su liderazgo?].
La revista Semana también lo representa como un presidente con tres carencias: 1) sin liderazgo, 2) sin representación política, 3) sin mermelada [sin mermelada… ¿en serio?]. Duque: “sin ninguno de esos tres elementos”. Además, se presenta “estrellado con su apuesta”, incapaz de liderazgo, y solito con un “gabinete técnico” [¿técnico? ¿en serio se puede definir como técnico, por ejemplo, al Ministro de Defensa?]; también dice Semana que tiene imagen de presidente retado por asuntos difíciles: “1) lograr gobernabilidad, 2) destrabar la implementación del acuerdo de paz [e implementarlo, parece que esto se le olvidó a Semana], 3) reactivar la economía [¿y cómo va a enfrentar la subida del dólar? Si no sabe ni por qué aumenta el desempleo en su país], 4) reducir los cultivos de coca [¿Como lo está haciendo hasta ahora?, que ya envenenó a unos estudiantes y solo redujo 2.000 hectáreas de cultivos, equivalentes en superficie a una de las finquitas de sus patrones] 5) manejar el problema venezolano” [más vale que no lo haga y no lo resuelva porque se quedaría sin chivo expiatorio para responsabilizar su propio desastre].
Pero hay más en la descripción literal y entrelíneas de las acciones del personaje, sobre ellas dice la revista:
“cuenta con el balance legislativo más pobre de la historia reciente […] De los 18 proyectos que el gobierno presentó en este primer año, el Congreso solo aprobó el 39 por ciento” [léase mejor: de 18 proyectos aprobó 7, ¡tremenda paliza!, y aún sueña con ayudar desde el Congreso a Uribito]; el análisis también lo muestra como el único presidente que confunde mermelada con representación política.
Pero no todo es pobreza a partir de este accidente histórico. En Semana le destacan un logro:
“unir en su contra a todos los partidos que habían defendido los acuerdos de paz” [hágame el favor de leer que Semana, al menos, intenta superarse y tirar alguna que otra piedra].
Como si le mandara otro “salvavidas” el análisis de la situación del elegido señala que: “los ministros de Duque son bastante competentes” [entonces, ¿el incompetente para tan pobres resultados es él?].
Duque es descrito como el perdedor de las objeciones de la JEP; el aliado de Estados Unidos en la región, es decir, alineado con el gobierno Trump que “no es un aliado confiable”. La publicación también le recordó el pronóstico de la frontera: que Maduro tenía las horas contadas [han pasado más de cuatro mil horas y Maduro sigue ahí en la rama del árbol vecino] Como si fuera poco el redactor también le trajo a cuentas que “El bloc de notas de John Bolton con los 5.000 soldados a Colombia resultó puro bluf” [El redactor de Semana parece que se engomeló escribiendo que los soldados para la frontera con Venezuela fueron puro bluf. ¿Qué significa bluf? “Montaje propagandístico destinado a crear un prestigio que posteriormente se revela falso”, eso según la distante RAE. Faltó que el redactor recordara que primero Trump presentó una queja diciendo sobre el aprendiz: “no ha hecho nada por nosotros”; y luego The Economist, lo tildó de presidente “improductivo”. Lo dicho, no solo los colombianos dudan de su liderazgo].
[Confieso que me cansé de leer el pobre balance de Semana sobre el pobre balance de este personaje que deben adivinar ¿quién es? ¿quién será? A veces se me olvida su nombre completo… ah, Iván Duque, el presidente de Colombia. Semana mejor hubiera ahorrado tinta usando ese mínimo (y gravísimo) extranjerismo: bluf, para descalificar (como lo hizo) al gobierno de Duque. “Gracias” Semana por promover la fabulación de la realidad en otro idioma.La elección y el primer año, más los siguientes años de la presidencia accidental fueron, son y serán puro bluf; puro montaje, puro humo, “puro vidrio”, como las joyas que Mercedes fue a empeñar para financiar la escritura de Cien años de soledad].
Para cerrar el balance del elegido por accidente histórico la redacción de Semana no se conformó y agregó algunas frases que merecen destacarse: [menos mal que no le recordó, en su “año de aprendizaje”, la lección de Butragueño: que la cabeza se usa para pensar y no para hacer “cabecitas”]
“En la actualidad, Colombia no tiene embajador, consulados ni comunicación diplomática con Venezuela” [pensé como iluso lector que Semana iba a atreverse a decir, que Colombia no tiene embajador, ni consulados, … ¡ni presidente!].
“El gobierno no tiene un plan B si Maduro…” [No hay plan B ni para Maduro, ni para un c…arajo].
“Los últimos 365 días han sido un año de aprendizaje” [¿Para quién?, si es para el presidente: ¡grave la cosa!, porque “lo rebaja” a la condición de presidente aprendiz, como un simple estudiante, y ya sabemos que no hay muchas opciones para interpretar a los estudiantes en el imaginario nacional: ellos son, para la mayoría del país de los canales privados, o menores de edad mentales o tirapiedras terroristas, ¿a qué clase de aprendiz hace referencia Semana?]
Y el postre del pobre análisis, porque a esa revista no le faltan ambages ni ditirambos, créanme:
“tampoco ha pasado nada grave”. [¡Aguanta el viaje! Después de semejante repaso por la insólita realidad del presidente bombero -ahora explicaré por qué lo de bombero- ¿se puede concluir que “nada grave” ha pasado?]
No creí ser un lector capaz de llegar al final del artículo de la revista. Solo puedo leer 7 artículos gratis cada mes y dudé en gastar una lectura con este análisis, pero, en fin, me quedan cinco para el resto del mes del bicentenario y seguramente me sobrarán artículos del crédito que me “regala” Semana. Finalmente lo hice, llegué a las líneas finales y no intuí que podía encontrar más sorpresas. Reconozco que ya no pensaba en lo que significa llegar a la presidencia de Colombia por un accidente histórico [sí, lo he repetido tantas veces, pero es que no es poca cosa que un medio tan acreditado divulgue que en el presente hay, entre nosotros, un “accidente histórico”]; sin embargo, cuando creía que ya no había nada más que recoger del texto acompañado de fotos con la plenaria del Congreso, el espacio de transición de la Farc, la refinería de Cartagena, un avión voleando glifosato y Nicolás con la boca abierta; encontré el inolvidable remate del balance del año de aprendizaje. Estaba allí, listo para llenar de contenido 'lo real maravilloso' (no en el sentido estético como lo entendía Carpentier) [estos de Semana sí que me sorprendieron con la última imagen del presidente de Colombia: el elegido extintor, ese manso ser domesticado por los problemas].
Al final, en la revista creen que: “Al presidente le ha tocado dedicar buena parte de este año a apagar incendios” [¿cuáles son esos incendios? En serio, ¿cuáles incendios?, si supuestamente a raíz del accidente histórico, si no hay mucho que mostrar, “tampoco ha pasado nada grave” Semana, cuéntame, ¿a qué temas, lugares o personas le han prendido fuego durante el último año en Colombia? [estimados lectores, ¿comprenden conmigo la sorpresa de hallar la imagen surrealista de un presidente extintor de fuegos? ¿se entiende ahora lo del presidente bombero? Yo no lo entiendo [o tal vez sí] pero leo que hasta esa pobre imagen del presidente apagando incendios parece un bluf.
Aquí está el bluf del “año de aprendizaje”, un presidente rodeado de fuego, que apaga incendios sin liderazgo, sin representación política y sin mermelada [sin comentarios]
Entiendo que, desde la óptica de la revista, no pasa nada grave, ni la matazón de gente empoderada en las periferias de Colombia, la gente berraca que trabaja, estudia, a pesar de todo, y asume liderazgos a falta de presidente.