Puerto Tejada fue centro de intensa actividad comercial, social y política desde comienzos del siglo pasado. Esta población fue un importante puerto fluvial desde el cual se surtía a la ciudad de Cali y otras poblaciones, de cacao, plátano, tabaco, yuca, maíz, frutas y pescados, así como de artesanías y otros productos básicos.
A la capital del Valle se llegaba en buques y balsas que navegaban primero por el río Palo, para continuar por el Cauca desde el sitio Bocas del Palo, y luego conectarse con Puerto Mallarino para abastecer el mercado de Cali, y con Puerto Isaacs para el mercado de exportación.
Desde Cali era interesante viajar hacia el norte de Colombia en vapores operados por la Compañía del Cauca, conociendo otros territorios y culturas del Valle del Cauca, Antioquia y Bolívar, que se integraban a los conocimientos ancestrales de nuestros «viejos».
Pero al río Palo y también a La Paila, los fueron interviniendo, frenando poco a poco el auge económico que proporcionaba el comercio fluvial y afectando la composición natural de las aguas, para convertirlos en lo que hoy padecemos: infamia para propios y fortuna para extraños.
Con la expansión de la industria azucarera, la explotación minera, la proliferación de ladrilleras y tejares, y el desarrollo del transporte terrestre, los ríos fueron perdiendo su antigua relevancia. Su función vital se desvirtuó, y pronto sus caudales fueron alterados, aumentó la sedimentación, y su biodiversidad se desvaneció entre crecientes niveles de contaminación.
Ante la perversión de ideales comunes, hoy no queda ni rastro de esa bonanza ni de la alegría familiar que se disfrutaba en las playas de los ríos La Paila, Guengüé y el mismo río Palo, famosos sitios de recreación pública.
Esos ríos eran destino favorito de nuestras familias; en ellos se hicieron célebres los inolvidables paseos de olla. Las familias, llenas de entusiasmo, se organizaban y contrataban las tradicionales ‘chivas’, conducidas por amigos de confianza, para desplazarse a esos parajes donde la naturaleza y la alegría se fundían en un solo sentir. Aquellos días de risa, comida al aire libre y chapuzones en el río aún viven en nuestra memoria, pero en contradicción con la realidad dolorosa: los ríos que alguna vez fueron fuente de vida y encuentro familiar, hoy son testimonio del veneno que corre por sus aguas.
Es que, a medida que crecían los asentamientos humanos en torno a los ríos, también aumentaba el vertido de aguas residuales domésticas, urbanas, industriales y agrícolas en sus cuencas, sin que la administración pública previera la construcción de plantas de tratamiento.
Es más: las empresas industriales que llegaron al territorio, motivadas por la Ley Páez que las eximió de pagar algunos impuestos, fueron convirtiendo progresivamente estos ríos en escurrideros de residuos químicos sintéticos y de metales pesados, que sumados a los contaminantes orgánicos, sedimentos y bacterias, provocaron el desastre, y obvio, el más deficiente suministro de agua para el consumo humano.
Otro de los daños significativos que enfrentan las moribundas fuentes hídricas del norte del Cauca es la extracción legal de agua, o sin concesión, utilizada para regadíos agrícolas y otros usos industriales. Este fenómeno se intensifica particularmente en el caso de los grandes cultivos de caña de azúcar que han inundado la región, exacerbando la crisis hídrica y contribuyendo a la degradación de ecosistemas acuáticos que, en su momento, fueron vitales para la biodiversidad y el bienestar de las comunidades locales.
Las consecuencias no solo se ven, sino que también se sienten en el aire que respiramos y en el agua que ya no podemos beber, lo que permanentemente ha motivado protestas y bloqueos de vías.
Aunque la insatisfacción y el problema llevan años, los disturbios cada vez son más violentos.
En consecuencia, a la región la han venido convirtiendo en sitio poco atractivo como lugar de residencia y excluyente para nuevas inversiones, entre otros daños causados.
Un recorrido por el desastre
Una exploración por estos ríos fue realizada por los periodistas Proclama del Cauca y Valle. El recorrido incluyó los barrios Granada, Luis A. Robles, Las Dos Aguas, Centro, Villa Clarita, Betel, El Triunfo, y Bocas del Palo.
Lo que encontraron fue devastador: aguas envenenadas por desechos industriales, residuos sólidos y basura acumulada en las orillas. En sectores como Bocas del Palo, la situación es crítica: toneladas de escombros están siendo arrojadas ilegalmente, lo que acelera la contaminación y destruye los ecosistemas fluviales.
La fauna, antaño diversa, ha desaparecido casi por completo. Las especies acuáticas como los peces y nutrias han sucumbido a la falta de oxígeno, producto de la contaminación y el aumento de la temperatura del agua, un fenómeno que ha devastado también a pescadores y areneros, quienes dependen de estos ríos para sobrevivir.
Los testimonios de la gente
Las comunidades claman por la vida, aun mientras arden en los incendios forestales provocados por quienes impulsan un cambio climático fuera de control. La voracidad de las empresas, centradas solo en producir, ignora la devastación ambiental que dejan a su paso.
Algunas frases pronunciadas por los personajes entrevistados en Puerto Tejada:
- “Se negoció el río con Propal: el río lo vendieron para evacuar las aguas residuales industriales…”
- “A las empresas no les importa acabar con el río”
- “Este río está muerto”
- “Necesitamos ayuda humanitaria”
- “Nos preocupa el silencio de las autoridades”
- “Las industrias no realizan prácticas de desarrollo sostenible”
- “Los olores que despiden los ríos y canales son insoportables”
- “En sequía se evidencia mejor la contaminación, pero cuando los ríos traen bastante agua se confunde la putrefacción que le descargan diariamente”.
- “Ninguno de estos barrios tiene tratamiento de aguas residuales, todas la contaminación llega en directo al río Palo”
- “Estas son las aguas putrefactas que al caer al río Cauca, llegan a Cali para consumo humano”
- “Renovaron este muro de contención, pero los escombros del anterior quedaron en el lecho del río”
- “El río Palo no es solo un cuerpo de agua contaminada, es el reflejo de una crisis ambiental”
- “La CRC y la CVC son entidades cómplices, son permisivas en el daño ambiental”
- “El S.O.S. por el río Palo tendrá que llegar a la COP16”
- “Hace 40 años este río era hermoso”
- “Este río era fuente de vida y recreación para las familias de Puerto Tejada y para visitantes”
Estos testimonios subrayan la gravedad de la crisis y la falta de acción por parte de las autoridades, que parecen haber abandonado a las comunidades locales a su suerte.
El norte del Cauca también sufre los estragos de la minería ilegal y la tala indiscriminada de bosques. En municipios como Santander de Quilichao, la minería de oro ha contaminado ríos como el Quinamayó con mercurio y arsénico, envenenando no solo el agua que converge al río Cauca, sino también la fauna que habita en ella y las comunidades que dependen de esos recursos.
En la Hacienda Japio, en Caloto, la tala de bosques primarios para extraer madera y carbón vegetal, ha reducido vastas hectáreas de vida a cenizas.
El carbón vegetal producido a partir de la madera quemada en socavones, está destruyendo la biodiversidad y acelerando el cambio climático.
Arboricidio
En Villa Rica, sobre la vía Panamericana, más de 700 samanes, árboles esenciales para el ecosistema, fueron envenenados y talados. Este arboricidio no solo ha afectado la calidad del aire y aumentado la erosión del suelo, sino que ha destruido un patrimonio natural irremplazable.
Empresas sin responsabilidad ambiental
Grandes empresas como Propal y otras de la Zona Franca, así como organizaciones que utilizan el nombre del río para sus fines comerciales, han demostrado un compromiso superficial con el medio ambiente. A pesar de utilizar los recursos naturales de la región, no han implementado prácticas sostenibles que mitiguen el impacto ambiental que generan. La situación es aún más alarmante en comunidades como Puerto Tejada, donde no existen plantas de tratamiento de aguas residuales, y todas van directamente al río Palo.
El camino a la recuperación: un llamado a la acción
Frente a este panorama desolador, es imperativo que las autoridades locales, nacionales e internacionales tomen medidas inmediatas. La cercanía de la COP16, que se celebrará en Cali, es una oportunidad para que la tragedia ambiental del norte del Cauca sea reconocida en la agenda global.
El trabajo conjunto entre las autoridades ambientales, como la CRC y la CVC, las empresas que operan en la región, y las comunidades locales, es esencial para detener la destrucción y restaurar los ecosistemas.