Hoy en día existe un “acuerdo” generalizado sobre la urgencia de tomar medidas en aras de lograr la sostenibilidad en el planeta. La globalidad de los problemas ambientales requiere que se tomen medidas conjuntas entre los distintos actores de la sociedad. La muy difundida sobreexplotación de los recursos naturales ha generado que la acción antrópica sobre el medio ambiente sea más usual de lo que debería ser, teniendo como resultado un planeta que enfrenta crisis ambientales tan serias (y de hecho peores) como cualquier crisis de tipo económico o político.
El calentamiento global, el cambio climático, la insostenibilidad en las ciudades, la inseguridad alimentaria, etc., son algunas de las consecuencias que desencadena la acción antrópica desmedida sobre nuestros recursos naturales. El modelo de desarrollo se enfrenta así a variables no solo económicas, sociales o políticas sino que necesariamente incluye al medio ambiente dentro de su espectro de análisi, además de causas por las cuales actuar. El crecimiento verde es ampliamente discutido a nivel global y se espera que, de aplicarse en América Latina, la región se desarrollaría a partir de su enorme potencial en biodiversidad y energía. Colombia, seguramente, puede ser un actor clave en esta transición.
Con la presentación del Plan Nacional de Desarrollo quedaron temas fuera de la agenda. Aunque Semana Sostenible reconoce que “este año, por primera vez, el “crecimiento verde” se incluye como una de las seis estrategias transversales de la hoja de ruta de un gobierno”, las potenciales causas de esta inclusión pueden ser la “presión” que genera indirectamente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para que el país sea parte de este prestigioso “club”. Sin embargo, este mismo plan no incluye la adaptación al cambio climático (limitándose solo a la mitigación) ni tampoco una ruta clara y por supuesto alineada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que se adoptarán en septiembre. El camino está por definirse.