Corría el año de 1997 y aprovechando el gobierno del alcalde popular Mauricio Guzmán, las vacas sagradas de la cultura caleña lo convencieron de revivir el Festival Internacional del Arte, evento suspendido desde 1986 por la falta de fuentes oficiales de financiación. Al frente de la organización estaba la matrona cultural Amparo Sinisterra de Carvajal, presidenta de Proartes y eran sus manos derechas María Victoria Barrios Gómez, Germán Patiño, el gestor cultural del departamento y por supuesto Mariana Garcés, actual ministra de cultura. Contaban con el respaldo de la oligarquía caleña que esperaba la financiación por parte del estado, del magno evento cultural.
Para justificar la reaparición del Festival la excusa perfecta eran los 30 años de aparición de la novela cumbre de Gabriel García Márquez, “Cien años de Soledad”. A través de las influencias buscaron que el escritor fuera la atracción principal del evento cultural caleño. Hay quienes aseguran que si bien Gabo fue invitado al Festival, de antemano sus organizadores sabían que él no estaría porque en reiteradas ocasiones rechazó homenajes, condecoraciones (no aceptó la Orden de Boyacá), presentaciones de libro, invitaciones a almorzar (detestaba comer con viejas y viejos ricos).Ya lo había expresado el Nobel colombiano en su carta de marzo de 1981 donde explicaba las razones de su exilio hacia México: “La única desdicha grande que he conocido en mi vida es el asedio de la publicidad. Esto, al contrario de lo que creo merecer, me ha condenado a vivir como un fugitivo. No asisto nunca a actos públicos ni a reuniones multitudinarias, no he dictado nunca una conferencia, no he participado ni pienso participar jamás en el lanzamiento de un libro, les tengo tanto miedo a los micrófonos y a las cámaras de televisión como a los aviones..."
Sin embargo los oligarcas culturales de Cali insistían en que el escritor había desairado a la ciudad al no asistir y menos excusarse por su no presencia en el homenaje a su obra. Ignoraban tal vez que Gabo detestaba la posibilidad de convertirse en una celebridad social. “Esta determinación de no convertirme en un espectáculo público me ha permitido conquistar la única gloria que no tiene precio: la preservación de mi vida privada. A toda hora, en cualquier parte del mundo, mientras la fantasía pública me atribuye compromisos fabulosos, estoy siempre en el único ambiente en que me siento ser yo mismo”.Queda entonces la sensación de que el famoso Festival Internacional de Arte en homenaje a Gabo, era una excusa perfecta para mover los recursos públicos que sucesivamente y hasta la fecha han servido para financiar un evento considerado como elitista.
No es cierto entonces que Gabo haya despreciado a los caleños porque de antemano se sabía que él no asistiría y menos a una congregación de perfumados oligarcas.