Me ha estado dando vueltas a la cabeza la sentencia de Alfredo Rangel en el Congreso colombiano cuando cuestionaba el proceso de paz entre la guerrilla de las Farc y el gobierno colombiano, en representación de todos aquellos que queremos vivir en una nación libre, al menos, del uso de las armas para solucionar los conflictos. Hablaba el senador sobre la “prevalencia del derecho a la guerra sobre el derecho a la vida”. Busqué información al respecto y encontré que el derecho de la guerra que es aquel que intenta regular la desgracia que es una guerra. Pero del derecho a la guerra nada.
Le pregunté a especialistas en el tema y ninguno encontró nada. Al contrario, se defiende siempre la vida, el derecho a vivir sin ser eliminado por aquellos que devienen su poder de las armas. Porque este derecho se lo han inventado aquellos que justifican la eliminación del otro por encima de la negociación. Los que defienden que mueran los hijos de los otros, los que aplican la tortura como acción colateral para ganar. Los que consideran que el despojo de tierras, el desplazamiento es simplemente un efecto colateral para poder derrotar al enemigo y para saciar su avaricia.
El derecho a la guerra también lo han invocado los guerrilleros, los paramilitares, los narcotraficantes. Como quien dice, Rangel queriendo atacarlos los valida, los legitima; porque, exceptuando las guerras con uno mismo (que puede vivirr Rangel debatiendose entre su pasado de investigador serio y su presente de fanatico seguidor de fanatico mayor), estas necesitan de dos que se odien de tal manera que no pueden respirar el aire que respira su odiado pero a la vez amado enemigo.
Los vendedores de armas se alimentan de este derecho.
Luz Marina Suaza Vargas
