El derecho a la estupidez
Opinión

El derecho a la estupidez

Por:
enero 16, 2014
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Qué banquete el que se daría aquí Kevin Kallaugher, el ya legendario caricaturista KAL de The Economist, si, como dice, la motivación de su viñeta semanal por 35 años es la de “desafiar la estupidez”. Le sobraría tema y le faltaría tiempo. Porque si en alguna cosa somos pródigos los colombianos es en reivindicar el derecho a la estupidez. Lo hacemos en jornada continua; sin horario, ni fecha en el calendario. Y qué hay con eso, hace parte del libre desarrollo de nuestra personalidad, siempre y cuando así lo reconozcamos. Pero no; acostumbrados como estamos a maquillar la realidad y a edulcorar el lenguaje, disimulamos nuestra condición con el ropaje de la felicidad. Somos f-e-l-i-c-e-s, lo registran las encuestas año tras año. Hacemos parte de los habitantes más felices del planeta, los más de los más en la última medición. (Si yo fuera KAL inmortalizaría a tan dichosos terrícolas, repletos de manillas tricolores y moviendo sus colas de perros juguetones). ¿Usted se siente feliz? Y el 84 por ciento de los encuestados —que en todo caso siempre son muy pocos, ese es el consuelo—, sin pensarlo dos veces y sin molestarse en dar explicaciones no pedidas, contestó que sí. Sí, soy feliz. Y este de acá y aquella de allá también. Y usted y yo. Todos felices, comiendo perdices.

El promedio de encuestados que en el resto del mundo responde de manera afirmativa a la misma pregunta es de 48 por ciento. Una diferencia abismal que tendría que interpretarse como dato significativo por parte de las firmas encuestadoras que pierden y hacen perder el tiempo con este tipo de investigaciones de poca monta que, además de ser superfluas y no aportar nada a las sociedades, las desconciertan y las dejan en pública evidencia, sacando sus estúpidos trapitos al sol.

Barómetro Global de la Felicidad, qué tal la etiqueta.

Con el fin de sustentar la euforia que nos embarga, acudí a estadísticas visibles y no encontré sino motivos de preocupación, por no decir de infelicidad. En materia de violencia, inseguridad, corrupción, impunidad, pobreza, inequidad, desplazamiento… —por mencionar solo algunos ítems que llaman tales estudios— son casi inexistentes las razones para esbozar una sonrisa, en cualquiera de nuestras ciudades. Mucho menos para lanzar una carcajada. Y muchísimo menos para morirnos de la risa.

Puede que queramos a Colombia, es el país en el que nacimos, vivimos y trabajamos. Pero amor no quita conocimiento: nos saca más lágrimas que risas. Tan es así que mantenerse informado —a los periodistas no nos queda opción diferente— se ha vuelto un martirio. Felipe Zuleta lo reflejó bien en su columna del domingo pasado en El Espectador. En uno de los párrafos dice: “Mientras tengamos que vivir en Colombia, al menos debemos tratar de que la violencia, las mentiras y las malas noticias no acaben con la poca calidad de vida con la que contamos los colombianos”. Felipe... ¿no lo sabía? ¡Llegamos al top de la “dichosidad” en el mapamundi! Ganamos, en su orden a islas Fiyi, Finlandia, Argentina, Arabia Saudí, Indonesia, México, Dinamarca, Filipinas e Islandia. (No faltará el encuestador que asegure que del universo del sondeo también hicieron parte los marcianos). No importa cuán dura sea la cotidianidad de la mayoría, la alegría inconsciente nos lleva en hombros. (Me pregunto: ¿quiénes son los compatriotas que responden a esas preguntas?, ¿lo hacen bajo los efectos de alguna sustancia?, ¿cómo viven, sienten y piensan?). Con razón nos es tan difícil reaccionar y evolucionar. La alharaca constante sienta las bases del conformismo.

Si comparamos los listados del tal Barómetro con los de otros estudios similares, aunque, estos sí, producto de afanes menos mediáticos, nos tropezamos con el realizado por Monocle, el año pasado. En él la revista británica —según aspectos como: bajos índices de criminalidad, buena educación, cobertura del sistema de salud, excelente transporte público, respeto a la diferencia, conciencia ambiental, oportunidades de comercio justo e independiente, zonas verdes, uso de bicicleta, prácticas de reciclaje, amplia oferta cultural y gastronómica, etcétera— enumeró las diez ciudades del mundo con mejor calidad de vida. Copenhague, capital de Dinamarca, octava en el escalafón del Barómetro, obtuvo el primer lugar y Helsinki, capital de Finlandia, tercera en el Barómetro, obtuvo el tercero. Ninguna de las otras ocho conoce la felicidad.

Ahí sí a cada uno le toca escoger a cuál creerle. Si al estudio que se basa en indicadores objetivos y los coteja (Monocle) o al divertimento folclórico que no resiste ningún análisis (Centro Nacional de Consultoría).El derecho a la estupidez, de vez en cuando, necesita vacaciones.

COPETE DE CREMA: Ojo con las falacias que pueden llegar a concluir ciertos de los dirigentes que producimos, luego de conocer el Barómetro. Por ejemplo: a mayor calidad de vida, menor felicidad; a mayor subdesarrollo, menor tristeza; la educación produce desánimo y la corrupción, euforia; para qué respetar las diferencias, si la intolerancia es pura dicha; de la violencia brota la alegría… Y así. (¿Cómo hacemos KAL?).

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0

Contra la mamera nacional

Nosotros, los ignorantes

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--