Las religiones han prohibido por siglos cosas peligrosas para la salud, (del alma especialmente). Recuerdo que nos retacaban con que había que cuidarse del demonio, la carne y el hombre. Para mí era claro lo del demonio, un malvado que lo arrastraba a uno al fuego eterno. Pero las otras dos “carne y hombre”… nunca supe por qué las prohibían.
Ahora que la OMS ha dicho que la carne es mala para la salud (física especialmente) empecé a ver alguna lógica en las enseñanzas religiosas que promovían en Cuaresma la abstinencia de carne (muerta o viva).
Claro que en esto de cuidados alimenticios las cosas cambian con frecuencia y los dogmas (científicos o religiosos) no se sustentan por mucho tiempo. El parecer de la OMS, como el de nutricionistas varía con los años y las “investigaciones”. Cambian tanto que las corrientes alimenticias se han convertido en modas que se van adecuando por temporadas y sobre todo por intereses comerciales, muchas veces ocultos.
Las malas noticias sobre carnes rojas y embutidos están produciendo una verdadera estampida hacia el vegetarianismo y su expresión más integral el veganismo. Yo misma confieso que ya estoy mirando con ojos diferentes, (más amorosos) al brócoli y la coliflor, dos vegetales bastante desvalorizados en mi dieta tradicional.
Lo complicado es que hace algunos años esas modas crearon, por ejemplo, mala fama a los huevos y la mantequilla dizque porque daban colesterol y ahora los reivindican y llaman a abandonar la margarina, degradada de su trono salvador a la condición de bruja malvada. También por un tiempo nos hicieron descartar la ingesta de licor con las comidas, hasta que los europeos nos convencieron de acompañarlas con vino, seguramente más sano que las gaseosas.
La alimentación entró en el terreno de la especulación
y ahora resulta difícil creerle a alguien,
así sea la omnisapiente OMS
En fin, la alimentación lamentablemente entró en el terreno de la especulación y ahora resulta difícil creerle a alguien, así sea la omnisapiente OMS. Entre otras cosas porque si más de la mitad de la población del planeta (en especial la más pobre) no come carne, debería ser la mitad más saludable. Y bien sabemos que no es así.
Me dirán que este es un racionamiento simplista e ignorante. Lo acepto. Pero es que no me resigno a esas investigaciones que llevan a demostrar una cosa y después la contraria, dependiendo de la muestra de población que se tome y los intereses que se representen.
Las personas que han abrazado el veganismo, me parecen respetables, aunque sus argumentos mezclen ciencia, seudociencia y principios religiosos, no siempre en proporciones justas. He escuchado reflexiones veganas sobre no comer nada que haga sufrir a un animal que tenga algún nivel de conciencia.
Si esta fuera la lógica, estaríamos destrozando la cadena alimenticia. Un tigre no podría comerse un antílope porque el pobre animalito sufre cuando le rompe la garganta. Un gavilán no podría comerse a un pollito, no solo sufriría la pequeña ave, sino la pobre gallina que pierde a su hijo.
¿Cómo se me ocurre reducir los sagrados principios veganos a tamaña bobada?, seguramente es un reproche válido para ellos que pasarán a explicarme que de lo que se trata es que los seres humanos, la especie superior, no mate otras especies. Acepto humildemente el regaño, pero sigo sin convencerme del argumento, (con tufillo religioso), sobre los males de la carne, de la comida preparada y del sufrimiento animal.
Si no comemos animales, si dejamos los huevos para la crianza y las gallinas para el oficio maternal de criar pollitos, la humanidad morirá de hambre. La proteína animal ha sido la base de la alimentación humana desde las cavernas. Pensándolo bien, a lo mejor de eso es que se trata el veganismo, de que nuestra especie desaparezca y así salvar la tierra.
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