Después de dejar el listón muy alto en la batalla de los bastardos la serie cerró su sexta temporada con muchas incógnitas sobre su calidad. No puede ser posible que la secta de los gorriones que fue un verdadero incordio para las intenciones de los Lannister haya desaparecido con una explosión. Un actor como Jonathan Pryce merecía otro final. Apresurado, a trompicones e inexplicable también fue la venganza de Arya Stark quien, de buenas a primeras e insuflada por el poder mágico que le otorgó su maestro degolló, sin previo aviso y de la nada a Walter Frey. Los hinchas de GOT, acostumbrados a las masacres despiadadas, queríamos otro tipo de final para el Gorrión Supremo y para el maldito anciano que planificó la Boda Roja.
Una temporada para olvidar esta en donde los personajes quedaron completamente desperdigados, sin Dios ni padre. Lo más trágico le sucedió a Tiryon Lannister, convertido en un bufoncito de corte borrachón y sin gracia. Las pocas veces que apareció lo hizo para aportar un chistecito sobre putas o vino, los dos tinglados a los que quedó reducido. Melisandre, después de resucitar a Jon Snow, quedó limitada solo a acompañar, como si de una porrista se tratase, a los hombres que reclutaron los Stark. Ya nadie le teme, luce apocada y en el fondo todos sabemos que es una viejita inofensiva que come manzanas en medio del bosque.
A mí en lo particular me importa un comino si Danerys y Jon Snow son familiares, ahora, como si se tratase de un culebrón venezolano, quieren resolver todo con rescates a último minuto, con salidas tan absurdas como la de Arya ayer apareciendo como un espíritu ante Walter Frey.
¿Cuántos capítulos se van a necesita para mostrarnos la invasión a Poniente por parte de la madre de los dragones y los Greyjoy? Ya me imagino que sólo hasta el noveno capítulo van a volver a narrar lo verdaderamente importante y el resto será relleno, especulaciones, improvisaciones. Hay que ser muy fan para no reconocer que ésta temporada fue una porquería.