El deber de relatar nuestras enfermedades
Opinión

El deber de relatar nuestras enfermedades

Se necesitan los testimonios de pacientes valientes como Ana, diagnosticada con un cáncer causado por respirar fibras volátiles de asbesto, para cambiar la perspectiva social de muchas enfermedades

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marzo 25, 2016
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Cuenta Heródoto (484-425 a.C.) historiador griego: “En Sumeria, hace miles de años, cuando aún no existían médicos y los curanderos eran incompetentes, los enfermos eran expuestos en la plaza pública donde se consultaba sobre la enfermedad a todos los concurrentes.  Si alguien había sufrido un mal similar tenía la obligación de confesar como lo había combatido y los remedios que había usado.  No se permitía a nadie pasar de largo sin preguntar al paciente la enfermedad que sufría”

He recordado esta anécdota de Heródoto al leer el testimonio de una ciudadana colombiana:

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“Mi nombre es Ana, tengo 39 años, soy comunicadora, esposa, y mamá de una hermosa bebé de dos años. Hace poco fui diagnosticada con un tipo de cáncer llamado mesotelioma, causado por respirar fibras volátiles de asbesto”.

Como no he visto en treinta años de patólogo en Colombia un caso probado de mesotelioma quisiera discutir el problema. No dudo del diagnóstico y la historia de Ana. Simplemente hay poco más de veinte casos de mesotelioma en Colombia y por simple estadística probablemente no me tocó examinar la biopsia de ninguno de ellos.

Ana vivía en Sibaté cerca de una fábrica que utilizaba asbesto. Veinte años después fue al médico con dificultad respiratoria y derrame pleural del lado izquierdo. Se le diagnosticó esa neoplasia maligna llamada mesotelioma. Ha recibido extenso tratamiento quirúrgico, quimioterapia y radioterapia. Por esa razón Ana está circulando una petición para que se prohíba el uso de ese mineral llamado asbesto o amianto en Colombia. Su iniciativa me parece valiente aunque imagino que le ha costado relatar en público su enfermedad. Es un admirable ejemplo moderno de lo que relataba Heródoto cinco siglos antes de nuestra era.

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Además la historia médica del uso de asbesto es interesante por otras razones. El cartel de arriba muestra a Hitler, Mussolini y el emperador Hirohito robando y acaparando la producción mundial de asbesto. La Segunda Guerra Mundial fue una contienda de mares:  Japón invadió las islas del Pacífico, Estados Unidos envió sus fuerzas militares a Europa y Asia, Alemania confió en bloquear marítimamente a Inglaterra. Para todo esto se necesitaron muchos acorazados, submarinos y buques mercantes.  Todos esos barcos debían aislar térmicamente sus grandes turbinas. El asbesto es un material liviano muy útil para esa función

Al mismo tiempo como se reclutaron gran cantidad de hombres jóvenes para los ejércitos fueron reemplazados por mujeres en los astilleros.  Rosita la Remachadora (Rosie the Riveter) fue un personaje importante de la publicidad bélica en los EE. UU.  como muestra el poster de arriba. El trabajo femenino impulsó al mismo tiempo la liberación femenina. Por lo menos hasta que volvieron los hombres de la guerra y se detuvo ese avance social en los años cincuenta del siglo pasado. Pero las obreras también aprendieron a fumar y trabajaban frecuentemente con asbesto todo lo cual llevó al aumento de incidencia de enfermedades pulmonares crónicas, cáncer bronquial y mesotelioma. Aunque se conocía la asociación del asbestos con el mesotelioma desde los años treinta del siglo pasado, solo en los sesenta y setenta se fue regulando y prohibiendo su uso a pesar de un poderoso cabildeo de algunos sectores industriales.

Es urgente regular estrictamente
el uso del asbesto o prohibirlo del totazo

El "Asbesto aún mata personas"  es el título de un reporte reciente. Ahí se afirma que todas las distintas formas de asbesto, hay seis distintas, están asociadas a asbestosis, cáncer pulmonar y mesotelioma. Por eso es urgente regular estrictamente su uso o prohibirlo del totazo, no sé qué permite la ley actualmente o hasta donde puede eliminarse en los procesos industriales. Me preocupa por ejemplo su utilización para techos y tuberías en viviendas baratas de interés social.

En este caso la historia y campaña de Ana Cecilia son importantes. Debe ser doloroso ventilar en público un problema de salud personal. Con todo, y desde Heródoto, se debe considerar un deber social en ciertas situaciones. Por ese admiro las asociaciones de enfermos y familiares de enfermos. Si los infectados por VIH, que no tiene nada que ver con el asbesto y el mesotelioma advierto, no se hubieran reunido y manifestado en los años ochenta quizás no hubiéramos adelantado tanto en el control y tratamiento de esa epidemia.  Debemos reconocer sus dramáticos y difíciles testimonios aunque todavía falte mucho por hacer.  Sus historias individuales fueron y son importantes.

Necesitamos un paciente más autónomo y proactivo para cambiar la perspectiva social de muchas enfermedades. No debemos temer relatar nuestra realidad clínica ante el profesional de salud ni el sistema de salud enfrentando en ocasiones la opinión pública. No somos nunca los únicos enfermos, siempre existirá alguien que ha vivido una experiencia similar y se nos acercará en la plaza pública como ocurría en Sumeria. Necesitamos pacientes valientes como Ana.  No solo enfermos tímidos y obedientes.

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