La más reciente de las sacudidas políticas, si es que al momento de publicarse esta columna no ha aparecido una nueva que la haga olvidar, tiene que ver con la destitución provisional del alcalde de Medellín, Daniel Quintero. La procuradora Cabello le abrió una investigación por participación en política y consideró que el hecho de ocupar el cargo puede interferir en la misma.
El cambio en primera, la suspicaz frase del alcalde de Medellín expresada con acento en un video en el que se lo ve encendiendo un automóvil, que todo el mundo entiende pero a su vez puede pasar válidamente como una simple instrucción de conducción, resultó suficiente para la medida del ente disciplinario. Que empata con igual resolución para el alcalde fiquista de Ibagué.
En un fantoche alarde de neutralidad, puesto que la frase que pronunció este último antes de votar el 13 de marzo, yo me identi…fico, también se presta para interpretaciones. Con independencia de la legalidad de la medida, que se cuestiona con fallos de la Corte Constitucional y la Corte Interamericana, es evidente que en sí misma encarna una participación en política.
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La procuradora Cabello hace política, pues su pública condición de uribista pone de presente la parcialidad con que obra
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La procuradora Cabello hace política, pues su pública condición de uribista pone de presente la parcialidad con que obra. Nada dijo el máximo ente disciplinario del país cuando unos días atrás, sin disimulo alguno, el general Zapateiro la emprendió abiertamente contra el candidato Gustavo Petro, con el pretexto de defender el honor cuestionado de las fuerzas militares.
Tan descarada resultó la arremetida política del general, que hasta en los grandes medios, la mayoría de ellos refractarios al candidato presidencial del Pacto Histórico, se cuestionó su intervención en el debate político, trayendo a cuento aquel famoso discurso del presidente Carlos Lleras Camargo en el teatro Patria, esa especie de Vox Deus en la materia.
Y que nos revela a su vez el carácter hipócrita de los juicios sobre participación en política por parte de los funcionarios públicos, más si estos son militares activos. Hasta donde me lo permite la memoria, recuerdo haber escuchado siempre a los generales despotricando contra decisiones gubernamentales o pronunciándose impunemente sobre asuntos de la política nacional.
Como si para ellos la prohibición tuviera sentido sólo si se trata de candidatos afines al sistema, resultando inexistente cuando se ocupa de quienes se oponen al mismo. Si las palabras del general se hubieran dirigido contra Fico o Fajardo, seguramente la consecuencia hubiera sido contundente, pero como se refieren al candidato exguerrillero todo se vale.
Es esa doble moral que impera en Colombia la llamada a desaparecer. Un tema que se puso nuevamente en evidencia, con relación al denominado paro armado promovido por las llamadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia. Para el Establecimiento colombiano este paro pasó prácticamente desapercibido, como si no se estuviera cumpliendo en medio país.
No se presentó, y de ello es testigo el pueblo colombiano, ninguna reacción de las autoridades nacionales civiles o militares. Sorprendía escuchar por la radio a algunos alcaldes de los municipios más afectados, clamando por respaldo por parte del Ejército o Policía. Los pocos hombres destinados a la seguridad local por esas instituciones resultaban insuficientes.
Si no sospechosamente amistosos con el accionar criminal de esa banda armada que se ensañaba contra la población civil. En municipios del Urabá antioqueño, como Carepa, fueron anulados los servicios públicos, la gente tenía que cocinar en el patio de sus casas en fogones de leña, porque el gas había sido cortado, sin que nadie hiciera algo por restablecerlo.
En otros, como Turbo, se podía apreciar por las redes que no había un alma en las calles, todas vaciadas ante la amenaza de que quien saliera a ellas sería asesinado. Audios de presuntos jefes de autodefensas amenazaban por las redes con quitar la vida a quienes se dejaran sorprender con un paquete de regalo para sus madres en su día. Cero comercios, cero actividades o la muerte.
Eso pasó en Colombia la semana anterior, sin el menor pronunciamiento de Duque o los altos mandos. Los mismos que ordenaron sacar tanques de guerra, tropa y policías en masa a las calles cuando las protestas del paro nacional, absolutamente indiferentes a la arbitrariedad, el abuso y la violación de derechos humanos por autoridades que trituraban manifestantes pacíficos.
Las noticias hablaron esta semana de una masacre en una cárcel de Ecuador. Nadie recuerda la masacre de la cárcel Modelo aquí en Bogotá justo antes del enclaustramiento forzado por la pandemia. 23 muertos y más de 80 heridos justificados por la ministra de justicia Margarita Cabello, hoy la procuradora que se encarga risiblemente de investigar esos hechos.
Igual risa produjo ver a Duque llegando a Carepa, ofreciendo apoyo, una vez que el paro había terminado. Gobierno infame y de comedias. Con Petro y Francia no podrá solucionarse todo, pero será muy distinto. Votemos por ellos.