No me gusta Natalia Bedoya y me parece que no está capacitada para hablar de política. Es responsabilidad suya asistir a debates con senadores y creer que puede dar la talla. Tiene espíritu de mártir, se siente cómoda haciendo el ridículo. El viernes pasado el youtuber Levy Rincón la invitó a un debate a su programa en redes. Nadie, ni siquiera alguien que crea que Álvaro Uribe es el personaje histórico más importante que ha nacido en este país, merece la encerrona que le hicieron los supuestos progresistas a Bedoya. La manera como fue humillada por parte del propio presentador y del senador Gustavo Bolívar merece el más profundo de los desprecios. El matoneo se trasladó a las redes sociales. Afortunadamente Natalia tiene un ego tan grande que se juró victoriosa y no hizo énfasis en la misoginia que respiraba en cada uno de los trinos escritos contra ella.
Es lamentable ver a los senadores de la Colombia Humana Gustavo Petro y Gustavo Bolívar afanados por posicionar a Levy Rincón como un pensador sólido e iconoclasta de la izquierda colombiana. Esto ha llevado a que miles de incautos lo propongan como posible aspirante al Senado, que lo vean como el referente más serio que tiene la oposición. Él se lo cree, por supuesto. Su principal argumento es decir Hijueputa, que es también su grito de batalla. A veces se le muere una neurona y expele otro de sus términos: gonorrea. En muchos de sus trinos queda evidenciado su racismo y machismo soterrado. Eso igual al senador Petro no le importa. Lo más importante es que mueve gente con la ferocidad de un líder barra brava. Y que odia a Uribe.
Me encanta escandalizar. Los nadaístas leyeron su manifiesto escrito en un papel higiénico, Dalí pintó un cuadro en donde se evidenciaba sus profusas masturbaciones inspiradas en su madre. Gala una vez se disfrazó de hijo de Lindbergh muerto. Gómez Jattin agarró a piedra la Casa de Poesía Silva y casi escalabra a María Mercedes Carranza. Uno puede escandalizar como quiera, siempre y cuando tenga la genialidad para hacerlo. Pero a Levy Rincón, parafraseando al papá de Martin Hache, le hacen falta cien mil neuronas para ser un iconoclasta. La grosería pura es solo eso, mierda, asquerosidad, pus. Y eso es lo que resumen ahora las redes sociales y al parecer también da votos.
Por seguidores como Levy yo le he perdido la confianza a Petro. Antes, me regocijaba pensar que fenómenos como Polo Polo eran fauna exclusivamente uribista. Habiendo tantos Yohir Akerman en ciernes, tantos tuiteros estructurados de izquierda, la Colombia Humana le da alas a un joven capaz de humillar públicamente a una mujer como Cielo Rusinque solo por haberlo criticado, por haberle dicho la verdad: su programa de debates es un circo. Ese nivel de agresividad lo tiene solo, en las redes uribistas, un tipo como Don Argiro. Levy encarna un nuevo petrismo, el mismo que esgrimen tantos jóvenes ramplones que se creen con el derecho de destruir sin haberse leído un puto libro en su vida. Y lo peor es que escribo esta columna con miedo. Claro que hay que tener coraje para enfrentarse a Levy Rincón
En redes son muchos, millones y atacan como un enjambre de abejas. Tienen dos cualidades, su antiuribismo y su persistencia pero el nivel argumentativo se queda en el insulto fácil. ¿Qué le ha pasado a Petro en estos dos años en los que debería ser el faro moral de este país? ¿En qué momento se dejó rodear de toda esa gente y retuiteó sus trinos y les dio influencia? ¿Acaso la influencia del senador Bolívar lo perrateó?
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La apuesta de la izquierda ahora en Colombia es igualarse en bajeza moral con el uribismo y conseguir votos con base en la mentira, la irresponsabilidad
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La apuesta de la izquierda ahora en Colombia es igualarse en bajeza moral con el uribismo y conseguir votos con base a la mentira, a la irresponsabilidad. Convertir a un mantocito de barrio con un columnista influyente a punta de trinos. Queda uno desamparado ideológicamente, huérfano, sin rumbo, hablando pendejadas sobre Fajardo.
Por ahí vi que el jefe de prensa de Petro, Andrés Hernández, había defenestrado públicamente el ataque de Levy a Rusinque. Ojalá su líder lo siga. Está en juego el prestigio del político de izquierda más importante desde el comandante Pizarro. Tiene que quitarse de encima estas rémoras que lo único que les interesa es cosechar clics en redes y seguidores en Twitter usando su imagen que sigue siendo la del progresismo colombiano.
Todavía soy de izquierda y por lo mismo exijo rigor. Creo que, en países con una desigualdad galopante como este, la derecha debe ser reemplazada en el poder. Una izquierda que se fundamente y nutra a partir de las ciencias sociales, de la poesía, de la ternura. Por eso mismo rechazo el matoneo de Levy Rincón y sus seguidores en redes sociales. No me tomaré en serio jamás una denuncia de Beto Coral, ni creeré que Wally le gana en agudeza a John Oliver. Petro tiene que apartarse de ellos. No se puede validar ni aceptar el odio promovido por ellos. ¿No que los únicos que promovían el odio eran los seguidores de Álvaro Uribe Vélez? De verdad Petro querido, ¿te sientes superior moralmente a tus enemigos replicando las barbaridades que dice gente como Levy Rincón?
