Hubo una época en la que no se movía una hoja dentro de las canchas del fútbol colombiano sin que Carlos Antonio Vélez lo permitiera. Era Dios y por eso su apodo era ese, Dios Antonio Velez. Cuando el Bolillo era el entrenador de la selección esa dictadura se acrecentó y de qué manera. Pero con el paso de los años ese poder se ha deshecho. Por eso la furia que no escondía contra José Néstor Pekerman, el valiente argentino que decidió cerrarle la puerta del vestuario de la selección. A partir de ahí, sin importarle que consiguiera los mejores resultados en la historia del equipo nacional, atacó de manera despiadada su gestión llevado sólo por la conveniencia personal.
Por eso es que ya los jugadores y técnicos pueden hablar libremente contra el periodista sin que pese sobre ellos algún veto tácito. Su poder ha mermado. Es por eso que vemos a Rafael Dudamel señalarlo -sin nombrarlo- como el hombre fuerte de Nacional quien cuida su legado fiel al grupo económico que siempre lo ha protegido, por eso es que Fabián Vargas se despacha, y de qué manera, contra él: “No me meteré en la polémica de Rafael Dudamel, está defendiendo los colores de la institución a la cual pertenece y yo entendí muy clarito a quien iba dirigido el mensaje, Carlos Antonio, que le ha hecho mucho daño desde el micrófono muchos futbolistas y deportistas con sus mensajes".
Vélez es un periodista que siempre ha estado asociado al poder y, por eso, su nombre está completamente agotado al igual que su prestigio entre las nuevas generaciones que ya no entienden por qué su programa se llama Palabra Mayores.
