El centro de diagnóstico de Convención, Norte de Santander, nunca albergó un solo médico. Mucho menos atendió un paciente. Los 16 mil habitantes de ese pueblo ubicado en la provincia de Ocaña se acostumbraron a ver que el lugar, construido con las donaciones hechas por la fundación Un gol por la vida con el fin de ser la clínica más moderna de la región, se había convertido en una serie de improvisados apartamentos donde vivían seis familias.
Las cosas parecieron cambiar cuando en mayo del 2010 llegó una orden desde Roma. El sacerdote David Solano, creador de la fundación y oriundo del lugar, les había ordenado a sus arrendatarios que desalojaran temporalmente el lugar y que le ayudaran a transformar los apartamentos en la clínica soñada que se le había prometido al pueblo. En diez días tenían que conseguir camas, aparatos que simularan ser equipos médicos y lo más importante: especialistas en el campo de la medicina.
Como no había tiempo para contratar aquel personal, ni mucho menos actores, Solano ordenó que se reclutaran muchachos del barrio, les dieran una bata blanca y se hicieran pasar por médicos. Se contrataron quince personas y a cada una de ellas se les dio 50 mil pesos. Cuando alguno de los muchachos preguntó con inquietud si eso de suplantar la identidad de otra persona no era delito, el delegado de Un gol por la vida le respondió que esto lo hacían porque desde Italia llegarían las tres rutilantes estrellas del Calcio, futbolistas consagrados, que un par de años antes habían puesto su imagen para recaudar fondos con el objeto de regalar aquel Centro de Diagnóstico Médico, pero como no había alcanzado la plata para completar la piadosa obra, había que mostrarles por lo menos algún avance. Tal vez le conmovían de nuevo el corazón a los futbolistas y ellos pondrían el dinero faltante. “Pero si ven que esto no está funcionando, seguro que no se animan y el Centro de Salud quedaría inconcluso”, dijo con cinismo el capellán. Entonces el pueblo se aprestó para la pantomima y para recibir a los ilustres visitantes.
Zago, defensa central de la Roma y campeón con Brasil de la Copa América del 99, Aldair, pilar de la zaga brasileña en la obtención del mundial de Estados Unidos y Luigi Di Biagio, dos veces mundialista por Italia y autor del penal decisivo en los cuartos de final de la Euro 2000 contra Holanda, llegaron a Convención (Norte de Santander). Una sorpresa que cogió a Colombia tan desprevenida que ningún medio registró la noticia. Pero ahí están las fotos. Tamaña campaña la había logrado el hijo más ilustre se aquel pueblo olvidado; el padre David Solano, quien como muchos no había sido profeta en su tierra pero sí lo había logrado en Italia.
Y es que gracias a esa aura de santidad que destilaba se había convertido en el guía espiritual de la Roma, de la Lazio, del Inter y como si fuera poco del Milán. Todos dentro de los mejores 20 equipos de Europa. Los más aguerridos jugadores del Calcio le confiaban sus culpas, sus arrepentimientos, sus pecados. Ni siquiera el escándalo en el que se vio involucrado en el 2002 cuando cuatro muchachos del orfanato de Rocca di Papa, pueblo de la provincia de Roma donde oficiaba como párroco, lo denunciaran por intentar abusar de ellos sexualmente, impidieron que continuara ascendiendo descomunalmente en su carrera hacia una inminente canonización.
Cantantes, actrices, políticos y sobre todo jugadores caían rendidos ante Don Davide como le llamaban cariñosamente en Italia. Por eso le fue fácil convencer a Francesco Totti, el eterno capitán de la Roma, para que lo ayudara a fundar Goles por la vida, una fundación gestora de recursos que ayuda a niños pobres en países con problemas de violencia.
En la imagen el centro de salud y Zago en Convención
Cuentan que vertió su santidad y generosidad inagotable a niños de Kosovo, Sri Lanka y Afganistán. Gracias al fervor sagrado que le despertaban los jovencitos sacó de Ocaña a 35 de ellos, la mayoría músicos y los envió un mes a Italia en dónde deleitaron con su talento a Juan Pablo II y pudieron conocer los vestidores y las tribunas del San Siro. Por intervención suya y de Iván Ramiro Córdoba, media plantilla del Inter de Milán visitó las barriadas más pobres de Medellín y cada vez que regresaba a su pueblo natal llegaba cargado de camisetas y de buzos de los más encopetados equipos de la Serie A que repartía entre la muchachada que lo idolatraba como si fuera un cantante Vallenato. Solano no hacía nada extraordinario, tan solo era fiel a la misión a la que había sido predestinado: llenar de alegría el corazón de los niños más necesitados.
Por eso era pan comido para él convocar a un partido amistoso en la ciudad de Cúcuta en donde se darían cita entre otros: Camilo Zuñiga y Cristian Zapata, Allesandro Nesta y Cristian Vieri, Aldair y Di Biagio. La reunión deportiva tendría como fin recaudar fondos para los damnificados del terremoto de Haití.
La devastada frontera entre Colombia y Venezuela, en donde el 12 por ciento de la población no tiene empleo y en donde una cuarta parte vive en condiciones de extrema pobreza, se daba el lujo de ser el escenario de una obra de caridad para ayudar a los damnificados de una lejana nación del Caribe. Los medios de comunicación apenas divulgaron el evento, un par de miles de espectadores cucuteños hicieron menos desgraciados a los millones de haitianos que lo habían perdido todo.
Dos días después de jugarse el partido estas estrellas del fútbol mundial viajarían a Convención para comprobar si los fondos que ellos habían recogido se estaban usando bien. De un tiempo para acá circulaba el rumor en Italia de que Don Davide al fin y al cabo era un hombre de carne y hueso y tenía sus debilidades. Se decían, entre otras “calumnias”, que la clínica que habían hecho en Colombia se había convertido en un edificio de su propiedad y que se lucraba con él.
Por eso este Borgia del Catatumbo logró organizar en unos cuantos días la farsa que lo salvaría del escarnio público. En menos de una semana la edificación lucía como una clínica. Al frente una placa aclaraba que este centro de salud se había hecho gracias a la fundación Un gol por la vida. Adentro 18 falsos especialistas esperaban ansiosos que empezara la función.
Convención no recibía a tan distinguidas personalidades desde que Pedro de Ursúa pasara por allí devastando todo lo que se ponía a su paso en el lejano siglo XVI. Por eso había que adornar las calles con serpentinas, acaparar la mayor cantidad de pólvora para iluminar el cielo y comprar toda la cerveza posible para que los convencionistas pudieran nadar en ella.
En un par de días la monja superiora preparó como pudo a las niñas de la normal femenina para que recibieran a los futbolistas. Lo mismo haría monseñor Darío Castrillón con lo mejor de su repertorio musical. La gente llenó las calles y trataron de explicarle en español a los ídolos del calcio que el cura David era algo muy parecido a la santísima trinidad. Los especialistas se portaron a la altura y demostraron sin moverse de sus puestos que eran unos médicos maravillosos. La obra había salido muy bien y los jugadores se fueron convencidos de la honestidad del sacerdote.
Tres años después el centro de diagnóstico continúa siendo una unidad residencial. En el piso de arriba se encuentran los cinco improvisados apartamentos, aunque Don Davide ha sido lo suficientemente considerado y nunca les ha incrementado el canon de arrendamiento. En el piso de abajo está una marquetería en donde, curiosamente, se venden las fotos de los famosos jugadores que estuvieron aquel día de junio del 2010 en ese pueblo olvidado que necesita una clínica.
Pocos recuerdan ya que ese sitio iba a ser un hospital. La reputación del sacerdote David Solano ha decaído. En el 2011 se reabrió su caso de pedofilia y fue encontrado culpable. Lo condenaron a 3 años de cárcel pero por lo que se sabe, Solano continúa libre en Italia, buscando niños alrededor del mundo que quieran sentir la gracia divina de la que está hecho