En el informe Violencia Sexual en el Cesar, una aproximación a los patrones de victimización, realizado por Pax y Humanas Colombia, valientes mujeres de la Jagua de Ibirico, Chiriguaná y Bosconia contaron sus historias sobre cómo vivieron la guerra y los impactos que tuvo la violencia sobre ellas, sus cuerpos y sus familias. El informe fue entregado en Valledupar a Alejandra Miller, coordinadora del grupo de género de la Comisión de la Verdad.
Este es el primer informe sobre violencia sexual que se entrega en el Caribe a la CEV y para una de sus autoras, “es la apertura de una puerta para muchas otras mujeres que también tienen el deseo de llevar sus testimonios a la Comisión de la Verdad, pero más allá de eso, es el significado que tiene para la construcción de la verdad con la voz de las mujeres de la guerra en el Caribe y, particularmente en el Cesar”.
La vida en manos de los violentos
Los diez casos de violencia sexual que se analizan en este informe ocurrieron entre el 2000 y el 2014 y se dieron en un contexto de control territorial por parte de paramilitares. Ocho de las violaciones se cometieron cuando las víctimas eran menores de edad y en la mayoría de los casos, se trataba de estudiantes jóvenes y trabajadoras de distintos oficios, que no tenían ninguna cercanía con su victimario, antes del hecho de violencia sexual.
El control territorial por parte del grupo armado fue clave para que todos estos delitos se cometieran. En este caso, los paramilitares se adjudicaron funciones de policía, regulaban la vida de las personas y determinaban quién podía o no entrar al territorio. “Hacían reuniones, por ejemplo, los sábados, y uno tenía que bajar de allá. (…) porque allá todos los que entraban tenían que portar un carnet…”.
Las lideresas sociales pagaron su cuota de vida y de lucha por los derechos humanos de otros y otras en la región. Algunas fueron asesinadas, otras desplazadas y desterradas de su territorio perdiendo todo lo que habían podido conseguir, pero cuando se escuchan las historias de resistencia, también descubrimos que muchas mujeres salvaron otras vidas.
Los paramilitares interferían en conflictos privados o públicos y fijaban normas de convivencia, algunas de las cuales eran específicas sobre las mujeres. “Las reglas que ponían ahí eran que las mujeres no podían pelear. Como, por ejemplo, (…) había unas niñas que estaban siendo novias del mismo novio, entonces se daban golpes en la calle y venían, les quitaban la ropa, las tableaban, les pegaban con una tabla, las bañaban con agua fría, las ponían a barrer con pantaleta en las calles, todo eso se vio en Las Palmitas”.
“Vas a ser mía”
Las narraciones de las mujeres entrevistadas y el análisis de contexto que se hizo a través de grupos focales conformados por lideresas de la Asamblea Campesina por la Restitución de Tierras y el Buen Vivir y por mujeres de la organización Mujeres Víctimas Empoderadas (Muvicem) permitió establecer que la violencia sexual se cometió con el fin de dominar, regular o castigar.
La Corporación Humanas ha establecido a través de su amplia experiencia en el análisis de la violencia contra las mujeres, que “una de las formas más evidentes mediante la cual se demuestra superioridad, es la capacidad para disponer del cuerpo de otra persona, en suma, para dominar”.
“Vas a ser mía” era la frase con la que los paramilitares sentenciaban a las mujeres y con la que les enviaban el mensaje de que iban a ser uso de su cuerpo, con o sin su consentimiento. Este fue el caso de Andrea, quien, a sus 14 años, fue violada por un miembro de las autodefensas. Cada vez que iba a la tienda de su pueblo, le decía: “tú vas a ser mía” y la intimidaba cruzándose en su camino. “Cuando de pronto, por ahí pasaron unos días y yo iba para el colegio en la mañana, temprano, (…) eran como las 5:30 porque teníamos que estar bastante temprano en el colegio. (…) Y cuando de pronto miro así pa' tras, veo la llanta de una cicla al lado mío, pero yo solo vi eso. (…) Cuando de pronto, me agarró y me tapó la boca”.
Las marcas físicas, emocionales y sociales
Ser víctima de violencia sexual, cualquiera que sea su contexto, deja graves consecuencias en lo individual y colectivo. Las mujeres que hicieron parte de este informe, compartieron con las investigadoras, las dolorosas huellas que los violentos dejaron en sus cuerpos y sus vidas.
La violencia sexual provocó en ellas, dolores inmediatos y permanentes, lesiones en sus aparatos genitales y urinario, embarazos y abortos. En algunos casos, los golpes recibidos durante la violencia sexual dejaron cicatrices físicas que les hacen recordar cada día, la agresión vivida. A estas, se suman las huellas emocionales. El llanto continuo producido por una profunda tristeza, el aislamiento, el miedo a la soledad y en ocasiones, el desapego a la vida son secuelas que reconocen todas las mujeres entrevistadas.
Luego de las agresiones, las mujeres, a pesar de ser las víctimas, se apartaron de sus entornos sociales, dejaron sus actividades cotidianas para evitar los juicios sociales a los que las mujeres, en estos casos, son sometidas y para no tener que dar explicaciones.
La guerra y la verdad, narrada por las mujeres
El dominio sobre las mujeres, como prueba de supremacía del armado durante la guerra, se impuso. Algunas no sobrevivieron, otras, en todo caso, fueron violadas. Pero los relatos de un ¡no!, mirando a la cara del agresor o simplemente mirando al horizonte, llenan de admiración y de potencia sus verdades.
Este informe, estos diez testimonios, ya están en manos del grupo de género de la Comisión de la Verdad que lo ingresará a su sistema de información como un insumo para el análisis de los patrones que caracterizaron el delito de violencia sexual en el marco del conflicto armado. La comisionada Alejandra Miller, al recibirlo de las manos de estas mujeres del Cesar, dijo que la CEV recibe este documento “con toda la seriedad y el respeto que se merece” y, resaltó, el importante aporte que se hace a la construcción de la verdad: “no solo por los testimonios, sino por el mismo análisis que han entregado alrededor de patrones sobre violencia sexual; contribuye al esclarecimiento, y a indagar y explicar, el porqué de la violencia sexual en estos territorios y estas mujeres muy empoderadas, nos ayudan a que otras se animen con sus testimonios y a generar confianza en la Comisión de la Verdad”.
Para Adriana Benjumea, directora de Corporación Humanas, “la historia del conflicto armado en el Cesar la han contado los hombres y la guerra la narran distinto los hombres y las mujeres”, pero su relato da cuenta, no solo de los hitos donde ellas han sido protagonistas como víctimas, sino como resistentes. Una resistencia que demuestra que, a pesar de la barbarie, su dignidad sigue intacta; que los dolores del cuerpo y el alma lejos de inmovilizarlas, las empoderó para defender lo suyo y los suyos.
Y en esa resistencia, las diez mujeres que valientemente entregaron su dolorosa historia para la construcción de la verdad, esperan respuestas, explicaciones, y reparaciones a lo que les pasó.
* Nota: este artículo fue elaborado con insumos del informe Violencia Sexual en el Cesar, una aproximación a los patrones de victimización.