La revista Semana había sido uno de mis referentes de seriedad e imparcialidad periodística a nivel nacional, pero con la publicación del artículo El crudo en la encrucijada, el pasado 30 de abril --el cual va dorando poco a poco la masa hasta tener el pan bien asado, para hacérselo comer gustosamente a los lectores y les hace creer que la explotación petrolera no es mala, que no está contra el medio ambiente y que el sufrido sector petrolero está siendo estigmatizado-- me hizo parodiar una de las frases preferidas de mi abuelita: la revista Semana mató el tigre y se asustó con el cuero.
En la publicación de marras, en la cual me endilgan el honroso título de gobernador del Caquetá por la locura de algún diablillo de la tecnología, comienzan mostrando toda una serie de decisiones judiciales que favorecen a muchas regiones --que están en contra de la explotación petrolera, muestran la dependencia económica del petróleo, la falta de estímulos y seguridad jurídica a los inversionistas-- y cita a cuanto barón representante de las multinacionales pontifica sobre que “está en juego la sostenibilidad energética del país”, para aterrizar estruendosamente en la “dolorosa” situación de que el sector petrolero está estigmatizado. Finalmente, borra de un plumazo todas las campañas y artículos que venía publicando a favor de los ecosistemas nacionales.
Tal parece que Semana se convirtió en la caja de resonancia del nuevo Ministro de Minas quien llegó declarándole la guerra a todas las despensas de agua del país, anunciando que implementará el frácking y diciendo que esa técnica no es tan destructiva como parece. Solo falta que sigan apareciendo artículos en los cuales se muestre la mencionada técnica como algo positivo que debemos apoyar, buscando generar entre el pueblo una falsa opinión que ablande la férrea oposición de la sociedad civil a la explotación petrolera y al frácking. Nos resistimos a creer que la aún prestigiosa revista haya sido contaminada con la famosa mermelada que todo lo destruye.
Arrojar por la borda nuestras propias convicciones es parte de la idiosincrasia de los colombianos que estamos acostumbrados a recoger el maletín que baja por el río para abandonar el propio. Semana había construido un verdadero edificio de seriedad, responsabilidad y sentido de pertenencia con lo más caro de los colombianos: el agua que es vida, pero con la publicación anteriormente mencionada, definitivamente mató el tigre y se asustó con el cuero.