El 19 de marzo de 1937, el papa Pío XI en la encíclica Divini Redemtoris declaró: “la doctrina marxista es intrínsecamente perversa”, siendo patética esa afirmación por los millones de víctimas que ha ocasionado el comunismo totalitario durante su existencia para conquistar o aferrarse al poder político de las naciones, sometiendo a los pueblos a la esclavitud. Por esa razón es que los libertarios, quienes derrotaron filosófica e ideológicamente a Karl Marx en el siglo XIX, coinciden con el cristianismo, resaltando las palabras de Pierre-Joseph Proudhon, que decía: “Libertad absoluta del hombre y del ciudadano. Esta es nuestra profesión de fe política y social”.
Cuando el hijo de Dios estuvo en la tierra, hace 2000 años, estuvo acompañado por las reivindicaciones en favor de los necesitados. Jesús en varias oportunidades dio muestras de privilegiar a los humildes por encima de la opulencia de los acaudalados de aquel tiempo, continuando sus apóstoles con las enseñanzas, en donde el cristianismo primitivo tenía un gran fervor por el servicio a la comunidad. Cabe recordar que en el libro de los Hechos de los Apóstoles se narra que tenían todas las cosas en común, ya que vendían sus propiedades y sus bienes, repartiéndolos según la necesidad de cada uno.
Esa costumbre se practicó durante al menos tres siglos de cristianismo en el Imperio Romano, en donde se destaca a San Lorenzo mártir y diácono, quien fue sacrificado en el año 258 d.C, pues administraba los bienes de la iglesia y cuidaba de los pobres, a los que consideraba el mayor tesoro, situación que no permitieron las autoridades romanas quienes lo quemaron vivo.
También se destaca que el 15 de mayo de 1891 fue promulgada la encíclica Rerum Novarum del papa León Xlll. En ella se muestra el carácter social de la iglesia, al apoyar a los sindicatos, condenando la avaricia hacia el capital como causante de la pobreza y degradación del trabajo.
Ese documento se enmarcó dentro de la lucha ideológica al interior de los trabajadores en aquel entonces, pues existía la Segunda Internacional, en donde se enfrentaban comunistas totalitarios basados en el marxismo, con los libertarios y las corrientes socialdemócratas, así que la iglesia supo percibir el momento histórico y propuso esa encíclica social, que tiene vigencia hasta nuestros días.
La iglesia vivía momentos difíciles a finales del siglo XIX, por la descristianización de los sectores proletarios, impulsada principalmente por el marxismo, cuyo fundador planteó que la religión era el opio del pueblo y además le hacía apología a la violencia. Sin embargo, no lo acompañó en esa postura el dirigente libertario Bakunin, contradictor de Marx en la Primera Internacional, quien manifestaba su catolicismo por no tener elementos científicos válidos para volverse ateo. Así que la iglesia con la encíclica Rerum novarum, discernió el signo de los tiempos, siendo una actitud fundamental para contrarrestar a los adversarios de la iglesia y proyectar su doctrina social, que es base indispensable para la construcción del reino de Dios entre nosotros.
Los sindicatos le deben mucho a las iniciativas de la iglesia con la doctrina social, no solo en el ámbito mundial sino desde luego en nuestro país, recordando las obras del padre José María Campoamor y monseñor Jorge Murcia Riaño en el siglo XX. Además, no se puede olvidar que la iglesia impulsó la creación de la juventud obrera católica (JOC), la SETRAC (selección de trabajadores católicos) y el secretariado económico y social (SESAC). Así mismo, yudó a la creación de la UTC (unión de trabajadores de Colombia) en 1946, y colaboró con la fundación de la JTC (juventud trabajadora colombiana), a lo cual hay que agregar que en el movimiento cooperativo que ha sido cercano al sindicalismo tuvo mucha influencia en su desarrollo el cristianismo católico. Todo lo anterior demuestra lo trascendental que ha sido la encíclica Rerum novarum en estos 127 años.
Se destaca que la iglesia pudo contrarrestar con el documento del papa León Xlll en su aplicación práctica la influencia de ideas totalitarias, que buscaba que el materialismo fuera asumido íntegramente por los trabajadores. Por ello hay resaltar que en la búsqueda de la dignidad de los obreros, la iglesia ha promulgado a través de los años otras encíclicas de contenido social como: Quadragesimo Anno de Pío XI en 1931; Mater et magistra en 1961 de Juan XXlll; Centesimus Annus de Juan Pablo ll; Populorum progressio de Pablo VI en 1967; Laborem exercens del papa Juan Pablo ll. Todas estas encíclicas exaltan el trabajo humano y rechazan las doctrinas absolutistas, el secularismo, el mercantilismo y el desempleo, recalcando que en el trabajo se imita a Dios, siendo Jesucristo hombre de trabajo. Además, Benedicto XVI durante su pontificado promulgó la encíclica Caritas in Veritate, en donde se reconoce grandemente la labor de los trabajadores.
El cristianismo católico, que es una institución histórica, toma el trabajo como condición necesaria para el progreso, en donde este no se puede deshumanizar como lo hace el neoliberalismo y la globalización, de ahí que la opción preferencial por los pobres es una premisa para el desarrollo eclesiástico siguiendo las enseñanzas de la palabra de Dios, respetando la tradición y fortaleciendo el magisterio.
La acción pastoral a favor de los trabajadores reconforta para lograr la dignidad social, sin olvidar que hay que trabajar defendiendo la creación, que corre peligro por el afán excesivo de poseer y acumular riquezas, como lo expuso el papa Francisco en la encíclica Laudato Si, que se refiere al medio ambiente; por ello el desarrollo de las organizaciones sindicales debe de ir de la mano con la defensa de los nobles intereses, que mueven a las mujeres y los hombres de buena voluntad.
El cristianismo social en Colombia tiene una tarea preponderante para seguir ayudando mediante acciones caritativas a los más necesitados, y así contribuir a lograr la paz, en donde las organizaciones sindicales podrán incrementar su participación, buscando elevar la calidad de vida de la ciudadanía con sus luchas diarias; porque el marxismo-leninismo, inmerso en la perversidad, anda como león rugiente buscando a quién devorar, parafraseando a la Biblia en la primera epístola de San Pedro.