Las bombas le aturdían los oídos, sonaban por todas partes, Sol estaba aterrada con la fuerza de los artefactos. “Ver a las personas correr, llorar y pedir ayuda era triste, pero así es la vida, tenía que cumplir la orden de mi comandante”. Así fue su primera experiencia en un hostigamiento, acompañando a un grupo que actuó en una localidad caucana.
Hace 40 años nació esta mujer -a quien llamaremos Sol por motivos de seguridad- en el departamento de Antioquia. Formó parte por 18 años del sexto frente de las FARC, que opera en el sur-occidente colombiano y que está bajo el dominio de los comandantes ‘Sargento Pascuas’ y “Pacho Chino”. Este último se unió hace poco al proceso de Negociación para la Terminación del Conflicto, en la Habana.
Sol llegó al Cauca debido a su profesión, educación preescolar. Pero no solo daba clases a los niños, también le gustaba hablar con la gente de la zona, escuchar sus historias y problemas. Tal vez por esta razón y por su forma de crianza, de principios comunistas inculcados por sus padres, ingresó, a los 22 años a la insurgencia armada. Sin embargo, sus padres nunca estuvieron de acuerdo con que ella se convirtiera en guerrillera.
“Siempre tuve ideales diferentes, incluso muchas veces les sacaba la rabia a mis padres por esta razón. Ingresé a las Farc porque me molestaban las injusticias, quería luchar por lo justo de una manera diferente. La ideología fue otro factor que me llamó la atención, el pensamiento de la vieja guardia, la lucha por el pueblo, algo que ya no se ve, fue lo que me motivó a formar del frente guerrillero”.
Desde que se incorporó hasta su captura, en septiembre de 2015, hacía política en las diferentes zonas del departamento, una función que para Sol no era nada fácil, “debía cumplir la parte ideológica en la comunidad, dar a conocer lo que pensaba y quería la organización, pero también debía cumplir con la disciplina, había entrenamientos muy duros a los que me debía someter”.
Dar a conocer las motivaciones ideológicas y prácticas del sexto frente de las Farc no era tarea sencilla. Para Sol, los medios de comunicación son los causantes de tipificar a la organización como lo peor, sin antes contar por qué y para qué lo hacen.
“Las Farc son un movimiento fuerte, causan dolor pero lo hacen para marcar las injusticias, ¿por qué secuestran? porque hay senadores que roban mucha plata, hay senadores que son injustos con el pueblo, hay senadores que prometen y se olvidan de su gente cuando los eligen, por eso muchas veces el secuestro no es económico, es más bien político”, explica.
En muchas ocasiones, Sol pensó en huir, no por maltrato contra ella, algo que desmiente rotundamente que suceda en la organización. Más bien, plantea que es un imaginario que venden los medios de comunicación para debilitar y desprestigiar al movimiento guerrillero ante la sociedad. Pero decidió escapar porque sentía que ya había cumplido su ciclo.
“Quería huir porque ya era suficiente, también por mi esposo y mi familia, pero créame que es difícil, el compromiso que uno tiene con la organización es de seriedad. Si uno sale es para no volver, yo viví un caso, de una compañera que salió después de 7 años de servicio, al poco tiempo volvió y desafortunadamente la mataron porque pensaban que era una infiltrada; y uno no nació sapo, para no perjudicar a los suyos”.
Pero nunca tuvo el valor de huir porque a la vez sentía satisfacción por lo que hacía, sus años de servicio, el reconocimiento que tenía en los diferentes cabildos indígenas del departamento y la disciplina que adquirió por más de 18 años. Ya se había convertido en una rutina, un estilo de vida que la llevó finalmente a la cárcel.
Siente que su captura, y lo cuenta con un tono de seguridad, fue programada: “Yo creo que me entregaron porque ese día vi muchos movimientos raros en la reunión a la que asistí, a uno le enseñan en el entrenamiento muchas tácticas para saber cuándo algo no anda bien. Me paré para acompañar a un amigo y de un momento a otro me acordonaron. Me sentí sola por un momento, pero a los pocos días mi comandante se contactó conmigo y me manifestó su respaldo”.
Hoy, Sol se encuentra recluida en una de las cárceles del país o “escuela de la vida”, como ella la llama. Si bien no está de acuerdo con los cargos que le imputan, “compartir una ideología no quiere decir que yo puse bombas en cualquier esquina o le hice daño a la gente”, tiene la esperanza de salir, recuperar el tiempo perdido con su esposo y su familia. y esperar lo que el futuro tiene planeado para ella.
Por: Stiven Daza Prieto
Estudiante Sexto Semestre
Universidad Santiago de Cali
@StivenDaza95