Desde que estudiaba publicidad en Barcelona, el chileno José Roberto Carrasco se acerco de las Farc. Con el cartón en la mano viajó a Colombia y busco su camino de entrada a la guerrilla. No fue fácil. Al principio le seguía el rastro por medio de los titulares de periódicos. Una vez, a finales del 2007, leyó que los combates en la vereda San Antonio, perteneciente al departamento del Cauca, se recrudecían. Alistó su maletín, tomó un bus y llegó al lugar. Allí no lo esperaba el Bloque Occidental de las Farc sino el ejército. Requisas, preguntas, cuestionamientos, Carrasco se mostró frío y explicó que sólo era un muchacho con ínfulas de reportero. Lo dejaron tranquilo.
Ocho meses después de estar interno en una vereda del Tolima, Carrasco se topó con el Frente 21. El ritual para ingresar fue el mismo: aprenderse el himno de las Farc, demostrar compromiso revolucionario y leerse de cabo a rabo Así se forjó el acero del novelista soviético Nikolai Ostrovski. Por sus habilidades el mismo comandante Alfonso Cano le encomendó tareas de publicidad y enfermería. Carrasco, quien de ahora en adelante correspondería al alias de Santiago, se sorprendió al saber que no era el único chileno en las Farc. Se estimaba, para el 2009, que habían cinco de sus compatriotas en las filas de ese grupo guerrillero así como una holandesa, una francesa, un venezolano y un argentino.
En Chile existía, a finales de la década pasada, un apoyo muy particular a las Farc. Según uno de los 300 correos que se incautaron dentro del computador del abatido Raúl Reyes, éste grupo guerrillero entrenó a grupos mapuches para una probable confrontación contra el estado e incluso existió la intención de donar a esta causa 8 toneladas de fusiles M-16. En estos correos aparece la que sería la primera prueba de que Carrasco era parte de las Farc. Allí se habla de un chileno “encargado del manejo de masas, informática y los cuidados médicos del comando central de la guerrilla”. Carrasco el año pasado, en una entrevista concedida a BBC Mundo, negó estas afirmaciones y dijo que su ingreso a las Farc se había dado a finales del 2011, meses antes de que esta guerrilla entrara en negociaciones con el gobierno de Juan Manuel Santos.
El primer contacto con la guerra lo tuvo Santiago durante un bombardeo. Por consejo de uno de los comandantes hizo su cambuche nocturno al lado de un árbol frondoso y fuerte. Lo despertó el sonido infernal de los Kfir, de las bombas retumbando la tierra. Alcanzó a ver cómo dos de sus compañeros eran desintegrados por las explosiones. Uno murió en sus brazos. Le impresionó la valentía del joven quien, a pesar de haber quedado deshilachado, murió consciente del destino que había abrazado.
Con el cese al fuego Santiago tuvo un respiro y pudo dedicarse plenamente a lo que más le gusta: la publicidad. Su creatividad la desarrolla al máximo con un mínimo de recursos y su espacio de acción es en el Bloque Occidental de las FARC con un foco claro: Mostrar quelos la guerrilla esta hecha de seres humanos.
Su obra última es este spot con el que busca sembrar esperanza.
