El cráneo de Moreira

El cráneo de Moreira

Homenaje a 'El llanto de Moreira', del profesor Martín Böhmer, un texto sobre la impotencia del ser humano frente al poder. Una obra palpitante sobre la justicia

Por: Laura Cecilia Bedoya Ángel
octubre 25, 2021
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El cráneo de Moreira
Foto: pulperiaquilapan.com

“En Hesíodo —Los trabajos y los días— se halla la más antigua fábula compuesta en lengua indoeuropea, anterior en varios siglos a los cuentos más viejos de la India: el apólogo del gavilán y el ruiseñor de jaspeado cuello, que por cierto lleva una moraleja bien acerba”. Veamos:

“Y ahora diré un apólogo a los reyes, aunque piensan con su propia sabiduría.

Un gavilán habló así a un ruiseñor sonoro al que había cogido con sus garras y se lo llevaba por las altas nubes. El ruiseñor, desgarrado por las curvas uñas, gemía; pero el gavilán le dijo estas palabras imperiosas.

-¡Desdichado. ¿por qué gimes? Ciertamente, eres presa de uno más fuerte que tú. Irás donde yo te conduzca, aunque seas un aeda. Te comeré, si me place, o te soltaré.

¡Malhaya quien quiera luchar contra otro más poderoso que él! Será privado de la victoria y abrumado de vergüenza y de dolores. Así habló el rápido gavilán de anchas alas”.

Seducida por la fábula busqué un personaje que inaugurará un libro con un tema relativo a la justicia y lo encontré, Tratado antropológico experimental del hombre delincuente, escrito por Cesare Lombroso, un psiquiatra y médico forense, quien dictaminó el origen del crimen basado en causas biológicas, en lo genético reflejado en la fisonomía del individuo. Un ejemplo de criminal nato es que sus rasgos físicos concretos son un cráneo pequeño, la frente hundida o un abultamiento de la parte inferior de la cabeza, esto por nombrar sólo un ejemplo. El descubrimiento que expuso fue la de la pequeña cavidad del cráneo de Villella, observada durante una autopsia. La característica encontrada fue una cavidad en la parte occipital, donde debía haber una cresta. Esto ha sido desmentido posteriormente por los científicos. (Giuseppe Villella, un famoso ladrón italiano).

Después de leer el texto anterior que puede pertenecer a un género de ficción y tiene detrás el horror y el asombro, recordé a Juan Moreira, personaje histórico que de pronto arroja luces para ensartar todo este hilo, así lo cuenta la novela de Eduardo Gutiérrez.

Se trata del gaucho Juan Moreira, quien se casó con Vicenta y organizó una fiesta el día de su boda. El teniente alcalde del lugar, Don Francisco, quería tener a la muchacha y le impuso una multa a Moreira por hacer la fiesta sin permiso. Después cobró una deuda de diez mil pesos al pulpero Sardetti, por préstamo hecho sin ningún recibo.

El hombre negó la deuda, Moreira lo denunció ante el teniente alcalde y este fue puesto en el cepo por no mostrar pruebas, entonces el gaucho le dijo al pulpero que por cada mil que le debiera le daría una puñalada, así sucedió en un duelo, pelea que se completó seguidamente con don Francisco y sus cuatro hombres, el resultado fueron tres muertos, incluido Don Francisco. Fue perseguido por la ley hasta que un día en La Estrella, casa de negocio, es rodeado por 25 hombres al mando del sargento Chirino y allí le dan muerte.

Luego del esperado desenlace, el cráneo fue entregado al médico de Lobos, Tomás Liberato Perón, abuelo paterno de Juan Domingo Perón, para estudiarlo y entender las causas de la tendencia criminal. El Museo de Lobos lo conserva, lo mismo que su facón.

En realidad, si volvemos la página, habría que alegar que Juan Moreira fue producto de unas condiciones sociales específicas, del abuso de la autoridad, pues no encontró posibilidades de defensa y más bien se procedió a castigarlo sin previa investigación; y sobre todo, la impotencia del hombre frente al poder. Para concluir, debo decir que no es la forma del cráneo lo que determina el comportamiento humano.

Es por eso que quiero hacer un homenaje a uno de los textos más palpitantes que he leído sobre la justicia, El llanto de Moreira, del abogado Martín Böhmer. (1)

Para no hacer muy extenso el artículo voy a resumir algunas partes: Alguien cruza un semáforo en rojo y es detenido por un policía que le pide documentos y que escucha las disculpas del infractor, luego le dice: “Le voy a tener que poner la boleta”, lo cual significa que está en poder del policía hacerlo o no; esto produce en el ciudadano la propuesta: “¿Cómo lo podemos arreglar?”. La forma de arreglarlo es la coima, sin embargo, lo que decimos es “Hoy me hicieron una gauchada”.

“¿Por qué decimos una gauchada? Porque todos recordamos esa desesperada noche de la literatura argentina en la que un sargento de la policía rural gritó: “¡Cruz no consiente que se mate así a un valiente!”, y se puso a pelear contra sus soldados del lado del desertor Martín Fierro. Esa imagen de la gauchada es lo que reeditamos cada vez que pasamos un semáforo en rojo.

Yo soy Martín Böhmer, profesor de Derecho. Se imaginan que es complicado ser profesor de Derecho en esta cultura. Yo intuía, sin embargo, que esta forma del derecho no tenía por qué seguir siendo siempre así. ¿Cómo había sido? Yo entré a la facultad en el final de la dictadura y en el comienzo de la democracia. Y había asistido a la peor de las autoridades ilegítimas que tuvimos en nuestra historia. Pero intuía, insisto, en que el derecho y la política podían ser de otra manera. No obstante, en medio de la noche más negra de la política argentina algo sucedió. Cuando el Estado se convirtió en criminal y, pateando las puertas de las casas, secuestraba, torturaba, desaparecía y mataba a miles de personas, los familiares de los desaparecidos empezaron a buscarlos”.

Las madres argentinas empezaron a buscar y a preguntar por sus hijos, desde La Casa Rosada hasta la Plaza de Mayo, donde circulaban por órdenes de la autoridad. Hasta el día de hoy continúan circulando.

“¿Qué pedían las madres? Querían saber dónde estaban sus hijos, si estaban detenidos..., lo que pedían era el derecho a la verdad y el debido proceso.

Como resultado de esta lucha en el comienzo de la democracia los argentinos dijeron “Nunca Más” en el informe de la CONADEP, “Nunca Más” en el final del alegato en el juicio de las Juntas.

Yo intuía que algo estaba pasando como muchos de mis colegas, y entonces encontré ahí el rol de mi profesión, o uno de los roles para mi profesión, que era ese reclamo ciudadano, traducirlo al lenguaje de los derechos y llevarlo a los tribunales.

Se multiplicaron los abogados gratuitos, se multiplicaron las ONG de abogados... Y muchos jueces escucharon ese reclamo y han venido reivindicando derechos como nunca antes en la historia argentina

La saga del gaucho matrero tiene su final mortífero, tremendo, en el Juan Moreira”.

Sin embargo, cuenta Martín Böhmer que el libro de Juan Moreira no termina donde todos creemos. En la segunda edición del libro, su autor, Gutiérrez, transcribe una última escena: “Un abogado, en un verano en el que no tenía dinero para pagarse unas vacaciones, recuerda que un cliente le ofreció su rancho para pasar unos días y aceptó la invitación”.

El rancho quedaba en los pagos de Navarro de donde era Moreira. En un tramo del viaje sintió temor de un encuentro con Moreira, y en efecto se topa con el gaucho, quien le hace una pregunta fatídica: —¿Qué hace usted por aquí?, él le dice. —Vengo a visitar a Juan el chico, y Moreira le dice —Pero a Juan se lo llevaron para fusilarlo en Buenos Aires. El abogado dice: —No, a Juan lo detuvieron, lo llevaron a Buenos Aires, lo sometieron a un juicio, yo lo defendí y salió en libertad. Moreira dice: —Juan habrá hipotecado su casa para pagarle y el abogado dice: —No, yo cuando las circunstancias son como estas, no cobro por mis servicios, es mi obligación.

A Moreira se le desfigura el rostro y gruesas lágrimas caen por su cara, lo llena de bendiciones al abogado y le dice que se pone a su servicio para lo que quiera y lo deja seguir. Así termina el Juan Moreira. Y mi pregunta es: ¿por qué llora Moreira? Yo creo que llora porque sí es verdad que a los gauchos no se los llevan a Buenos Aires para fusilarlos, sino que se les da derechos y debido proceso, y hay abogados gratuitos que los defienden, entonces su vida no tuvo sentido. Su vida de matrero, de rebelde criminal, no tuvo ningún sentido.

La pérdida de su familia, el extrañamiento de su hijo, lo que él llamaba su desgraciamiento, no tuvo sentido. Pero ahí yo comprendí lo que mis colegas y yo, siguiendo el ejemplo de la transición democrática argentina, el luminoso ejemplo de los derechos, estamos intentando hacer todos los días: que no es otra cosa que intentar que no se derrame nunca más sobre este suelo el llanto de Moreira”.

Voy a concluir con una nota dedicada al profesor Martín Böhmer: hay quienes piensan y actúan con la sabiduría de los jueces, y hablan con los versos de los poetas para alcanzar una mediación entre las hondas y justas palabras y los bordes del corazón.

(1) https://www.youtube.com/watch?v=UuqskQFbnwM&t=348s

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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