Colombia es oficialmente es el quinto país en el mundo con mayor número de casos del nuevo coronavirus, detrás de Rusia, India, Brasil, India y Estados Unidos. Así mismo, es el segundo país iberoamericano con mayor número de casos positivos de COVID-19, solo superado por Brasil, Estado con la quinta mayor extensión de territorio mundial y con un población de 212.000.000 (Colombia ocupa la posición número veintiséis en extensión y tiene 50.372.000 habitantes).
No obstante, el gobierno parece estar interesado en normalizar el actual desastre epidemiológico a través del no aumento o disminución en la realización de pruebas COVID-19 a la población. Con ello se buscaría la no aplicación de una nueva cuarentena estricta a los sectores económicos con mayor número de positivos y así mantener la confianza inversionista internacional, garantía requerida para acceder a los créditos provenientes de la banca mundial.
También parece estar interesado en no acrecentar el reclamo social por la creciente crisis laboral, económica, educativa y de sanidad nacional, agudizada ante la notable incapacidad de actualizar un sistema de atención pública obsoleto a razón de los lustros de generalizada corrupción y abandono estatal en las distintas regiones, situación que como nunca en la historia reciente del país llevó recientemente al abierto uso de fuerza letal por parte de agentes estatales en contra de los manifestantes, algo que los gobiernos parecen estar replicando en distintos hemisferios.
Así pues, estamos frente a una estrategia propia del capitalismo salvaje, del todo o nada, del todo vale. Y es que mientras en todo Colombia se realizan unas 4.500 pruebas diarias, solo en la ciudad de Berlín (Alemania) se realizan más de 10.000 pruebas diarias, con aplicación de estrictos controles de cuarentena a los contagiados. No obstante, nuestro ministro de Salud cada mes afirma erróneamente o dolosamente haber superado el pico de la pandemia, mientras se expiden semanalmente resoluciones de orden nacional, departamental y municipal sobre la reapertura de comercios locales (basadas en sus conjunciones poco científicas).
Según los expertos, algunos estados europeos ya enfrentan una nueva ola de rebrote de contagio del virus, razón por la que se espera un nuevo cierre social antes de finales de año; uno distinto al económico, pues estos meses han sido utilizados para ejecutar los ajustes técnicos y logísticos necesarios para mantener algunas de las más representativas economías sectoriales activas durante una cuarentena. De allí la masificación de las redes de comunicación de datos 5G, la capacitación y creación de miles de empleos de teletrabajo, y la proliferación de aplicaciones tecnológicas que controlan casi cualquier tipo de comercio en las redes.
Mientras tanto en Colombia los medios de comunicación se muestran inertes a la idea de realizar crítica de gobierno, tal vez por ser este actualmente su única fuente de ingreso fijo ante las ausencia de pautadores y lo predecible de su contenido (con hasta recalentado de novelas prime de los noventa para arañar algo de raiting, negándose a reconocer que su sistema de negocio colapsó ante la llegada de las redes sociales y el streaming). Tal vez por ello los noticiarios se hacen en vivo y duran más de dos horas, y se prefiere dar amplia difusión a la retórica política que predomina en el actual Congreso, dividido entre partidos políticos de oposición y prouribistas; temática suficiente para rellenar las mentes del pseudointelectualismo nacional, mientras la opinión pública se enfrenta entre sí, casi sin siquiera percibir que todo se descompone a su alrededor, incluso el Estado social de derecho.
