El domingo pasado asistí a la presentación del libro “Palacino es inocente”, de Alberto Donadío, en la Fiesta del Libro de Medellín. Por lo que oí y lo que sé, me sigue indignando la forma en la que actuaron los gobiernos de turno, la excontralora Sandra Morelli, el celebrado Daniel Coronell y varios funcionarios y medios de comunicación en el caso de Saludcoop y su expresidente Carlos Palacino. Tanto me molesta que me he tomado el tiempo para escribir los siguientes apuntes:
Daniel Coronell, un columnista sensación, famoso pero infame, fue quien armó la gran alharaca al respecto. Hoy sabe que se equivocó en sus acusaciones, pero debido a su ego y a su aura pública de incisivo y certero, nunca se va a retractar. Quedaría muy malparado ante sus fans. Sería como si una reina de belleza, que se ha paseado por reconocidas pasarelas y ha triunfado en varios concursos, viniera a confesar, años después, que se los ganó con senos y nalgas postizas.
Quienes han leído las columnas de Coronell –en las que acusa a Carlos Palacino y a Saludcoop, y las más recientes, donde le responde a Alberto Donadio por señalarlo de cometer una injusticia con quien no fue culpable– suelen creerle, a Coronell y no a Donadio.
El por qué, lo ilustraré con la siguiente analogía astronómica: gran parte de los seguidores de Daniel Coronell se dejan encandilar, cabe el oxímoron, por la estrella fugaz y de larga trayectoria que él representa. No tienen el aliento para indagar a profundidad y sostenerle la mirada (leer) a un astro sólido y profundo (en este caso Alberto Donadio), quien para la mayoría de los colombianos es más lejano o desconocido que la luminaria rutilante y mediática que los deslumbra.
Exige más esfuerzo leer un libro, escrito por el investigador periodístico más certero y con más larga trayectoria del país, que una columna efectista, escrita por el showman del periodismo colombiano. Coronell ha tenido muchos aciertos, hay que reconocérselos, pero en este asunto se ha equivocado de cabo a rabo, y aunque ahora lo sabe, no tiene la entereza para aceptarlo. Si presintiera que hacerlo le daría paz a su conciencia y lo haría más grande de lo que él cree que es, a lo mejor se retractaría.
He hablado con amigos y conocidos que conocen las columnas de Coronell y las de Donadio, pero no su libro. Me han llegado a decir que Alberto Donadio está gagá, que tiene intereses particulares, que su esposa está emparentada con Palacino. No saben que él estaba casado con la politóloga, periodista y escritora Silvia Galvis, y que vive sin pareja desde que enviudó en el año 2009.
En fin, todos ellos esgrimen una cantidad de improperios desatinados y, sin excepción, se inclinan por la versión de Coronell. Eso me indigna. Me preguntan por las pruebas de Donadio para afirmar que Palacino es inocente. Les respondo que se encuentran en su libro y ofrezco prestárselos. Contra pregunto, pidiéndoles las pruebas con las que Coronell inculpa a Saludcoop y a su expresidente, y me contestan que están en sus columnas, donde, a decir verdad, no hay ninguna comprobación y sí juicios a priori.
Se sorprenden cuando les comento que Donadio descubrió la inocencia de Palacino, y el montaje contra Saludcoop, mientras investigaba el asunto, creyendo en un comienzo que lo dicho por Coronell, la contraloría y los medios era cierto, que la cooperativa y su principal directivo eran culpables. Me miran extrañados, pero siguen pensando que la versión de Coronell es la correcta. Cría fama y échate a mentir, te lo creerán.
En el conversatorio de ayer, el abogado Sergio Mesa, quien fue el moderador, nos contó que durante la presentación del libro “La explosión controlada”, Alejandro Gaviria, su autor, se le acercó para comentarle que sabía que iba a presentar el libro “Palacino es inocente”. Le dijo que Alberto Donadio tiene razón en lo que afirma y agregó que le gustaría tomarse un café con él. Hay que recordar que a Gaviria le cabe la responsabilidad de no haber ayudado, cuando era ministro de Salud, a que se eligieran funcionarios probos para investigar el caso. Sería de admirar que contribuyera a descorrer el velo que Coronell, Morelli, algunas entidades públicas y varios medios de comunicación, entre otros, han tendido sobre el caso Palacino-Saludcoop.
Propongo un conversatorio, bien publicitado y en un espacio donde quepa bastante público, en el que Alberto Donadio y Alejandro Gaviria charlen sobre este asunto, y que participe Guillermo Jaramillo, el actual ministro de Salud, quien en mayo pasado, en un foro de la revista Cambio, denominado “¿Cómo construir el mejor sistema de salud posible?”, declaró, mientras lo entrevistaba Daniel Coronell: “Palacino logró hacer algo que causó la envidia de las EPS, pues hizo la integración vertical. Todos los demás hoy son como Palacino”.
La integración vertical procura que las empresas y las cooperativas sean autosuficientes, en la medida de lo posible, sin necesidad de subcontratar a intermediarios que encarecen los insumos y los servicios, llevándose gran parte de las utilidades. En el caso de una fábrica de gaseosas, por ejemplo, significa producir las botellas y tener su propia flota de trasporte.
Lo que hizo Saludcoop, en cabeza de Palacino, fue semejante. Compró y construyo clínicas para atender directamente a sus millones de afiliados. Comenzó a importar insumos y medicamentos. Creo una empresa de confecciones y una lavandería para producir y lavar los tendidos de las camas y los uniformes de sus más de treinta mil empleados. Pasó de sobreaguar financieramente a tener inmensas utilidades. Adquirió en Chile a Cruz Blanca y a los Laboratorios Bioimagen. Fundó Saludcoop México. Se adueño de Cafesalud. Se convirtió en una de las cinco empresas más grandes del país. Todo lo anterior pisó los callos de algunos poderosos que dejaron de lucrarse vendiéndole medicinas e insumos y prestándole servicios que facturaban a su amaño, a precios abusivos. Provocó envidias en la competencia. Levanto sospechas, animadversiones y calumnias.
Es por ahí por donde se puede debe buscar la razón de la persecución despiadada que se emprendió en contra. Una cacería ruinosa para el país, que hizo que dejara de funcionar la mayor y más boyante Entidad Promotora de Salud. En el 2011, cuando fue intervenida, Saludcoop contaba con 4,6 millones de afiliados, que contabilizaban un 23% del total de los usuarios de las EPS de Colombia y un 10% de su población. Tenía presencia en 32 departamentos y en 961 de los 1.123 municipios que conforman nuestra nación, según figura en un documento del Ministerio de Salud donde se presentan los resultados de la intervención que la llevó a la ruina. Una infamia que ocasionó que la cooperativa más sólida de toda nuestra historia republicana, pasara de tener un superávit de billones a un patrimonio negativo de -2,88 billones de pesos.
La liquidación de Saludcoop fue orquestada, además de la contraloría, por otras entidades oficiales, por funcionarios públicos y por voceros de noticias que, quizás, pecaron de ingenuos y se dejaron engañar de buena fe. Se montó un inmenso entramado de cartón piedra, con tan buena utilería y tan bien adornado, que gran parte de las personas que lo vimos de reojo (como solemos ver la mayoría de la información que nos llega por la prensa, la radio, la televisión y los demás medios digitales) creímos que era real. Lo que no se entiende es por qué Daniel Coronell se ensañó contra Saludcoop y su muy bien remunerado dirigente, quien, en el transcurso del 2010, debido a sus logros, llegó a ganarse 1.004 millones de pesos de sueldo y 822 millones por bonificaciones. Dándole el beneficio de la duda, considero que Coronell, en un comienzo, escribió sus denuncias con convicción y que cuando cayó en cuenta de su error, para defender su honor y su imagen, se empeñó en seguir sosteniendo y alargando la caña.
Alberto Donadio, tras una exhaustiva investigación, resumida en su libro “Palacino es inocente”, expone, además de la inocencia del expresidente de Saludcoop, la culpabilidad de Daniel Coronell por haber incurrido en una falsedad y sostenerla. Coronell se aferra a defender las que deberían llamarse sus “columnias” contra Saludcoop y su dirigente, con pezuñas, colmos y colmillos. Cuando Donadío le pregunta por las pruebas puntuales de sus acusaciones, Coronell le responde, con prepotencia de infalible: “Las columnas deben defenderse por sí solas” y no presenta las pruebas. Esa es la prueba, considera Donadio, de que Coronell no tiene pruebas. La verdad se empieza a vislumbrar ahora que el Coronell sí tiene quien le escriba, para desmentirlo.