En ese momento, en ese 1.992 Guns and roses era la banda de rock más importante del mundo. Alx Rose era el hombre más deseado del planeta y Armín Torres, amigo y socio de Julio Correal, quien se había metido al matrimonio de Slash en California y consiguió planillarlos para que tocaran dos fechas en Bogotá, Colombia, en noviembre de 1.992.
Por aquel final de los años 90 Colombia era un país violento lleno de muertos por la guerra sangrienta entre el 'narco' Pablo Escobar Gaviria y el Bloque de Búsqueda que estaba aliado con el grupo de narcotraficantes y paramilitares que se hacían llamar los Pepes.
Después de miles de inconvenientes, el concierto se llevó a cabo el 29 de noviembre de 1.992. Los guners se subieron al escenario a las 11 de la noche mientras que afuera del estadio El Campín pareciera que se hubiera armado la tercera guerra mundial.
Los asistentes que no pudieron entrar con boleta en mano y los que querían colarse al concierto causaron un caos nunca antes visto en la ciudad. Incendiaron carros, rompieron los vidrios de los apartamentos vecinos al estadio, saquearon los locales comerciales de Galerías. Ese sector de la ciudad fue un campó de batalla.
Días después la alcaldía de Bogotá, con Jaime Castro a la Cabeza, reportó que las pérdidas en la ciudad, después de analizados las destrucciones, ascendieron a 120 millones de pesos de la época, unos 1.500 millones en plata de hoy.
Como jefe del operativo policial del concierto fue nombrado el teniente coronel Antero Hernández, un cucuteño amante consumado del rock and roll, quien antes de entrar a la policía era un joven mechudo y problemático.
El coronel Antero era uno de los más felices con la noticia del concierto de Guns and roses. Como comandante designado del operativo para el concierto podría estar cerca de la mejor banda del momento.
Cuando el caos hizo presencia en los alrededores del estadio el coronel Antero salió en una tanqueta antidisturbios de la policía a pasar revista. Afuera había llamas, pedreas, robos, peleas. El sector de Galerías lo estaban destruyendo.
Tanta era aquella destrucción que el coronel Antero Hernández, encargado de la seguridad del concierto, al verla, casi se muere del pánico. No sabía qué hacer ni que órdenes dar y miedo se convirtió en un preinfarto dentro de la tanqueta. El coronel Antero Hernández, el líder policial de la policía, terminó aquella noche en el hospital Central de la Policía atado a un respirador y luchando por su vida.