El coronavirus, ¿una estrategia para debilitar a China?

El coronavirus, ¿una estrategia para debilitar a China?

Teorías de la conspiración afirman que el COVID-19 podría ser un arma biológica usada entre potencias para modificar la geopolítica mundial

Por: Juan Pablo García
marzo 30, 2020
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El coronavirus, ¿una estrategia para debilitar a China?
Foto: Pantallazo YouTube The Sun

Es un hecho innegable que la repentina aparición y acelerada expansión del Coronavirus a 170 países, cuyo origen se sitúa en la provincia china de Wuhan, a mediados del mes de diciembre de 2019, ha encendido las alarmas en el mundo, no solo por las profundas consecuencias en la salud pública que se reflejará en la dramática reducción de la esperanza de vida de numerosas personas en el mundo y su posterior deceso; sino más aún, nos obliga a reflexionar sobre las profundas repercusiones que la aceleración de la pandemia, podría generar en la estructura de las relaciones geopolíticas internacionales entre los países hegemónicos y lo que ello significa en la configuración del nuevo Orden Económico Mundial.

Algunos expertos desde un enfoque que podríamos denominar de “teoría conspirativa” aseguran que el conavid 19, realmente es una creación que surge como expresión de la guerra biológica surgida del enfrentamiento de “dos bandas criminales” en el mundo, como respuesta a la crisis del sistema económico capitalista mundial (a raíz de fenómenos como el calentamiento global, el rápido agotamiento de las reservas fósiles disponibles, la exacerbación de las protestas sociales en el mundo frente al modelo económico impuesto por la globalización que profundiza la desigualdad y la inequidad, las crisis de legitimidad de ciertos regímenes políticos como sucede con el estado de Israel, la exportación de guerras hacia el exterior y profundización de conflictos internos en los países emergentes con el objeto de apropiarse de recursos productivos estratégicos, la pugna por establecer la hegemonía económica y tecnológica, entre las más representativas), en tal sentido, asocian la expresión del coronavirus como el pretexto para crear un pánico intimidante generalizado en contra de la población y una estrategia muy bien concebida para convertirse en un arma que puede ser utilizada para atacar a un contrincante político y económico, en este caso el gobierno chino.

Lo concreto al respecto es que en el seno de las contradicciones mundiales que enfrenta el gran capital en su proceso de reproducción y acumulación en aquellos países hegemónicos, se están enfrentando los intereses de dos facciones a nivel mundial, el primer sector propone una globalización controlada y liderada por los EEUU que permita reinstalar de forma coercitiva la competitividad internacional de esta economía en el mundo dado su rezago frente a su inmediato competidor como es China, y el otro sector que reivindica el regreso al Estado del bienestar frente a la catástrofe social y económica que ha generado la aplicación de medidas de corte neoliberal como sucede en Francia, Italia, Australia, Japón y parte de Gran Bretaña. Esto en esencia se traduce en el terreno económico en la disputa internacional entre el capital especulativo y el capital no especulativo que hace más de treinta años no ha sido resuelta.

En una perspectiva histórica no podemos olvidar que a finales del S XIX, la mayoría de los países de occidente, durante “la cruzada económica civilizadora” de apropiación y expropiación implementada en el Medio Oriente, África y Asia, catalogaron a China de ser “el hombre enfermo de Asia”, tal calificativo fue esgrimido por estos países para legitimar sus aventuras coloniales de saqueo económico y cultural. Desde esta perspectiva, el coronavirus ha pasado de ser un problema de salud global a ser considerado un problema de seguridad global que tiene que ser “securitizado”. Según los expertos en Relaciones Internacionales, Ole Waever y Barry Buzan, la securitización es “un proceso a través del cual ciertos actores, como la prensa o el poder ejecutivo, presentan ante el público la existencia de supuestas amenazas (militares o no militares) como un pretexto para desplegar ciertas medidas de emergencia”. La militarización y securitización del coronavirus por parte de la prensa occidental no es casual dado que tiene como antesala central la guerra comercial entre EEUU y China iniciada a principios de marzo de 2018, cuando el presidente Donald Trump anunciará la intención de sancionar a productos chinos por US 50.000 millones, argumentando un grave historial de prácticas comerciales desleales y robos de propiedad intelectual lo que es totalmente cierto.

En respuesta, el gobierno chino impuso aranceles a más de 138 productos estadounidenses y este es el real origen de la creciente pugna y tensión internacional. Los efectos de esta guerra comercial en la economía china se han reflejado en la desaceleración del crecimiento que en el 2018 era del 6,6%; en 2019, 6,1% y en el 2020 se ubica en 5,4%.

El coronavirus podríamos decir, “testea” a la estructura del Estado y al orden económico mundial en el sentido de cuestionar la conducta y el papel de las políticas económicas y sociales implementadas en el mundo por el recetario neoliberal, lo que implica el endurecimiento de la política exterior de EEUU frente al vertiginoso avance en materia económica y tecnológica de China, en particular con las nuevas tecnologías de las 5G donde este último país mantiene un representativo liderazgo.

Al respecto surgen entonces las siguientes preguntas:

¿Cómo es posible que un virus  con una tasa de mortalidad del 2.2% -según fuentes de la ONU y la Organización Mundial de la Salud publicadas el 31 de enero de 2020- haya causado tanto revuelo mediático, cuando las causas de muerte por otras enfermedades como la tuberculosis, hepatitis B, neumonía VIH-SIDA, malaria, shigelosis, rotavirus e influenza, contabilizan 15.676 decesos en el mundo? o por ejemplo, la omisión de los medios de comunicación occidentales frente a los 10.000  decesos ocasionados por gripa en los EEUU entre el 2019 y lo corrido del 2020.

La respuesta se encuentra en la geopolítica actual de competencia capitalista. Este fenómeno tiene una incidencia fundamental a la hora de configurar los procesos sociales, políticos y económicos causados por el coronavirus. Por un lado, la “militarización” del coronavirus promovida por los medios de comunicación ha permitido el ataque mediático hacia China, cuyo objetivo principal es generar un panorama de desorden que cuestiona la gestión de la crisis por parte del gobierno chino y una exacerbación de expresiones xenofóbicas contra sus pobladores a lo largo del mundo, bajo la presunción de que presentan situaciones de infección y altos riesgos de contagio generalizados.

Por otro lado, la securitización del coronavirus ha permitido la implementación de medidas de emergencia, que a pesar de estar enmarcadas dentro de una campaña de rescate de ciudadanos occidentales residentes en China, se consideran como medidas que afectan el crecimiento de la economía, dado que implican el “vaciamiento” de recursos humanos calificados y no calificados de residentes extranjeros y de importantes recursos económicos con efectos directos en la reducción de la productividad y competitividad internacional del gigante asiático.

¿Qué repercusiones de carácter económico a mediano y largo plazo puede apreciarse como resultado de la persistencia de la pandemia?

Los efectos tienen su manifestación en la caída en el valor de las cotizaciones de los principales activos financieros de propiedad de grandes corporaciones empresariales, la fuga de capitales de las economías emergentes hacia lugares “más seguros”, que se estima según el Instituto de Finanzas Internacionales es de US 60.000 millones, un valor histórico que incluso supera lo sucedido después del crash financiero 2007-2008-. Esto significa que habrá una salida de capital sin precedentes de las economías emergentes que afectará -y mucho- a la economía latinoamericana y beneficiará al sistema bancario de los EEUU vía mayores flujos financieros hacia este país; en este nuevo escenario la incertidumbre y riesgos que se presenta en el entorno internacional de los negocios, presagia una clara disminución del crecimiento económico, y una probable recesión mundial.

En el comercio internacional, la disminución acelerada de las demandas de consumo intermedio de bienes de capital y de consumo duradero e inmediato de los bienes mercancía aportados por las cadenas globales de suministros en aquellos países que  dependen de China, y en un escenario de precios de los commodities hacia la baja, afectará con mayor intensidad a países productores, como Brasil y Argentina (agrícolas) y Chile (minerales-cobre); generando desaceleración económica con predecibles consecuencias en el empleo y consecuente debilitamiento de la inversión privada y la demanda interna.

De otro lado el estancamiento de la actividad turística y las actividades de las empresas aéreas comenzarán a experimentar graves reducciones en sus ingresos e incluso cierres de algunas aerolíneas como sucedió en China, se estima que en el sector aéreo las pérdidas se podrían elevar a US 30.000 millones. En lo que va de año se ha registrado ya un 8,2% de disminución  del número de pasajeros en Asia respecto al mismo período en 2019  (IATA).

Finalmente en el ámbito de la seguridad internacional en cuanto a salud pública, lo más probable es que China, priorice sus acciones y estrategias dirigidas a intensificar los procesos de investigación científica para encontrar vacunas o medicamentos que impliquen la erradicación radical del contagio que produce el virus, lo que redundaría en un fortalecimiento de su posición dominante en la geopolítica internacional. El país asiático trataría así de utilizar una aproximación radicalmente diferente a la tradicional en el campo geopolítico. Por un lado, se reivindica como el salvador de la humanidad en un momento en el que sin duda se espera que las naciones estén a la altura de las circunstancias. Pero, además, Pekín extendería su ‘soft power’ directo al corazón de Europa. Un bloque geopolítico que abrazaría cualquier ayuda que venga de fuera, y más si es en forma de respiradores, mascarillas, guantes o cualquier otro producto que alivie la situación.

En la carrera geopolítica por la vacuna, existe otra derivada que no puede pasar desapercibida. Las organizaciones supranacionales, como la UE, o las estrictamente internacionales, como la ONU, están dejando evidente su ineficacia. Puede darse la circunstancia de que el primero de los países en encontrarla dé, directa o indirectamente, un golpe mortal a la OMS.

Frente a este complejo panorama, Cuba ha dado una clara lección de solidaridad internacional al colocar a disposición no sólo de China sino de otros países como Italia y Gran Bretaña especialistas de la salud y medicina biotecnológica como es el caso del medicamento Interferón Alfa 2B, como una opción de erradicación exitosa del virus conavid 19 a quienes lo necesiten.

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