Cuando en diciembre del 2000 Alberto Gómez Mejía abrió las puertas del Jardín Botánico del Quindío no imaginó que un virus que no afecta a las mariposas de su inmenso invernadero, ni a las especies vivas de las 15 hectáreas que conforman el hermoso bosque nativo que existe en Calarcá, estaría a pocos días de hacer desaparecer más de 40 años de incansable trabajo .
Este ex alcalde de Armenia quien con la ayuda de unos cuantos soñadores como él construyó uno de los espacios naturales más importantes del mundo está pidiendo auxilio porque la pandemia alejó a los turistas y con ellos los pocos ingresos que lograban con la taquilla que sostenía a los 30 empleados que conforman su nómina .
“No estoy pidiendo que me regalen algo para sostener el jardín, solo que me ayuden con una donación para hacer lo que hacemos bien, sembrar arboles” dice un desesperado Gómez Mejía que ve como se agota el tiempo ante la indiferencia gubernamental .
Le pidió al gobierno nacional que en su plan de siembra de millones de arboles lo tuvieran en cuenta y poco o nada le ha respondido un Ministerio del Ambiente asfixiado con razones burocráticas: que un inciso lo prohibe, que no se puede, que si, que no.
Es por ello que plantea que quienes puedan aportar lo hagan de manera sencilla, ordenando la siembra de un árbol, aportando 200 mil pesos, ese árbol tendrá un nombre y un chip que lo localizará satelitalmente y que crecerá vigoroso con el aporte y la impronta de quien pago por darle vida.
“En época de pandemia, de miedo y de muerte, sembrar vida es un imperativo” dice Gómez Mejía”. Si logramos sembrar muchos arboles aportaremos para todo, para el medio ambiente, para el bienestar pero sobre todo para salvar un rincón natural al que amenaza una enfermedad que genera daños colaterales .
*Si deseas adoptar un árbol puedes hacerlo ingresando a la dirección electrónica