Independientemente de las coincidencias o desacuerdos con los últimos presidentes, todos se impusieron un objetivo claro para desarrollar durante su gobierno. En todos los casos, tenía que ver con el conflicto armado entre el Estado y las Farc. Pastrana buscó la paz, Uribe quiso ganar la guerra a través de la seguridad democrática y Santos logró la firma.
Después de la desmovilización de ese grupo guerrillero, llegó Duque al poder, más que por su capacidad, por el miedo que genera Gustavo Petro en buena parte de la población, pero ese es otro tema que ya se ha discutido ampliamente.
El nuevo presidente se posesionó el 7 de agosto de 2018 sin un objetivo claro. Tenía muchos temas importantes sobre la mesa pero en todos acumuló fracasos. Además, ninguno parecía lo suficientemente relevante como para emocionar, al menos, a sus propios electores.
Aunque la interpretación de las políticas públicas es absolutamente subjetiva, para nadie es un secreto, ni siquiera para los uribistas, que el cerco diplomático a Maduro fue un fracaso escandaloso; que la lucha contra las drogas no resultó en una reducción importante en las hectáreas de cultivo como se propuso en campaña (212.000 hectáreas en 2019); la lucha contra la corrupción no despegó en cabeza de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez y, en general, no había registro de éxitos tangibles.
Esa percepción se trasladó a la opinión pública de forma implacable, según la Gallup Poll de febrero: el 73% considera que las cosas están empeorando en el país, el 84% considera lo mismo sobre la corrupción, el 73% lo considera igual sobre la economía, el 82% sobre desempleo, 75% respecto a guerrilla, 64% en narcotráfico, 87% en inseguridad, 86% en medio ambiente y 73% en lucha contra la pobreza.
Entonces, ¿por qué sería recordado el gobierno Duque? Todo parecía indicar que pasaría a la historia como un gobierno de relleno; un mandatario joven que lejos de hacer algo revolucionario se dedicaría solo a administrar y a cumplir su periodo. Todo lo anterior, agravado por la falta de gobernabilidad que se hizo evidente en el Congreso y que terminó tumbándole la cabeza al exministro de Defensa, Guillermo Botero.
Pero llegó el coronavirus. Aterrizó en Colombia el pasado 6 de marzo y le impuso un reto tremendo y sorpresivo al gobierno, como ha ocurrido en todos los países del mundo. La emergencia apenas está empezando en Colombia pero ya exigió de todas las capacidades del Estado y el sector productivo.
El presidente Duque se vio obligado a mostrar un liderazgo firme y no dejarse presionar de los sectores que le pedían privilegiar la economía. Duque, con cabeza fría, hizo lo que tocaba: al no ser experto en materia de salud, se rodeó de los expertos más reconocidos en el país como el doctor Carlos Álvarez, la epidemióloga Zulma Cucunubá, el PhD Fernando de la Hoz, entre varios otros. Todos ellos liderados por un ministro de Salud, Fernando Ruiz, que tiene amplia experiencia en el sector público y que coincidencialmente es doctor en epidemiología.
Escuchando los argumentos científicos de este grupo de expertos, decidió ordenar la cuarentena obligatoria para todo el país desde el 24 de marzo, es decir, menos de tres semanas después de que se confirmara el primer caso de una estudiante proveniente de Milán. Ese aislamiento fue extendido hasta el 27 de abril a pesar de las voces que advertían a gritos sobre los efectos adversos de la economía.
Esta última decisión le significó al presidente un amplio consenso político que incluía a sectores tan críticos como el de Gustavo Petro. Cuando todos pensaban que el presidente iba a escuchar a los empresarios e iba a exponer al país a que se dispararan los casos, finalmente Duque decidió la ampliación de la cuarentena.
No solo en el fondo, sino también en las formas, el presidente empezó a hacerse sentir en el país. Todos los días a las 6 de la tarde aparecía en televisión nacional para explicar el comportamiento de la pandemia y las medidas que se tomaban desde distintos sectores. Al mismo ritmo, puso a trabajar a todo su gabinete en las medidas sociales que se podían implementar desde cada campo. Por supuesto, hay una discusión amplia de si esas medidas han sido suficientes.
En la encuesta del Centro Nacional de Consultoría, que fue publicada en los primeros días de abril, la mayoría de los ciudadanos estuvieron de acuerdo con las medidas para la contención de la pandemia. El 97% estuvo de acuerdo con el paquete de ayudas a los más vulnerables, el 96% con el cierre de fronteras, 95% con cierre aéreo para vuelos internacionales y 83% con el decreto de estado de emergencia. Finalmente, Duque obtuvo una calificación 61,7 en el manejo de la crisis, muy por encima de la percepción que durante año y medio hemos tenido de él como presidente.