Con el corazón devastado por su partida, aterrado por la fragilidad de la vida —bajo la inclemencia del COVID-19— sin poder creer que no estará más entre nosotros, escribo estas líneas a quien fuera mi amigo, confidente, compañero de luchas, fiel intérprete de mis sueños.
A principios de la década de los ochenta, era costumbre visitar en vacaciones a mis abuelos en Sogamoso (Bayacá), en el barrio 20 de julio —a dos cuadras del Terminal de Transporte— que colindaba con un río de aguas negras, y que rodeaba un extenso y acogedor potrero, en donde niños y adolescentes se daban el modo de cruzarlo para ir a jugar el apasionante juego del fútbol.
Al frente de nuestra casa, vivía los padres de Omar Rey —Don Joel y Doña Hilda—, quienes tenían una entrañable amistad con mis desaparecidos abuelos (Julio Roberto y Clara), en donde sus hijos crecieron en medio de grandes celebraciones decembrinas, cuando mis tíos Carlos Rosas y Martha Niño llegaban de Venezuela cargados de regalos para las dos familias, y el pequeño Omar indagaba —sin que nadie lo viera— con sus diminutos, pero vivaces ojos, la habitación donde se guardaba hasta Navidad tan preciados tesoros.
Una vez se enteraba de mi llegada a la casa de los abuelos, el pequeño Omar acudía de inmediato para invitarme con una sonrisa generosa y cómplice, a jugar fútbol toda la tarde con sus amigos al mencionado potrero, sin sospechas siquiera la enorme seguridad que me infundía ser el portero de la jornada, cuando en el Colegio de La Presentacióm en Yopal nadie me tenía en cuenta para jugar, ni siquiera ante las constantes solicitudes de mi Madre a los profesores de la institución.
Esa complicidad en nuestra infancia fue tan evidente que en las dos familias decidieron nombramos jurados del primer concurso de belleza infantil “Familias Niño - Rey” —coordinado por Rocío, la hermana de mi papá— que se adelantó en la terraza de la casa de mis abuelos, en donde la presentadora era la hermana de Omar (Fabiola), y el edecán era su hermano menor (Hélmer), quien lucía saco de paño habano y un vistoso corbatín negro, asistiendo encantado al ramillete de niñas, que desfilaban nerviosas ante la indagación impasible y exigente de nosotros los jurados.
Con el paso de los años —cuando Omar se radica en Yopal y crea con Jaime Montañez (Antolino Guacharná) el programa de periodismo La Zaranda Regional en La Voz de Yopal de RCN— por diversas razones y circunstancias nos distanciamos y cada uno fue creciendo en este encomiable oficio del periodismo —él en el periodismo radial en RCN y personalmente desde la jefatura de prensa de varios congresistas— hasta que a mediados del año 2011, nos reencontramos en el comité de prensa del entonces candidato a la Gobernación de Casanare Nelson Mariño.
Ante de su llegada a esta campaña, confieso que estaba desconcertado y desubicado porque mi conservadora y sistemática manera de hacer prensa a un personaje público, no estaba dando los resultados esperados para Nelson Mariño —quien siembre fue amable y considerado conmigo—, por lo que al unísono muchas personas le pidieron a Omar una intervención urgente en la estrategia de comunicaciones, que supo conducir con acierto y practicidad, teniendo de antemano el conocimiento y la experiencia de manejar la imagen del entonces candidato y posterior gobernador William Pérez.
A partir de ese momento escuché en los discursos a un Nelson mucho más seguro, cada vez más contundente en sus propuestas, avanzando a pasos agigantados, con una mejor dicción y expresión corporal, como consecuencia de las interminables horas que trabajaban a la madrugada con Omar, quien lo acompañaba a todas partes y en las manifestaciones le daba pautas al oído —cuando advertía la necesidad de hacer ajustes o modificar un aspecto específico—, convirtiéndose sin duda en un candidato a su hechura, que igualmente se reflejó en las cuñas publicitarias, con testimonios convincentes de Nelson y la voz inmensa y avallasadora de mi querido amigo y colega.
En ese momento se apresuró a aclarar con una sonrisa generosa y cálida —como cuando me invitaba a jugar fútbol en Sogamoso— que mi trabajo no sobraba, sino que al contrario mis comunicados de prensa eran valiosos para enriquecer su estrategia, hasta tal punto que indicaba el momento exacto de las manifestaciones en donde debía hacer las entrevistas, o como cuando a altas horas de la noche me llamaba al celular para contarme cómo habían estado las correrías de Nelson en los diferentes municipios, conminando a que apelara también a la imaginación y escribiera sendas crónicas sobre el tema, que posteriormente se encargaba de publicar en los diferentes periódicos del departamento.
Con la elección de Nelson Mariño como gobernador, tomé la decisión de retornar a Bogotá y descartar la posibilidad de ser nombrado jefe de prensa de la administración departamental, en un reconocimiento profesional que los méritos en la estrategia de comunicaciones eran de Omar Rey, y que era de caballeros dar un paso al costado y dejar para otro momento ese sueño de ser jefe de prensa de mi Departamento.
Antes de Navidad en ese año, una inesperada llamada al celular de Omar me dejó estupefacto: Cómo está el nuevo jefe de prensa de la gobernación? Me preguntó con una voz de satisfacción y alegría.
La verdad. Él había iniciado una contundente “campaña” para convencer a Nelson Mariño y sus amigos más cercanos, como también a los medios de comunicación local, en el sentido de que yo tenía el “perfil” para ese cargo —que su designación como jefe de prensa podía esperar— que mi experiencia en el Congreso le daría a prensa un énfasis más institucional y sin duda facilitaría el posicionamiento de Nelson Mariño con los medios de comunicación en el ámbito nacional.
Ese tremendo gesto de generosidad, fue el inicio de unos de los retos más grandes de mi trabajo profesional, en donde finalmente logré ganarme la confianza de Nelson Mariño —a quien siempre voy a considerar un gran líder político del departamento— hasta tal punto que se consolidó un interesante sistema informativo, en donde alrededor de cualquier pronunciamiento del gobernador, emitíamos casi al instante un producto audiovisual (comunicado, audio, fotografía y video), en donde el conocimiento y la experiencia de Omar fue fundamental para la consolidación de esa buena gestión.
Coletilla. En estos tiempos de pandemia, le confesé un sueño que me está rondando la cabeza, al que no dudó en alentarme para llegar hasta final, con un notable brillo en los ojos y un leve sonrisa, como cuando me dijo que podía ser un gran arquero de fútbol o un eficiente jefe de prensa de la gobernación.
Omar. Cómo me duele tu partida... qué fue lo qué pasó... definitivamente la vida se puede esfumar en un segundo... como también acaba de ocurrir con mi amigo y compañero de colegio Robert Preciado.
Descansen en paz.