Una cachetada recibieron los paisas durante una pandemia. Al principio sacaban especiales sobre cómo habían logrado controlar la pandemia, sobre su comportamiento en el Metro de Medellín, un ejemplo teniendo en cuenta las aglomeraciones del Transmilenio de Bogotá. Incluso Daniel Quintero dijo que el tratamiento que le estaba dando la ciudad a la pandemia era orgullo internacional y que desde Europa copiaron su modelo.
El tiempo se encargó de desmentirlo. Hoy la ciudad expone más de 1.000 casos de contagio al día. El orgullo paisa está en entredicho, claro que si. Los locales están abiertos porque a la pujanza paisa no la detiene nadie pero el coronavirus ha demostrado que no son inmunes ni inmortales, que le tienen que bajar un poquito a un orgullo que le ha granjeado tanta reticencia en el resto de Colombia.
Como estarán de desesperados, como tendrán de infectados, que hasta Daniel Quintero, en plena tierra uribista, le tocó pedirle al embajador cubano médicos de la isla para que le ayude a manejar las 600 UCI que necesita Medellín entrar en funcionamiento con urgencia. Al final tuvo que recular porque la presión fue total, pero creemos que Medellín necesita ser atendida ya y que salven vidas, sin importar si el médico es evangélico, negro o comunista.
La última cachetada que les dio el Coronavirus fue que su alcalde resultara positivo por Coronavirus ya en la segunda prueba. Nadie se salva en Medellín, por más misas que manden o más oraciones le imploren al cielo y a Uribe, no se escaparán de la pandemia. La tradicional pujanza paisa debe ceder y entender que lo único que frena la expansión del virus son las cuarentenas. Cierren los negocios, dejen de hacerse ricos y miren la vida con realismo y sin l ambición extrema que los ha caracterizado.