El corolario de Roosevelt puede concebirse como una serie de acciones e inacciones llevadas a cabo por los Estados Unidos a principios del siglo pasado con el fin de lograr una expansión político-ideológica y comercial hacia los Estados latinoamericanos. El corolario de Trump, por su parte, se muestra como la continuidad de ese intervencionismo estadounidense, que muchos sectores políticos ingenuos habían creído muerto, en Latinoamérica.
La construcción discursiva de Venezuela desde 1999 ha alcanzado, 20 años después, un punto neurálgico en el panorama geopolítico mundial. Venezuela es vista como un área pivote, es decir, como un territorio geopolíticamente estratégico que contiene un conjunto de recursos necesarios que están en contienda. Y ¿por qué no? Es totalmente lógico pensar en Venezuela como una nueva área pivote. Con las mayores reservas petroleras del mundo, nuestro vecino se convierte en la mayor posibilidad para Estados Unidos de obtener mayores ganancias y minimizar costos, y, además, de arrancar de raíz un sistema político e ideológico no alineado.
Sin embargo, es imposible no pensar en las contradicciones del gobierno Trump y su corolario. Es decir, parece ser que el Donald Trump que aseveraba que Estados Unidos no sería más el policía del mundo, ya no existe. La posible explicación de este fenómeno podría ser el dinamismo de la política y lo hondo que ha calado el discurso de la “libertad” en los países latinoamericanos (discurso del que se sirve y se sirvió Estados Unidos desde la guerra contra el terrorismo y las drogas ilícitas, hasta la democratización y liberalización de países desviados), y además son la combinación casi perfecta de una política internacional basada en la cizaña.
Por lo tanto, parece ser que la libre autodeterminación de los pueblos, la no injerencia y demás discursos del mundo libre no son más que estratagemas de las que se atavían los países que, históricamente, se han quedado con la suya. Así que mientras sigamos creyendo en el discurso democrático estadounidense y en que sus políticas internacionales van encaminadas a la libertad del mundo, mientras sigamos concibiendo a Estados Unidos como el faro que guía el camino de nosotros, países descarriados, tenderemos siempre a ser Estados fragmentados, colonizados, empobrecidos, minimizados y arrodillados.