El corazón del conflicto armado colombiano y las víctimas

El corazón del conflicto armado colombiano y las víctimas

"Si la sangre que produce el conflicto ahora es conducida a través del perdón, el cuerpo ya no se nutrirá de la guerra sino de la reconciliación"

Por: Oscar Castañeda Lasso
abril 18, 2018
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El corazón del conflicto armado colombiano y las víctimas
Foto: Miguel Salazar

La cifra de líderes y lideresas sociales asesinados desde la implementación de los acuerdos es de 217. Ya no se le atribuye la culpa a las Farc o al Eln sino lo que es peor, quedan en el anonimato o se reducen a "líos de faldas", como diría el ministro de defensa Luis Carlos Villegas. Los líderes sociales son elementos fundamentales en el posconflicto, pues son los voceros de la sociedad de las víctimas cuya participación se hizo mayoritariamente visible una vez iniciaron los diálogos de paz y cuyos planes sociales a futuro y planes de vida cuelgan de un hilo dependiendo de a quien elijamos como presidente.

A propósito de la conmemoración del día nacional de la memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto armado en Colombia, celebrado el 9 de abril, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos anunció que son 8.376.463 los colombianos víctimas del conflicto armado. Posteriormente declaró que el mejor homenaje para las víctimas, más allá de tener un día de reconocimiento al año, es garantizarles la verdad y la no repetición con el fin de implementar la paz en el territorio nacional.

Ciro Galindo, el protagonista del documental Ciro y yo estrenado este año, es un número más en medio de esta inmensa cifra de víctimas en el país y su historia puede ejemplificar la situación por la que han tenido que pasar estos 8.276.463 colombianos, que por cuestiones del destino, o como se dice coloquialmente, por obra y gracia del espíritu santo, fueron arrojados en este país llamado Colombia y que por cuestiones ya no sagradas sino de sus compatriotas, fueron lanzado a un abismo profundo en el que se encuentra el corazón de nuestro país.  Tras encontrar el corazón del país e introducirnos en él nos damos cuenta que lo que le permite latir al corazón es aquello que llamamos el conflicto armado interno. Básicamente, este conflicto es el que irónicamente ha movido el corazón de nuestro país. Lo ha hecho latir a un ritmo casi cardíaco, a tal punto de generar una taquicardia en cada uno de los colombianos hasta infartarlos. Hoy quienes se infartan son mayoritariamente los líderes sociales del país que están muriendo sistemáticamente.

Sin embargo, ocurren dos cosas particulares en este corazón. Por un lado, recibe toda la sangre que han derramado las víctimas del conflicto armado desde mediados del siglo XX (entiéndase por víctimas no solo la población civil sino también los grupos armados), la almacena en sus ventrículos para posteriormente redistribuirla en todo el cuerpo y permitir el movimiento de los discursos y acciones de quienes buscan la paz (entiéndase por quienes buscan la paz las víctimas del conflicto, el Estado, el gobierno nacional y cada uno de los colombianos).

Entonces este corazón se nutre de la sangre como consecuencia de la guerra para latir con el fin de obtener la paz. El problema es que es mucha la sangre que se derrama en el conflicto armado interno y cuando se presentan abundantes derrames de sangre se tiende a sufrir de anemia. Aunque el corazón puede seguir distribuyendo la sangre, esta carecerá de oxígeno y entonces ese cuerpo que llamamos Colombia, así como cada uno de los que allí nacieron, empezarán a sentir fatiga, debilidad y cansancio.

Así viene funcionando Colombia desde hace 70 años, alimentada por la guerra. No obstante, cuando se trata de buscar la paz, precisamente por el funcionamiento de su corazón, se queda en ese estado letárgico. Paradójicamente, aquel lema de "Colombia es pasión" encuentra su máxima representación en la pasión que tenemos por la guerra y el infartarnos cuando queremos la paz, bien sea voluntaria o forzadamente.

El corazón de Ciro, a pesar de que biológicamente continúa latiendo, se ha quedado también en un estado letárgico a causa de lo que le ha tocado vivir a su familia, cuyas pulsiones han sido dominadas por el corazón del conflicto armado. Desde pequeño le tocó huir con su familia de la guerra entre liberales y conservadores que se lidiaba antes de ser asesinado Jorge Eliécer Gaitán. Luego, uno de sus hijos, a quien llamaba Memín, fue reclutado por las Farc cuando tenía 13 años. Después de desistir, a sus 16 años se metió al ejército y luego el ejército lo vinculó a grupos paramilitares por la información sobre las Farc. Tiempo después fue asesinado por los mismos paramilitares. Aquí están las arterias principales que transportan la sangre de las víctimas al corazón: los grupos armados y la complicidad y participación del Estado.

Sin embargo, la historia de Ciro no se queda en exponer la forma en la que funciona el corazón del conflicto armado colombiano. Ciro fue capaz de perdonar a quienes lo convirtieron a él y a su familia en víctimas. El perdón es entonces la nueva aorta que hay que rehacer una vez iniciados los diálogos de paz en el 2014. Quienes se han encargado de tratar de rehacer esta aorta son los líderes sociales que están siendo asesinados, pero, también,  somos nosotros con nuestro voto en las elecciones que se aproximan. La aorta es la principal arteria del cuerpo humano. Si la sangre que produce el conflicto ahora es conducida a través del perdón, el cuerpo ya no se nutrirá de la guerra sino de la reconciliación. De esta manera el cuerpo podrá funcionar en paz.

 

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