En el mes de mayo de 2019 más de 500 familias fueron desalojadas del lote Las Guacas de propiedad de la Gobernación del Cauca en el norte de Popayán. Muchas no tenían donde pasar la noche, otras se verían obligadas a pedir ayuda a familiares y amigos para huir de la intemperie.
Después de que el Esmad hiciera una rápida intervención sin encontrar apenas resistencia, el lugar tenía la apariencia de un escenario de guerra. Cientos de montículos con los restos de los cambuches que habían sido el hogar de estas personas durante los tres meses que llevaba el asentamiento ilegal, se encontraban esparcidos por la zona.
A su lado los propietarios contemplaban la máquina amarilla haciendo su trabajo, con la mirada perdida. Era la escena de la desesperanza y la mirada de quien había fundado sus ilusiones en una quimera.
Hoy alguno de los sobrevivientes a ese drama se toman fotos con el alcalde y el gobernador. Tal cual. Hace unos días un ejército de funcionarios de la Alcaldía de Popayán y de la Gobernación del Cauca, incluidos los dos mandatarios, se dieron cita en el ecobarrio Sinaí.
También había gente de la asamblea, concejo, acueducto entre muchos otros que querían salir en la foto. Hubo discursos, promesas de acompañamiento, buen ambiente. Al fin y al cabo ya huele a elecciones, es el momento de figurar y quedar bien ante la comunidad si lo que se quiere es seguir comiendo de la burocracia institucional.
Y lo que decíamos en agosto del año pasado lo volvemos a decir ahora con mayor razón: corajuda, llena de templanza es la gente del asentamiento Sinaí, que ahora se llama ecobarrio Sinaí. Lejos de desanimarse por la violencia oficial, continuaron una lucha ejemplar por el derecho a una vivienda digna. Hoy son un ejemplo. Ejemplo de pundonor, amor propio, y trabajo en equipo. Entre sus callejas de barro crudo y en medio de sus casas de caña, zinc y plástico, se levanta un proceso urbano, y sobre todo se levanta el espíritu de un pueblo que lucha por su dignidad.
Han venido haciendo procesos de depuración, pues entre la gente que de verdad necesitaba una vivienda, se habían infiltrado muchos de los avivatos y oportunistas de siempre. De esa manera han logrado extirpar actividades marginales en el seno de una mayoría de gente de bien. Se han ido quitando esa capa inmunda de la estigmatización y ahora son, ante todo una comunidad bien organizada.
Tienen huertas urbanas y cada familia cultiva sus propios alimentos, especialmente frijol, arracacha, yuca, zanahoria. Algunos crían gallinas y otras especies menores. Tienen comités culturales, ambientales, deportivos y educativos. Poseen la ilusión de convertirse en un biobarrio, perfectamente armonizado con su entorno y donde las personas puedan crecer en sus proyectos vitales.
