Lo que viene pasando con Donald Trump se lo tiene bien merecido. Ese tipo es uno de esos iconos del mal gusto, de la estupidez de creerse superior y sobre todo de la mentalidad imperial que desafortunadamente todavía se da en los círculos retardatarios de los Estados Unidos.
Lo triste es que sea considerado por algunas personas “paradigma” del éxito. Que haya quien se enloquezca por conseguir las dudosas coronas de Miss Universo que convierten a sus poseedoras en una especie de esclavas comerciales de este magnate que financia un concurso tan demodé como el mismo pensamiento del señor Trump.
Afortunadamente se metió en política como precandidato del partido Republicano, donde también escampan los rezagos del Ku Kux Klan, en el autodenominado Tea Party que alberga personas como Sarah Palin, ese prodigo de incultura que fue capaz de afirmar que desde Alaska podía divisar a Rusia.
Y digo que está bien que Trump apareciera en la política porque quedó sometido al escrutinio de los medios de comunicación que en Estados Unidos son especialmente agudos cuando de vigilar candidaturas se trata. Entonces las bobadas que decía este señor dueño de los derechos de Miss Universo, ahora se analizan con mucho más rigor que cuando era un simple empresario explotador de la belleza femenina.
Esto le acaba de pasar al declarar que si llega a la presidencia de los Estados Unidos va a ser mucho más cuidadoso que sus antecesores en el control de la migración de latinos. Piensa reforzar y ampliar el inútil muro de la infamia con el que Bush pretendió alejar a sus vecinos. Pero Bush fue mucho más cuidadoso, y eso que es reconocidamente torpe, pero nunca llegó al extremo de Donald que fue capaz de afirmar que México solo exporta gente mala, delincuentes, que no saben trabajar honradamente, como si lo hacen los americanos.
Esta fue la gota que rebosó la copa de la infamia y la ignorancia. La respuesta ha sido tan grande como la estupidez de sus declaraciones. Hasta nuestro reguetonero J. Balvin rechazó estas afirmaciones xenófobas y canceló sus compromisos comerciales con este lobazo. Pero las respuestas que más le dolieron al señor Trump tienen que ver con los negocios y fueron las de Univisión y Telemundo, cadenas de televisión con gran arraigo latino, que cancelaron sus contratos para trasmitir el tal reinado universal de la belleza.
Colombia que tiene el dudoso orgullo de ostentar la última corona de Miss Universo en la frente de Paulina Vega, debería hacer suya la cruzada anti-Trump y pedirle a la reina que entregue la corona. Con este reinado nosotros nada ganamos, pero si entregamos el cetro podemos sacar pecho y darle una lección a ese señor, así como a todos los que piensan como él.
Estados Unidos es grande, es cierto, pero también lo es que su grandeza se deriva de la inmensa cantidad de poblaciones recibidas. Gracias a las oleadas de emigrantes afros, irlandeses, italianos, chinos, japoneses, hindúes, mexicanos, cubanos y latinos en general, Estados Unidos ha contado con mano de obra barata, gente luchadora que en distintos momentos ha enfrentado el rechazo y la discriminación, pero a pesar de ello ha sabido progresar y contribuir a la grandeza del país.
Habría que recordarle al tontazo de Trump que América solo tuvo unos americanos: las incontables etnias indígenas que habitaban ese inmenso territorio antes de que llegaran los primeros inmigrantes, esos británicos que no murieron de hambre gracias a que los aborígenes les regalaron comida.
¡Que renuncie Paulina Vega ya! ¡Que se acabe ese lamentable concurso donde la mujer no es más que un objeto para la explotación económica de un lobo con copete de oveja.
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