Existe un principio de la escritura (aplicable a la literatura, escritura de guiones para televisión, cine, teatro, etc.) conocido como “el arma de Chéjov”, que dice en esencia que todo elemento por pequeño o insignificante que parezca una vez se plantea en una narración debe ser relevante para la misma. El mismo fue resumido en aquella famosa frase: "Si en el primer acto tienes una pistola colgada de la pared, entonces en el siguiente capítulo debe ser disparada. Si no, no la pongas ahí" [Reminiscences of A. P. Chekhov de Gurland, en Teatr i iskusstvo, 1904, No. 28, 11 de julio, p. 521]. Dicho principio defiende la coherencia, cohesión, conectividad y lógica interna de una obra.
Cuando abordamos una obra de ficción, sea cual sea el formato en que se nos presente, se nos pide como espectadores una “suspensión de la credulidad o de la realidad”. Esa capacidad de “apagar” por un rato la lógica de nuestro cerebro para aceptar las premisas que se nos presentan en dicha obra para disfrutarla sin cuestionamientos, como si fuéramos niños (hombres que pueden volar, o con fuerza sobrehumana, picaduras de insecto o exposición a sustancias radioactivas que en lugar de darte cáncer o matarte te dan superpoderes, humanos resistentes a golpes y caídas que en la vida real podrían matar [o dejar parapléjico] hasta al más resistente, viajes en el tiempo, universos alternos, personas que mueren y vuelven a la vida, dragones, zombis, y toda clase de seres fantásticos que se nos presentan según la historia que estemos abordando y según las necesidades de la trama). Como espectadores no tenemos problema en aceptar aquellas premisas y tomarlas como una realidad dentro de la historia que nos están contando. Sin embargo, dichas historias también establecen sus propias reglas y limitaciones con el fin de dar un poco de “realismo” a lo que están planteando, y cuando dichas reglas son rotas dentro de la misma narrativa, poco importa si nos están hablando de dragones, zombis, o superhéroes, nuestra inteligencia se siente insultada y la inevitable decepción por el producto que estamos consumiendo, aparece.
Y eso es más o menos lo que sucedió con la última temporada, y en especial con los dos episodios finales de Game of Thrones. Pero antes de resaltar los aspectos negativos del epílogo de esta gran obra, y como un último acto de agradecimiento a una serie que nos brindó tantas horas de entretenimiento y tan variada gama de sentimientos, vamos a hacer un repaso breve por los aspectos positivos que nos dejó este último capítulo de GOT.
De más está decir que esta nota está plagada de de spoilers.
La cinematografía
The Iron Throne, nombre que recibe el último episodio de esta serie, nos entregó algunos de los planos más bellos y memorables de la historia de la televisión, e incluso del cine. La toma de Daenerys caminando hacia su ejército con las alas de su dragón desplegándose a sus espaldas y fundiéndose con ella en una misma imagen que por momentos nos recordó a la Maléfica de Angelina Jolie y reafirmó a Danny como la indiscutible Reina de Dragones, es probablemente una de las mejores y más poéticas y significativas tomas que se haya visto, y de seguro así quedará para la posteridad. La secuencia final de los hermanos Stark iniciando sus “nuevas” vidas, cada uno por su lado; la una preparándose para reinar, la otra para recorrer el mundo, y el último encabezando a los nuevos miembros de la Guardia Nocturna y los Salvajes, y el paralelismo de las mismas, son simplemente una preciosidad. Y hablando de paralelismos, la llegada de Danny al Salón del Trono, plano por plano prácticamente un calco de la visión que tuvo en la Casa de los Eternos, fue sin duda uno de los mejores momentos del episodio. La imponente imagen del ejército de los Inmaculados, (¿de dónde salieron tantos?) Pero ya llegaremos a eso. Un destrozado Jon sosteniendo a su amada sin vida en sus brazos con el Trono de Hierro al fondo, en otro claro paralelismo que nos recordó a la muerte de Ygritte algunas temporadas atrás, hermoso y descorazonador por igual.
La música
Nuevamente la música se convierte en otro personaje del cierre de esta historia. El score traído por Ramin Djawadi y Stephen Coleman con bellísimas variaciones corales e instrumentales del tema principal y del tema de los Stark y fusionando parte de estos y de muchas otras melodías emblemáticas de la serie, aportaron el dramatismo necesario y lograron en el espectador la ambigua mezcla de sentimientos que nos dejó este episodio.
El cierre de algunas historias
Si tuviéramos que definir este final en una sola palabra, “agridulce” (tal y como se había vaticinado) sería probablemente una de las más adecuadas. Y es que The Iron Throne cumple al despertar en el espectador todos los sentimientos contradictorios que nueve años de empatía desarrollada por cada uno de estos personajes y el final de sus historias, podían producir. Ver a Tyrion romperse al encontrar los restos de sus hermanos bajo los escombros de la Fortaleza Roja, nos rompió a todos nosotros. Con todo (y lo que muchos consideramos) la ruina del personaje de Daenerys en los dos últimos episodios, verla morir a manos de Jon, (por más que fuera “lo mejor”, y probablemente la única salida), y luego ver a su dragón tratando de reanimarla, fue una de las escenas más desgarradoras y memorables del capítulo. La despedida de Jon y Arya nos sacó una que otra lágrima hasta a los más insensibles. Pero también hubo momentos hermosos; el reencuentro de Jon con su Lobo Huargo, Ghost. Las palabras escritas por Brienne sobre Jaime, “Murió protegiendo a su reina”. Una bellísima muestra de la nobleza y altura de ese personaje.
De seguro hay muchos más aspectos positivos que resaltar en este final de los que de manera tan superflua acabo de mencionar, sin embargo, no todo podía ser perfecto, (¿oh sí?); y tristemente, con todo y sus aciertos, este episodio tuvo también varios fallos que inclinaron la “balanza de lo agridulce”, más hacia el lado agrio, que hacía el dulce.
Dejemos algo bien en claro: se trata de Game of Thrones, una serie que nos tenía enseñados a sus giros impredecibles, a las muertes horribles e injustas de personajes entrañables, y a abruptos cambios en el ritmo y dirección de sus tramas, teniendo siempre como hilo conductor la lucha de poderes por la ocupación del trono y la amenaza latente del Rey de la Noche y su ejército de White Walkers. Nadie, absolutamente nadie esperaba un “final Disney”, como muchos nos acusaron a los que nos mostramos inconformes con las decisiones tomadas en los últimos capítulos del show. Por favor, ¿esa imagen de Jon sentado en un trono cargando a su pequeño lobo y a un bebé en el otro brazo, Daenerys a su lado cargando a otro pequeño, Tyrion al otro lado sosteniendo una copa de vino, los tres dragones volando por encima de sus cabezas y los demás lobos huargos echados a los pies de los tres? Nadie que se hubiera tomado medianamente en serio esta serie y que conociera mínimamente la dinámica de la misma, hubiera esperado (o deseado) semejante despropósito. Ese final habría sido, al tiempo inesperado y estúpido; un insulto a la obra original, al desarrollo de personajes y a la inteligencia del espectador. Francamente entre ese hipotético e improbable final y el que finalmente se nos dio, me quedo con el que nos dieron.
Así que no se trata de finales felices, tipo Disney, ni de cumplir con las expectativas y teorías que por años circularon en el fandom de la serie, ni de hacer un copy-paste de la obra original, (que hubiera sido lo ideal, pero no había obra a la cual aferrarse). Fuera cual fuere el final, habría gente a gusto y detractores. Entonces, nuevamente, ¿cuál es el problema? El problema no fue el qué, sino el cómo.
¿Daenerys como villana y amenaza final de la serie, convirtiéndose en lo que fue su padre, después de que tantas veces juró que no iba a ser como él? Los que justificaron la “locura” de “última hora” de Danny se basaron en algunos dichos, escenas, actitudes y decisiones tomadas por ella desde el inicio de la serie; el problema es que todos aquellos actos de aparente frialdad, maldad, o indicios de locura estaban justificados. Y fueron sacados de su contexto para justificar la masacre perpetrada en The Bells. Veamos:
1. La muerte de su hermano.
Para empezar, no fue su culpa, fue culpa de su propio hermano quien llegó a provocar, y murió a manos de Khal Drogo, no de Daenerys. "Ah, es que ella no hizo nada para detenerlo". ¿Por qué habría de hacerlo? Su vida y la de su hijo no nacido estaban en riesgo. Además, el remate de la frase al final no podría ser más acertado. "No era un dragón. El fuego no puede matar a un dragón". (Algo que ella demostraría en carne propia un par de veces después).
2. La amenaza a los dirigentes de Qarth.
Se dio en un contexto donde se le estaba impidiendo a ella y a su pueblo la entrada a la ciudad y los querían regresar a un desierto por el que habían estado vagando por meses sin agua, ni comida, y en el que habrían encontrado una muerte segura.
3. Cuando también en Qarth amenaza con recuperar "lo que es suyo con sangre y fuego", se refería a sus dragones que habían sido "secuestrados" por los brujos, y fue justo lo que hizo, recuperarlos con sangre y fuego.
4. La muerte de su sirvienta Doreah y la de Xaro Xhoan a quienes encierra en la bóveda vacía donde Xohan tenía supuestamente sus tesoros, fue un acto de "justicia", por el engaño Xaro y por la tentativa de traición que este y su criada estaban fraguando.
Y para no seguirme alargando, todas las muertes subsiguientes, la de los esclavistas, a los que crucificó en Meereen, la quema de los Tarly, etc. estaban enmarcadas en contextos de rebelión, de liberar a un pueblo, o de castigar traidores, tiranos u opositores. El propio Tyrion lo dice en el episodio final a Jon. “Donde ella [Daenerys] llega, hombres malvados mueren”. Así que ninguna de esas muertes y ejemplos sirven para justificar que hubiera decidido matar a la población de King's Landing después de que éstos se hubieran rendido. Otros afirman que este cambio abrupto se debió a sus pérdidas recientes y continuas. Nuevamente, Jorah murió luchando contra los muertos, (no cabe como excusa para lo que hizo en KL), su dragón y su mejor amiga asesinados frente a sus ojos. Ahí tendría algo de razón, pero, ¿qué culpa tenía el pueblo inocente de las acciones de su reina y su ejército? Otros salieron con que no nos debíamos lamentar de la masacre a la población de KL porque ellos pidieron la cabeza de Ned Stark ocho años atrás. Dígales eso a los niños de no más de tres años que murieron quemados por el fuego de su dragón.
Así que esta trasgresión en el desarrollo de su personaje, se siente más como una pobre excusa del guión para justificar su muerte a manos de Jon en el último episodio, que como algo orgánico y creíble, y por eso es que a pesar de esperarla, a pesar de “desearla”, no fue por ello menos dolorosa.
Retomando el concepto del “arma de Chéjov”, ¿a dónde fueron a parar ocho años de desarrollo de personajes, establecidos en tramas, profecías, teorías, y arcos argumentales? Fue quizás en este punto donde más falló la última temporada y en especial este episodio. Parafraseando, “Si en el primer acto tienes una pistola colgada de la pared, entonces en el siguiente capítulo debe ser disparada. Si no, no la pongas ahí”, entonces, “si al final de un episodio tienes un misterioso caballo encontrándose con un personaje que se va cabalgando en él, en el siguiente capítulo usa ese caballo para algo útil”. Pero arranca el último episodio, volvemos a ver a Arya, (además ya no tan herida como la última vez que la vimos), y el caballo que encontró, que desató millones de teorías sobre su posible significado en Internet, no se vio por ningún lado. Y esto por poner un solo ejemplo, y de los más recientes. Eso sin mencionar el despropósito que cometieron con Jon. De lejos, uno de los finales más injustos que le pudieron dar a uno de los mejores personajes. (Arma de Chéjov). ¿De qué sirvió toda esa enigmática construcción alrededor de su origen? ¿De qué le sirvió que al final resultara ser un Targaryen, que tuviera un mejor y más legítimo reclamo al trono que la propia Daenerys, que hubiera sido regresado a la vida por la Bruja Roja, que hubiera unido a la Guardia Nocturna, las distintas casas del Norte y a los salvajes en torno a una misma causa, si al final, ni mató al Rey de la Noche, ni pudo ocupar el trono, con todo y que era probablemente el más lógico y digno candidato para ocuparlo? Toda la mitología construida alrededor de su personaje, sólo sirvió para darle muerte a la última villana, la cual muchos esperábamos a juzgar por la actitud de Arya y la profecía sobre cerrar unos ojos verdes que fuera la menor de los Stark quien lo hiciera; pero bueno, finalmente algo había que poner a hacer a Jon, que en esta temporada no hizo mayor cosa. ¿Y cuál fue su recompensa tras este último acto salvador? Ser exiliado de nueva cuenta al Muro, a la Guardia Nocturna. Organización que además ya no tiene razón de ser, pues los Caminantes Blancos fueron extinguidos, y los Salvajes hicieron las paces con el Norte. Quizás lo único rescatable de ese triste final es que al menos pudo reencontrarse con su lobo y darle esa caricia que nos quedó debiendo desde El Último de los Stark.
Finalmente, y hablando de cierres sin sentido, giros inexplicables y arcos argumentales arruinados, ¿Bran Stark, rey de los Seis Reinos? ¿Por qué? Si me vas a dar un giro por lo menos debes haber establecido alguna pista, alguna mínima señal para que este tenga sentido y una vez que suceda, vayas y revises toda la historia que te han contado y digas, “¡Cómo pude ser tan ciego! Era algo tan obvio”. Pero este no fue el caso. Todo lo contrario, no solo Bran fue clave en la revelación de la verdadera identidad de Jon, sino que se rehusó a ser el Señor de Invernalia, porque en sus propias palabras, él ya no era Brandon Stark. Ahora era algo más. ¿En qué momento cambió de “no ser Brandon Stark”, de ser “algo más”, y de decir que él ya no deseaba nada, a decirla a Tyrion que la razón por la que había llegado hasta allí era precisamente para ser finalmente coronado como rey. Que por cierto, (y hablando de cosas ilógicas), si Tyrion estaba en condición de prisionero, y Gusano Gris lo mandó a callar instantes antes porque no se le permitía hablar, ¿cómo fue que terminó soltando aquel discurso e incidiendo en la elección y coronación de Bran como rey?
Como pueden ver, ahí se perdió toda cohesión, toda coherencia, toda lógica. No tiene ningún sentido, y para muchos, es una decisión que arruinó por completo el final.
Tal vez hubiera sido muy “Disney” que Jon ocupara un trono que la serie se encargó de escupirnos a la cara durante tres temporadas que era suyo por derecho. Pero era lo correcto. ¿Que a Gusano Gris no le parecía que Jon siguiera con vida y que ocupara el trono? En serio, ¿a quién le importa lo que pensara ese personaje, (por demás arruinado al igual que su reina)? Lo que debieron hacer fue darle una muerte épica y que dejara de estorbar para que Jon cumpliera el supuesto destino para que el que fue concebido.
Con todo, Game of Thrones pasará a la historia como una de las mejores series de todos los tiempos, arruinada por el paso de los años y los cambios en el guión, como tantas otras series. Por lo demás, gracias George R. R. Martin por haber creado este maravilloso universo, lleno de personajes complejos y entrañables. Sólo queda esperar a que termine y publique sus dos últimos libros, para ver si al menos por ahí obtenemos el final que nos merecemos.